Rostros legionarios

Rostros legionarios

Jasmín Comas y Yiner Alonso son dos de los 150 muchachos que comparten amor y afecto en las comunidades más golpeadas por el terror de la guerra

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diciembre 20, 2015
Rostros legionarios

Jasmín Comas y Yímer Alonso son dos de los 150 muchachos que visitaron a finales de noviembre las comunidades ribereñas de Piñalito, Puerto Gabriel, Puerto Toledo, Puerto Rico, Barranco Colorado, Pororio, Puerto Concordia y San José del Guaviare, y, con la fuerza de un abrazo, más el poder de una sonrisa, transformaron la vida de 1.000 familias campesinas que han sufrido el terror de la guerra. Aquí sus historias:

Yímer Alonso

Mi nombre es Yímer Andrés Alonso Díaz y tengo 18 años. Desde los nueve me ha gustado la danza, el teatro, los zancos y el dibujo. Nací y me crié en Vista Hermosa, Meta. Un compañero, Jorge, me dijo que un muchacho al que llaman Virus vendría aquí a Vista Hermosa a hacer una presentación y entonces pues me pasaron su contacto, empezamos a charlar y me dijo que iba a hacer un evento llamado Un Sueño Llamado Paz, así, grande. Entonces yo le dije hágale, porque pertenecemos a una fundación que se llama Culturizarte y le dije que lo que necesitara para el evento, estaríamos prestos para eso. Y ahí empezamos.

Llevo prácticamente dos meses en la Legión del Afecto. Me siento muy contento, alegre, libre, seguro. Le llegamos a las personas de una manera muy directa: con música, con un carnaval de la alegría, con malabares, con danza.

Jasmín Comas

Mi nombre es Jasmín Comas, tengo 43 años y vivo en San Juan, Guajira. Tengo tres hijos: uno de 18 años, otro de 15 y una nena de 7 años.  Cuando a mí me llamó el coordinador de la Legión del Afecto en Guajira a decirme si estaba dispuesta a hacer una expedición por río de 300 kilómetros en la Serranía de la Macarena, les dije que desde luego, que estoy dispuesta. Esto va a ser un espacio más para mí.

La Legión del Afecto llegó en un momento muy importante en mi vida. Atravesaba un momento personal bastante difícil pero el grupo de muchachos me ha apoyado mucho; siempre están unidos conmigo, me llaman, están pendientes de mí porque ya ellos (el maltrato) lo vivieron conmigo.

Mis hijos son los que me ayudan: ellos van hacia la Olímpica y les ponen los cartones a los carros para que no les entre tanto sol. Ahí les dan mil, dos mil; con eso sobrevivimos ahí en la casa.

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