Samurai, con su rap, era más poderoso que las pandillas en Ciudad Bolívar

Samurai, con su rap, era más poderoso que las pandillas en Ciudad Bolívar

Lo dio todo por su barrio. Abrió una productora musical que sacó cientos de artistas. A los 34 años lo acaban de encontrar muerto

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enero 16, 2018
Samurai, con su rap, era más poderoso que las pandillas en Ciudad Bolívar
Foto: Facebook Samurai

Horas antes de que desapareciera, Héctor Everson Hernández llamó a Luz Mery Beltrán, su mamá, a decirle que se iría a la localidad de Madrid, Cundinamarca, a dar uno de sus cada vez más multitudinarios conciertos. Aunque nació en Fontibón sus letras siempre tuvieron una inspiración: Ciudad Bolívar. Por su parche conoció de cerca las historias de malandros, atracos y luchadores de ese lugar. Por eso surgieron unas de las letras más contundentes del rap bogotano: Letras para el alma y Sangre para el pentagrama. Su mamá se extrañó cuando el 24 de diciembre Héctor no se comunicó con su hija de 13 años. Allí alertó a la policía sobre su desaparición. Dijeron que lo habían visto por el parque de los periodistas el 23 de diciembre y que había estado en un bar de la 19 con séptima un día antes. Sólo rumores. Héctor ya era un fantasma.

A Ciudad Bolívar Hernández le entregó todo. Allí empezaron a conocerlo como el Samurai desde que tenía 14 años y se paraba en las tumultuosas esquinas a declamar sus versos en clave de rap. Los parceros le decían que esas letras no podían ser de él, eran demasiado refinadas, filosóficas, punzantes. Pero eran de él. Desde que tenía 10 años escribía intensamente, todos los días. A toda hora. Era su obsesión, su sino.

a finales de los noventa se convirtió en uno de los bailarines de Brake Dance más conocidos de Bogotá. Después vendría el grupo que lo daría a conocer, El octavo imperio. Pero empezando el siglo XXI se la jugó el todo por el todo y creó en Ciudad Bolívar Sangre Oculta records, el estudio de grabación de donde saldrían decenas de intérpretes del hip hop.

En el centro de Bogotá, a mediados de la década pasada, lo miraban de arriba abajo. No les gustaba sus pantalones holgados, su cachucha echada para atrás, su piel cobriza. Pocos sospechaban que en sus casas en Fontibón y Ciudad Bolívar Héctor leía a los poetas malditos Rimbaud, Baudelaire y que se solazaba con las Narraciones Extraordinarias de Edgar Allan Poe. La presencia de los Nadaistas y sus poemas también fue fundamental en su vida. Era un tipo leído, un poeta urbano más que un rapero. Las estigmatizaciones fueron quedando atrás y su nombre empezó a sonar en el underground bogotana.

Sus letras empezaron a sonar en radios desde el 2002 cuando una de sus canciones pegó, y durísimo, en espacios radiales como Reino Clandestino, de la 99.1 se fue consolidando en la incipiente movida del hip hop de la época. Con Letras para el alma, grabado en el 2003 y Sangre sobre el Pentagrama, el Samurai empezó a ser adorado por los bogotanos. Su forma de cantar no se parecía a ningún otro. Era tan diferente que lo llamaron Hip Hop Darkness. Las letras del Samuraí eran oscuras y densas, como los poetas que leía, como un lunes a las once de la noche en el centro de Bogotá.

Pero al Samurai no sólo le interesaban los conciertos y grabar discos. Quería que la gente de Ciudad Bolívar adoptara el hip-hop como una forma de vida que los alejara de la violencia. Junto a D.J. Criminal, su parcero de escenario y de grabaciones, iban a los lugares mas recónditos de Bogotá a hacer talleres sobre composición y enseñarles la historia del Hip Hop y despertarles a los muchachos el amor por la poesía y la música.

Ya todo esto se acabó. Durante casi un mes lo buscaron por toda la ciudad. LA semana pasada se encontró un cuerpo parecido al del rapero en el sector del Mochuelo, al sur de la ciudad. Este lunes 15 de enero Medicina legal acaba de confirmar lo peor: el Samurai murió en circunstancias que aún son motivo de investigación. Lo lloran los jóvenes del sur de Bogotá. Lo llora Ciudad Bolívar.

 

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