“Se creían intocables”
Opinión

“Se creían intocables”

El general Óscar Naranjo describe y analiza en su libro diez de las más impactantes operaciones de inteligencia e investigación criminal contra el narcotráfico

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junio 25, 2021
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Los romanos ancianos decían: res ipsa loquitur, la cosa habla por sí misma. Es la frase con la que el exembajador de Estados Unidos en Colombia William R. Brownfield cierra el prólogo de la obra que acaba de publicar Editorial Planeta, de autoría del exvicepresidente de la República y exdirector general de la Policía Nacional, general ® Óscar Adolfo Naranjo Trujillo, titulada: Se creían intocables, la historia de cómo cayó una generación de peligrosos criminales. Y la frase del exdiplomático tiene un alcance significativo, en la medida que reafirma el talante y la implacable lucha de décadas contra las mafias más temibles del narcotráfico que ha padecido la nación.

El general Óscar Naranjo en su libro, describe y analiza 10 de las más impactantes operaciones de inteligencia e investigación criminal lideradas por la Policía Nacional contra el narcotráfico y desplegadas en Colombia, Latino América y Europa, con el esfuerzo conjunto entre las Fiscalías de Colombia y EE. UU., las Fuerzas Militares, las agencias federales americanas, el Reino Unido y los servicios de seguridad de otros países. Y como el autor claramente lo señala, fueron operaciones de altísima cirugía, con el mínimo grado de letalidad, que combinaron las más simples y sofisticadas tácticas y capacidades de investigación, protagonizadas por los más calificados y osados, mujeres y hombres de las Direcciones de Inteligencia-DIPOL e Investigación Criminal-DIJIN de la Policía Nacional.

La voluntad política, la cooperación internacional y la fortaleza policial y de las instituciones del Estado,  brindaron un alivio histórico al país, en épocas borrascosas, logrando someter a la justicia a una generación de hábiles delincuentes, entrenados en las huestes de la mafia tradicional, que reemplazaron a sus antiguos jefes, los capos de los carteles más poderosos del narcotráfico, que innovaron en las modalidades de tráfico, se asociaron con guerrilleros y paramilitares; ejecutaron acciones macabras, con alevosía, al mejor estilo de las mafias italianas y los carteles mexicanos. Haber desmantelado la estructura criminal de Wenceslao Caicedo Mosquera alias W, conocido como el “señor del hacha”, el Pablo Escobar de Buenaventura, el terror del pacífico colombiano, el pionero de las “go fast” y de los sumergibles, solo para citar un ejemplo, significó cerrar un capítulo tenebroso del narcotráfico, donde el pan de cada día eran los descuartizamientos.

El autor nos recuerda a los famosos “yupis de la mafia” que a finales de los 90 y comienzos de siglo, encarnaron narcotraficantes como Juan Carlos Ramírez Abadía alias Chupeta y Juan Carlos Ortiz alias Cuchilla: “era abismal la diferencia de comportamiento de los reconocidos capos de los carteles de Medellín y Cali frente a estos nuevos personajes”. A alias Chupeta le fueron incautadas caletas con más de 71 millones de dólares en efectivo la cifra más grande de dinero físico decomisado a un narcotraficante en Colombia, el récord estaba en 35 millones de dólares a los Mellizos -los hermanos Mejía Múnera-. Chupeta, finalmente fue capturado en Brasil y extraditado a Estados Unidos, como todos los demás. Así cayeron igualmente Sebastián y Valenciano, herederos de alias Don Berna de la siniestra oficina de Envigado, la que de acuerdo con las autoridades, lavaba cerca de 50 millones de dólares al año, manejaba más de mil combos en la comunas del Valle de Aburrá y mantenía extorsionados a  transportistas y comerciantes de la ciudad; lo que aún ocurre.

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Los famosos “yupis de la mafia”, a finales de los 90 y comienzos de siglo, encarnaron narcotraficantes como Juan Carlos Ramírez Abadía alias Chupeta y Juan Carlos Ortiz alias Cuchilla

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De suma relevancia para la historia del país en la lucha contra las mafias del crimen, es el relato de las operaciones desplegadas por la Dipol y la Dijín en los llanos orientales de Colombia. En el libro, el general Naranjo detalla la estrategia de inteligencia adelantada en esta región del país y en Venezuela que permitió la desarticulación de los llamados Buitragueños con la captura de sus integrantes y la desarticulación de su organización criminal. Un clan familiar, con origen en las denominadas Autodefensas Campesinas del Casanare ACC, conformado por padre e hijos, y cuya cabeza representaba el temible Martín Llanos: “Las autodefensas campesinas pasaron de ser un modelo de autoprotección legal para transformarse en organizaciones criminales al servicio del narcotráfico y luego mutaron a bandas criminales que se afianzaron en economías criminales de todo orden, minería ilegal, cultivos ilícitos, procesamiento de cocaína, extorsión, secuestro y corrupción”, concluye el autor. A estas capturas, se agrega el relato de otras operaciones espectaculares, entre ellas el derrumbe de la píramide DMG con la detención de David Murcia Guzmán en Panamá, la de Daniel Barrera Barrera alias. El loco, en Venezuela, y la del “señor de la guerra” Jorge Rengifo, alias Cacerolo, que abasteció a guerrillas, bandas criminales y narcos con cargamentos de hasta 4.000 fusiles en una sola transacción.

La recomendada obra del general Naranjo, nos deja valiosas lecciones: primero, el crimen no paga, no habrá guarida en el planeta que asegure inmunidad, impunidad y tranquilidad a un criminal. Segundo, lo señala el exembajador Brownfield, los resultados hablan por sí solos, Colombia no es, ni ha sido una narcodemocracia, es ejemplo incomparable ante el mundo de lucha contra las mafias y nunca se ha dejado doblegar ante ellas. Tercero, la historia deben contarla los buenos y no los bandidos, un mensaje para las nuevas generaciones. Cuarto, existen razones para ser optimistas; el valor y la honestidad de los policías de Colombia, nos llenan de esperanza.

La lucha global contra las drogas no puede seguir los cantos de sirena de la legalización; el ejercicio de autoridad y la justicia son fórmula exitosa e inquebrantable. Hoy los narcos más poderosos no están en las ciudades, no son capos, ni yupis, se refugian en la selva, tienen ejércitos privados, estilo Boko Haram en Nigeria, controlan el cultivo, la producción y la comercialización de marihuana, cocaína y heroína, provienen de las Farc, el ELN y las autodefensas, están aliados con los carteles mexicanos y están entrenados para enfrentar “militarmente” al Estado. De ahí que una estrategia efectiva debería orientarse en concentrar todo el peso de la ley hacia su desmantelamiento, en las “zonas futuro” donde están operando y a la par de la urgente fumigación  de los cultivos ilícitos, los mismos que, hace casi una década estuvieron a punto de desaparecer de la geografía colombiana.

 

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