Santos y Uribe a la búsqueda de candidatos
Opinión

Santos y Uribe a la búsqueda de candidatos

Ni Santos ha encontrado un candidato que continúe el acuerdo con las Farc; ni Uribe alguien que sin desear ‘hacer trizas’ ese pacto movilice a quienes quisieran modificarlo

Por:
junio 07, 2017
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El país parece dividido entre los que creen en Santos y los que creen en Uribe. Tal vez más correctamente, entre los que temen, detestan o desconfían del uno o del otro.

Y casi todos están pendientes de quien será el nuevo presidente, o, también más correctamente, si será de la línea de alguno de ellos dos.

Pero ni Santos ha logrado encontrar algún candidato a sucesor suyo que continúe su única gestión o sea el acuerdo con las Farc; ni Uribe cuenta con alguien que sin desear ‘hacer trizas’ ese pacto sí le de expectativas de movilizar a quienes quisieran modificarlo -o sea desconocerlo- y de dar concreción al potencial electoral que él asume que tiene.

 

Ambos tienen el problema
que quienes en sus filas se autocandidatizan
son figuras con muy poca probabilidad de éxito

 

Ambos tienen el problema que quienes en sus filas se autocandidatizan son figuras con muy poca probabilidad de éxito. Ninguno tiene la preparación, formación o trayectoria para liderar una colectividad, menos para gobernar un país. Son además electoralmente más que desconocidos y su única carta de presentación es el ser seguidores de quienes son sus jefes. Ni siquiera son mencionados en las encuestas. Los ya ‘inscritos’ como Roy Barreras, o Rafael Nieto, Paloma Valencia, Holmes Trujillo e Iván Duque por el Centro Democrático  no arrastrarían por sí mismos votos ni para un puesto de concejal. Y otros  -como Juan Carlos Pinzón- apenas ‘hacen sonar sus nombres’ para sondear una eventual aspiración a algún cuerpo colegiado.

Están por lo tanto los jefes de los dos bandos cifrando sus esperanzas en alguna coalición para apoyar un candidato que siendo de otro partido tenga alguna afinidad con sus respectivos pensamientos y alguna credencial que lo califique para esperar algún resultado. Santos pendiente del espurio ‘Partido Liberal’ al cual le ha entregado todo y del cual depende (sea con Cristo o De la Calle) y Uribe del Partido Conservador  (con Luis Alfredo Ramos y Ordóñez inscribiéndose por firmas para abrir ese panorama).

Paradójicamente como ninguno de todos los anteriores es en verdad satisfactorio, acaban los dos coqueteando con Vargas Lleras quien también paradójicamente es considerado como comprometido con causas contrarias a cada uno: a la de Uribe, como vicepresidente de quien supuestamente lo traicionó y lo persigue; y a la de Santos cuestionando mitad abierta mitad sinuosamente su ‘proceso de paz’.

 

Acaban los dos coqueteando con Vargas Lleras
quien también paradójicamente es considerado
como comprometido con causas contrarias a cada uno

 

Lo que sí tienen ambos claro es que las vertientes antipoliticas sí tendrán candidato, y que si el que ellos respectivamente apoyan no tiene el peso suficiente, no tendrán sus liderazgos ninguna representación en la segunda vuelta.

Pero el problema que se presenta para ellos es en realidad el problema que se presenta para el país.

¿Por qué no conseguimos dirigentes políticos que tengan la calificación para mandatarios del pueblo? ¿Por qué puede cualquiera ser candidato por cualquier partido sin compromisos ni lealtades con ninguno? ¿Porqué la visión tan negativa por parte del ciudadano de todo lo que huela a ‘políticos’?

Si por corrupción entendemos el mal funcionamiento o desviación de un sistema hacia propósitos indeseables, lo qué pasa es que la actividad política perdió su razón de ser como trabajo al servicio del interés público y se convirtió en plataforma para satisfacer los intereses personales. Se es político por ambición -de poder, económica, de figuración- pero no por vocación de atender las necesidades del ciudadano.

Lo que sucede es que aunque en los medios no se maneja igual que la corrupción que produce dividendos económicos, la corrupción del sentido de la política no solo es mayor sino además es causa de la otra.

La falta de control sobre la corrupción política ha llevado a que a nuestros politiqueros les sea indiferente por cuál partido actúan o quiénes los acompañan o qué mecanismos utilizan con tal de conseguir votos. Descaradamente proponen lo que saben que no van a cumplir o ‘compran’ caciques con toda clase de promesas de prebendas, puestos y contratos.

Llegamos a verlo en los escándalos de aportes clandestinos a las últimas campañas pero solo porque se vincularon al caso de Oderbrecht. Pero no escandaliza que un político se pasee por dos, tres o cuatro partidos para volver después al inicial; o represente una propuesta ideológica para después liderar la contraria; o sirva académicamente un pensamiento pero termine sirviendo el opuesto; o se salte del primer anillo de confianza de un gobierno al de otro que ataca al anterior; o cuando sube como candidato de un jefe para después ‘traicionarlo’; otras haber militado en la guerrilla salga elegido por el partido de extrema derecha.

Ni comentan los medios cuando el Consejo de Estado sentencia que el Consejo Nacional Electoral y uno de los partidos (el Liberal) violan la moralidad administrativa, actúan contra los principios democráticos, actúan en contra del interés general y desconocen las leyes y la Constitución; ni aparece nada cuando incumplen lo ordenado en dicha sentencia.

Consecuencia: una nación polarizada y dividida peligrosamente alrededor de un supuesto ‘acuerdo de paz’ caótico, con la mitad de la población a favor y la otra en contra; los renglones político y social relegados a un segundo plano; la institucionalidad arrasada; un presidente aprobado solo por el 14 % de la ciudadanía; la economía en total incertidumbre.

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