El representante del Vaticano en Colombia que no quiere al papa Francisco

El representante del Vaticano en Colombia que no quiere al papa Francisco

Ettore Ballestero, nombrado por Benedicto XVI, pertenecía al círculo íntimo del temible y poderoso cardenal Bertone, vinculado a los escándalos del Banco del Vaticano

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septiembre 05, 2017
El representante del Vaticano en Colombia que no quiere al papa Francisco

Una de las últimas órdenes que firmó el papa Ratzinger fue nombrar a Ettore Ballestero, hasta entonces subsecretario de la sección para las Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado del Vaticano, nuncio apostólico en Colombia. Era la forma de protegerlo del escándalo del Banco del Espíritu Santo. El más afectado con esta orden fue el secretario de Estado del Vaticano y camarlengo desde enero del 2006, Tarcisio Bertone. Con la salida de Ballestero no solo perdía a un sacerdote perteneciente a su círculo íntimo, sino que se le caía el puente más firme que tenía con el Banco del Espíritu Santo.

Unos días después renunciaría Benedicto XVI. Las razones que dieron públicamente fue que Joseph Ratzinger quería retirarse a su apartamento de Castel Gandolfo a terminar su monumental hagiografía sobre Jesús de Nazareth. Sin embargo, las razones de su retiro podrían ser más oscuras.

En febrero del 2012, en una visita a China, Paolo Romero, arzobispo de Palermo, le hizo una terrible confesión al cardenal Darío Castrillón Hoyos : “El papa Benedicto XVI morirá en 12 meses”. Los vaticanistas, una vez supieron la denuncia del colombiano, apuntaron como la cabeza del complot a  Tarcisio Bertone. Él se había encargado de alejarlo de todo el mundo, incluso de su círculo más estrecho, lo que se conoce en la ciudad santa como la familia del papa, conformado por el sacerdote alemán George Gänswein, quien es su secretario personal y que estuvo envuelto en un escándalo del cual muchos en el Vaticano estaban seguros era inocente: el robo de unos documentos que pondrían en la luz pública los malos manejos del Banco de Santo Spirito y la terrible guerra interna que protagonizaba Bertone con el arzobispo de Milán y mano derecha de Juan Pablo II, Angelo Scola. El papa era una especie de prisionero de Bertone, quien contestaba hasta sus llamadas de celular y sus faxes. Reventado, agotado, a Joseph Ratzinger no le quedó otro camino que renunciar a sus 85 años, algo que no ocurría desde hacía seis siglos.

Profesor de teología y rector de la Universidad Salesiana de Turín, nombrado por Juan Pablo II en 1991 como obispo para la diócesis de Vervelli, desde donde saltaría al puesto de secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida en ese momento por el cardenal Joseph Ratzinger. A diferencia de Karol Wojtyla, Ratiznger estaba más preocupado por las cosas del cielo que por las de la tierra. Era cerrado, casi tímido y reacio a la política. Por eso le confió el cargo de secretario de Estado a su mano derecha, Bertone. A Angelo Sodano, quien ostentaba el cargo por orden del fallecido Juan Pablo II, no le gustó el cambiazo. Dicen que se demoró un año entero en desocuparle su despacho a Bertone, quien venía precedido de una serie de escándalos: participar activamente en las negociaciones con la iglesia lefevrista, separada de la iglesia por herejía desde hace más de cinco siglos; encomendarle la asistencia de Milingo, un obispo africano que abandonó la fe y se unió a la secta Moon, y el más grave de todos, la supuesta interferencia para manipular a sor Lucía, la centenaria mujer que guardaba el último de los secretos de la Virgen de Fátima, para no revelar lo que la aparición le había dicho.

La baja popularidad que tuvo en sus ocho años de pontificado Benedicto XVI tuvo mucho que ver con los consejos que le dio Bertone. Fue él quien incluyó una frase que caló muy mal entre los jerarcas del Islam. En el discurso que el papa dio en la Universidad de Ratisbona el 12 de septiembre del 2006 condenó la irracionalidad de la difusión de la fe mediante la violencia como lo promueve el Islam. Angelo Sodano, quien ayudaba a construir los discurso de Ratzinger, explotó: sabía que Bertone era el hombre que le había metido la mano al texto con un único propósito, perjudicarlo, sacarlo de la carrera del poder en el Vaticano.

