Acepté la invitación a tomar parte en el homenaje convocado por la Corporación Humanitaria Reencuentros y la familia de Sixto Cabanas, con ocasión del recibimiento de los restos mortales de este, hallados finalmente por la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas. El evento tuvo lugar en el Centro Poblado Mariana Páez, localizado en la vereda Quebraditas, del municipio de Acacías, en el departamento del Meta.
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Allí se reconstruye el antiguo espacio territorial de capacitación y reincorporación, luego de que por obra de las amenazas de las disidencias de las extintas FARC, tuviera que ser movido de la serranía de la Macarena a un terreno que les facilitó la Agencia Nacional de Tierras. Hay un número aproximado de 250 personas que luchan por un futuro mejor para ellas, sus familias y hasta para el partido nacido del Acuerdo Final de Paz.
Las noches del jueves y viernes había llovido a cántaros, por lo que me recomendaron llevar puestas las botas pantaneras. En algún momento, iniciado el acto, mis ojos se volvieron hacia mi pie derecho, cruzado sobre la rodilla izquierda, y reparé en la bota Venus, de las mismas que usé durante décadas en la guerrilla, justo cuando en el altar ubicado enfrente, en el escenario, la fotografía de Sixto Cabanas, de uniforme, parecía sonreírme.
Lo que siguió fue una catarata de recuerdos. Había conocido a Sixto, conocido en las FARC como Domingo Biojó, en la Sierra Nevada de Santa Marta, cuando hicimos parte del curso de ingresos en 1987. Cumplimos con la parte del orden abierto en medio de un torrencial invierno, aprendiendo lo que significaba una pesada maleta a la espalda y un fusil FAL en las manos, mientras ascendíamos penosamente las cuestas, luchando contra los barrizales.
Un lustro después salí para otros lares, dejando a Domingo preso en Barranquilla, cárcel a la que fue a parar por obra de la arbitrariedad cometida por la fuerza pública, que lo acusó falsamente ante los jueces sin rostro, como siempre lo hacía, de haber cometido múltiples barbaridades. Volví a encontrarlo ocho años después, en el Caguán, en la zona de despeje, en los tiempos de los frustrados diálogos de paz con el gobierno Pastrana.
Domingo fue siempre un político, nunca realmente un militar, así el entorno hubiera sido el de una guerra implacable. Educador, organizador de la población campesina, excelente orador. Como su piel era negra, llevaba profundamente arraigadas en su ser las historias de los esclavos cimarrones que fundaron palenques al huir de Cartagena. Por eso el nombre que adoptó, en honor a Benkos, quien fuera bautizado Domingo por sus amos.
En 2010, Lucero Palmera, la compañera de Simón Trinidad, ya prisionero en los Estados Unidos, tenía a la hija de ambos en el exterior, protegiéndola del acoso de la inteligencia militar y sus grupos paramilitares. Un agente colombiano llegó hasta allá a enamorarla, y lo consiguió, en efecto. Aviesamente regaló a la inocente muchachita unas prendas, que contenían un chip localizador. El relato completo lo hizo Jorge Enrique Botero en su libro El hombre de hierro.
Cuando Lucero quiso traer a su hija de visita, al campamento donde se hallaba con sus compañeros en el Putumayo, el agente cuidó que la muchacha llevara las prendas. La misma noche de su llegada, el 19 de septiembre, el campamento fue bombardeado en forma inmisericorde. Allí también se encontraba Domingo Biojó. Él, Lucero, su hija y una veintena de guerrilleros más murieron despedazados. De crímenes así jamás se ocupa la JEP.
Domingo Biojó, Lucero, su hija y una veintena de guerrilleros más murieron despedazados. De crímenes así jamás se ocupa la JEP.
Domingo había ingresado a cuatro de sus hijos a las FARC. Un hombre, Arley, y tres muchachas. Cuando fue enviado al bloque Sur, al Putumayo, sus hijos quedaron en las selvas del bloque Oriental, entre el Meta y el Guaviare. La unidad donde se encontraba asignada Camila, la menor de las muchachas, fue asaltada una mañana por el Ejército. Los guerrilleros se retiraron, combatiendo, entre ellos Camila y su compañero sentimental.
Este cayó gravemente herido tras ser alcanzado por un disparo de fusil. Camila se negó a desprenderse de su lado, y allí murió también bajo el fuego de sus enemigos. Recuerdos así pasaban a toda prisa por mi cabeza mientras seguía el homenaje. El cuerpo de Domingo Biojó había sido localizado por la Unidad de Búsqueda y sometido a todos los trámites forenses y legales hasta su entrega a sus familiares y antiguos compañeros de lucha.
Cantos de la antigua guerrilla de las FARC sonaron toda la mañana, en medio de una enorme nostalgia, no exenta de momentos de dolor, como cuando tomó la palabra el mayor de los hijos de Biojó. Grandes seres humanos fueron devorados por la guerra, y conmovedores dramas tuvieron y tienen lugar entre la antigua insurgencia. Alcanzar el Acuerdo Final de Paz costó mucha sangre. Eso no se olvida, aunque insistan en incumplirlo y pervertirlo.
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