Recordemos 'El olvido que seremos'

Recordemos 'El olvido que seremos'

Aunque la novela de Héctor Abad Faciolince fue publicada hace más de 15 años, hoy sigue teniendo pertinencia. Una mirada

Por: Carlos David Martínez Ramírez
mayo 28, 2021
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Recordemos 'El olvido que seremos'
Foto: Daniela Abad - CC BY-SA 3.0 / Alfaguara

En El olvido que seremos, la maravillosa novela de Héctor Abad Faciolince, se retrata la visión que tiene de su padre el autor, narra algunos detalles de su vida familiar con los cuales muchos colombianos podrían identificarse; a pesar de tratarse de una familia relativamente acomodada (con lo cual es altamente probable que pocos se identifiquen) se describen cuestiones relacionadas con la violencia política  bipartidista, hasta la violencia guerrillera y paramilitar (con lo cual, desafortunadamente, muchas víctimas, o familiares de víctimas, se pueden identificar).

Mientras leí esta novela tuve la posibilidad de hablar con amigos que viven en Medellín y recuerdan a Héctor Abad padre como un humanista que aportó mucho a la ciudad; lo que me alegro, de alguna manera, en cuanto a que es una persona que no ha sido olvidada. Por otra parte, más que rendirle un homenaje, o pretender recordar sus logros, me parece oportuno traer al presente el recuerdo de algunos aspectos importantes de su vida, o, mejor dicho, relevantes para reflexionar sobre lo que estamos viviendo hoy.

En la familia Abad, descrita en el libro, existía un ambiente que permitió una educación con el carácter conservador de las tradiciones religiosas católicas y, al mismo tiempo, con un pensamiento liberal y humanista que se nutría con las posibilidades de explorar la literatura y diferentes tipos de ideas que el padre del hogar promovía.

Me llamó la atención cómo a Héctor Abad padre era despreciado por la derecha y en algunas ocasiones por la izquierda; particularmente porque en algunas publicaciones que he desarrollado recientemente amigos de ambos espectros (izquierda y derecha, si es que eso tiene sentido hoy) me han reclamado señalándome de radical o tibio; guardando las proporciones, no pretendo compararme, me gustó la defensa que el padre hizo de sus ideas refiriendo la cita histórica “aquellos a quienes los güelfos acusan de gibelinos y los gibelinos acusan de güelfos, esos tienen la razón".

Aunque me identifique con la idea de que el triunfo de la razón debe ser más meritorio que una creencia política anacrónica o fanática, no olvido que la modernidad ya había vendido esta idea y no siempre resultó tan meritoria. Más que verdades ontológicas o metafísicas, necesitamos formas de aplicación de las políticas que beneficien cada vez a más personas en lugar de solo a unas élites, es decir, superar la desigualdad.

Héctor Abad Faciolince cita una de las publicaciones de su padre: “Una sociedad humana que aspira a ser justa tiene que suministrar las mismas oportunidades de ambiente físico, cultural y social a todos sus componentes. Si no lo hace, estará creando desigualdades artificiales (…) [Hablando de los niños en Colombia] desde el nacimiento nacen desiguales. Y no por factores biológicos, sino por factores sociales (condiciones de vida, desempleo, hambre). Estas son verdades irrefutables y evidentes que nadie puede negar. ¿Por qué nos empeñamos entonces —negando estas realidades— en conservar tal situación? Porque el egoísmo y la indiferencia son características de los ciegos ante la evidencia y de los satisfechos con sus condiciones buenas y que niegan las condiciones malas de los demás. No quien ver lo que está a la vista, para así mantener su situación de privilegio en todos los campos”.

Héctor Abad padre resulta asesinado y me cuestiono si no necesitamos más personas como él hoy en Colombia y en el mundo para superar la crisis que atravesamos, y, seguidamente, también me cuestiono si esas “mismas” personas serían asesinadas “nuevamente”.

Me pregunto que pasaría si hoy alguien se declara “marxista en economía” y “liberal en política”. ¿Unos radicales gritarán “castrochavista ignorante” y otros “neoliberal acomodado”?

Me preocupa la vigencia del discurso de uno de los amigos de la familia Abad durante el entierro: “El apego de Héctor Abad Gómez a la idea altamente humanista del credo liberal, lo había hecho flexible y tolerante cuando en Colombia ya solo queda sitio para los fanáticos”.

Esto es lo que me preocupa realmente, no debe preocupar la polarización, que es sana en una democracia cuando las ideas se debaten, lo que está mal es que maten al que piense diferente o al que invite a pensar.

En esta novela, posiblemente por la carga psicológica de la expectativa o por la referencia inicial a la infancia, resulta curiosa la sensación de nostalgia en las primeras páginas; no sé si por la experiencia del autor con la lengua italiana, posiblemente la más cercana al latín de las lenguas romances, o por su madurez como escritor, la prosa resulta envolvente, y, mediante la mirada a la intimidad de una familia, se puede reflexionar sobre la vida de (en) un país.

Quiero agradecer a mis amigos(as) en Lectio, un espacio maravilloso para promover la lectura, creado para compartir textos enriquecedores y reflexiones sin pretensiones academicistas, quienes me ayudaron a leer este libro y a pensar sobre la aplicabilidad de muchas de sus ideas en la actualidad.

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