La energía del papa se fue apagando. Los cardenales leales y hasta un hacker intentaron ayudarlo a salir del aislamiento al que lo sometía Bertone, la mano derecha que lo estrangulaba. En marzo del 2012 le habría confesado al cardenal salesiano que quería retirarse a su residencia privada en Castel Gandolfo y terminar allí su monumental hagiografía sobre Jesús de Nazareth. Bertone lo convenció de que aplazara su decisión para tener tiempo de preparar al mundo católico para el mazazo. Lo que intentaba Bertone era tener lista la estrategia para garantizar desde su condición de camarlengo  —quien no solo administra los bienes de la Iglesia sino que también es el responsable de presidir el Cónclave de Cardenales que termina escogiendo papa— que el sucesor de Benedicto XVI fuera de su misma línea: un europeo conservador que mantuviera la política de lavar la ropa sucia en casa como lo había hecho el propio Juan Pablo II y Benedicto XVI.

En todo el 2012 Bertone adquirió más protagonismo. Empezó a dar declaraciones graciosas, como aquella en donde afirmó que estaba de acuerdo con la clonación humana si los científicos podían sacar 12 réplicas de Sofía Loren. Afirmó ser hincha furibundo del Juventus de Turín y que incluso le había propuesto a Benedicto XVI la creación de un equipo de fútbol. Pero las cosas se le saldrían de control con la ida de Ballestero a Colombia y la elección de Jorge Mario Bergoglio como sucesor de Ratzinger.

El 30 de agosto del 2013, Francisco lo destituyó de su cargo. Un año después le abriría una investigación por una cuenta de 60 millones de euros en el Banco del Vaticano que estaría inscrita a su nombre. Además, su nombre aparecería envuelto en la malversación de 15 millones de euros que habrían ido a parar a la productora de televisión Lux Vide, de propiedad de su amigo Ettore Bernabei. Sin embargo, ahí no pararían los escándalos de Bertone por culpa de las investigaciones de Francisco.

En julio del 2016,  el e presidente del hospital infantil de la Santa Sede en Roma, Giuseppe Profiti, y el extesorero Massimo Spina, fueron acusados de malversar 422.005,16 euros para remodelar el apartamento de Bertone en la Ciudad del Vaticano. El lugar de 700 metros cuadrados, 10 veces más grande que la humilde celda de la residencia Santa Marta donde duerme Francisco. En el 2012, Bertone compró el apartamento de arriba que pertenecía Camillo Cibin, jefe de la gendarmería durante el pontificado de Juan Pablo II . La defensa de Bertone ante los cuestionamientos fue decir que habían 300 cardenales en el Vaticano que vivían con más lujos que él. Además, repitió una y otra vez: “Aquí no hay lujos”. A Francisco, el descaro de Bertone lo irritó.

El apartamento del exsecretario de Estado del Vaticano está revestido de maderas de roble en sus paredes y piezas de mármol de carrara en el piso. Gastó 20 mil euros en un equipo de sonido y otro tanto en equipos de aire acondicionado para estar en el clima que le gusta. En su terraza, creó un jardín con plantas exuberantes atendido por las tres monjas que atienden con el cardenal, mientras la influencia de su amigo de confianza y mano derecha, Ettore Ballestero, crece como la espuma. Le acusan de un manejo arrogante y soberbio, al estilo de su maestro en aroma, de la nunciatura con monjas de cuatro congregaciones que manda con verticalidad y distancia. Ha ido conformando una línea de obispos, mayoritaria en Colombia y con jerarcas como el de Cartagena, Monseñor Jorge Enrique Jiménez, a la cabeza, ajena a los lineamientos sociales y abierto a los problemas del papa Francisco, que al menos en Colombia ya han consolidado una mayoría. Será el principal anfitrión de Francisco, pero seguramente guardando la distancia.

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