Resistencia cultural, la nueva forma de lucha
Opinión

Resistencia cultural, la nueva forma de lucha

Un colectivo empeñado en crear una escuela de arte y cultura a fin de expresar la memoria histórica siempre negada del conflicto

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noviembre 09, 2018
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Desde antes de partir a la presentación de mis libros en la Feria del Libro de Cali, que tuvo lugar a finales de octubre, me había hecho el propósito de visitar el taller de pinturas de Resistencia Cultural, un colectivo artístico de cuya existencia tuve conocimiento en Popayán unos meses atrás. Varias razones me movían a ello. La pintura en sí, sus motivos, sus artistas.

Una decena de años atrás, en algún lugar de la selva, mirábamos en el computador unos videos que habían llegado del Comando Conjunto Adán Izquierdo, en el que los guerrilleros del Frente 21 presentaban pequeños números de teatro. De repente, mi compañera de entonces, Maritza, gritó con emoción que la mujer que interpretaba un personaje era Alba Libia.

Había sido su gran amiga en prisión. Varias veces le había oído preguntarse con nostalgia por ella. Cuando después de haber estado ocho años prisionera, Maritza regresó a la lucha, Alba Libia había quedado en la cárcel. Solo ese día supo que se encontraba en libertad y que estaba en el sur del Tolima, en un frente. Todavía recuerdo su inmensa alegría.

Alba Libia Esquivel es su nombre civil, aunque ella prefiere Yuheni Izquierdo, su seudónimo en filas.  Cuando la encontré por primera vez en Popayán, me habló de Maritza y de sus años en prisión. Asistíamos a un evento cultural realizado por la Universidad del Cauca. Yo iba invitado en mi condición de escritor, mientras ella por su trabajo en la pintura.

 

Mujer terrícola

En Cali, en el taller de Resistencia Cultural, hablamos largamente de su vida y sus sueños. Militó 34 años en las Farc, a las que ingresó en el año 1984. Pasó 15 años en prisión. Después de obtener su libertad en el 2007, volvió a parar tras las rejas en 2011. Consiguió su libertad gracias a los Acuerdos de Paz de La Habana. Siempre se sintió atraída por los pinceles, y la cárcel alimentó su vocación.

De sus años en la cárcel da testimonio el cuadro El dolor en prisión. Como dice ella, allá se pagaba no una, sino tres o cuatro condenas. La de la pena impuesta y las que agregaban la humillación, la soledad, el sufrimiento. Para un revolucionario preso y castigado con frecuencia, sus únicas amistades terminaban siendo las ratas que lo visitaban en el calabozo.

El colectivo se inició por idea de Mario Cicerón, un pintor ecuatoriano que también tiene familia en Venezuela, y Azael Londoño, un valluno de Jamundí. Los dos, pintores de vocación, visitaron los espacios territoriales de Marquetalia y La Elvira, donde propusieron conformar una escuela de pintura. Ellos serían los maestros, y trabajarían conjuntamente con sus discípulos.

La que se les unió indisolublemente fue Yuheni. Otros excombatientes estuvieron un tiempo y por diversas razones se fueron marchando. Pero sus puertas permanecen abiertas para quien quiera llegar. Su objetivo es crear una escuela de arte y cultura a fin de expresar la memoria histórica siempre negada del conflicto, quieren convertirse en semilla.

Motivar a los protagonistas a dar a conocer la otra cara de la insurgencia por medio de la pintura. Para que la gente que conozca su arte comience a comprender las causas del largo conflicto y la verdadera condición humana de los rebeldes. Su propósito final es la reconciliación por medio del arte. Por eso, con exposiciones como la del Capitolio, en Cali, intentan llegar a las clases altas.

Aunque preferencialmente trabajan con las gentes humildes. Les gusta creer en el poder curativo del arte. Por eso se trasladan a comunidades víctimas, como los desplazados y los sobrevivientes de la violencia, a proponerles que pinten de cualquier modo su dolor. La gente comienza a hacerlo, lo descarga en el lienzo, llora, pero al retratarlo lo saca también de su alma.

 

La mujer rebelde

 

 

Exponen los fines de semana en el Bulevar del Río, en Cali, un espacio ofrecido por la Secretaria de Cultura. Allí pueden verse pinturas estremecedoras, como La mujer rebelde, una linda rubia desnuda con el rostro cubierto por un pañuelo rojo. Nos despojamos del fusil y de la ropa militar, pero seguimos en la lucha por un mundo mejor, explica Yuheni.

Muchas de sus obras las pintan a varias manos. Firman con un símbolo, una especie de guion con un punto encima, Resistencia Cultural. Glifosato enseña los devastadores efectos de la fumigación. Contemplación, nos muestra a la guerrillera con su hijo en brazos, doblemente luchadora por la causa y por el sufrimiento que le ocasionaba separarse de hijo.

 

El guerrillero humanista

 

El guerrillero humanista, el muchacho que marcha con un gallo en la mano que habrán de preparar al llegar, y con un timbo vacío de gasolina bajo el otro brazo. Son muchísimas las obras. Me gusta de ellas la presencia de la mujer, siempre enfrentada a la dificultad pero llena de esperanza. Resistencia Cultural, un abrazo.

Fotos: Gabriel Ángel

 

Yuheni Izquierdo: “Nos despojamos del fusil y de la ropa militar, pero seguimos en la lucha por un mundo mejor”

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