¿Quién se acuerda de la Isla de Tierra Bomba?

¿Quién se acuerda de la Isla de Tierra Bomba?

A 20 minutos de Cartagena, esta isla se encuentra olvidada por el estado

Por: Eduardo Menco González.
noviembre 24, 2014
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¿Quién se acuerda de la Isla de Tierra Bomba?
mincit.gov.co

“Pulio” es el nombre del lanchero que nos esperaba en el sector del Laguito para emprender el corto viaje que nos llevaría a Tierra Bomba. Eran las 12 pasadas del medio día, el sol como de costumbre inclemente y las olas más bien benévolas con quienes pisaríamos por vez primera, segunda o tercera aquella Isla aparentemente normal. El objetivo de la pequeña travesía era precisamente tener un encuentro con los principales líderes “terrabomberos” y compartir con ellos algunas reflexiones acerca de la importancia de la participación ciudadana en los procesos de desarrollo local y en el fortalecimiento de una cultura democrática; esto en el marco de un convenio que están desarrollando Ecopetrol y la Corporación Desarrollo y Paz del Bajo Magdalena.

Escasos 20 minutos tardaríamos en atravesar de un lado a otro; mientras lo hacíamos, los comentarios acerca de la vista que nos proporcionaba el alejarnos de la costa primera no se hicieron esperar: “imponente vista”, “qué belleza”, “parece una pequeña ciudad europea”, “espectacular”, etc.

Llegados a la otra orilla (a la Isla que fuera noticia por su abstinencia a votar en las pasadas elecciones presidenciales) nos esperaban en casa de don Guillermo; un señor ya maduro, progenitor de 15 hijos, y al parecer con una amplia experiencia en el deseo de ver su tierra algún día en mejores condiciones. Mientras saludamos, nos acomodamos y nos refrescamos un poco, conversamos también acerca de cuántos pobladores estarían participando en aquel encuentro que estaba programado iniciar desde las 2:00 pm hasta las 4:00 pm. Precisado este asunto y otros detalles más, una compañera de viaje y yo decidimos subir hasta el puesto de control de la policía, el cual creíamos inicialmente era una casa ocupada por alguna de las familias que habitan las 2020 hectáreas que constituyen ese territorio insular.

Para llegar a la estación debemos subir por un camino lleno de escalas, las cuales en la medida en que van quedando atrás nos van proporcionando una vista increíble, en especial una vista del sector de Boca Grande y el Laguito. Al llegar, un poco fatigados por efectos de la temperatura, aquella panorámica se deja sentir de una manera casi mágica. Las manos en la cintura y la respiración más acelerada de lo habitual hacen de preámbulo para que los ojos se dejen sorprender por aquel cuadro que pocas veces el foráneo tiene posibilidades de contemplar en su cotidianidad. Nos quedamos unos 15 minutos tal vez mirando hacia el horizonte, y en mi mente estaba fija la imagen de aquella mancha blanca conformada por el conjunto de edificios terminados y por terminar que hacen de aquel sector de la ciudad amurallada un atractivo placentero. Tomando agua de una bolsita bajé con mi compañera Any; ambos coincidimos en que aquella experiencia de ver a Cartagena desde Tierra Bomba es única.

Reuniéndonos con el resto de la comisión nos dirigimos hacia las instalaciones de la Institución Educativa; allí, en una de las aulas, tendríamos la oportunidad de ver al grupo de pobladores que participaría del taller. Poco a poco fueron llegando y ocupando su puesto, sin antes recibir el respectivo saludo de bienvenida. Hacia las 2:15 pm ya el salón estaba lleno y todo dispuesto para iniciar nuestra actividad. Aún tenía la imagen aquella que tanto placer me regaló la madre naturaleza cuando al pararme frente a aquel grupo, todos afrodescendientes, de repente percibí una sensación de tristeza en las miradas de aquellas personas. No me pregunten cómo fue eso, solo les puedo decir que sentí en aquel grupo de ojos una sensación de desolación y de opresión bastante dicientes.

Iniciamos el taller y en la medida en que íbamos avanzando fuimos entrando en confianza ambas partes, lo cual ayudó a que el encuentro se desarrollara positivamente. Hubo tiempo para risas, charlas, alguna dinámica, asimilación de conceptos, disertaciones y un conjunto de fuertes críticas dirigidas ellas a la administración distrital y a algunas empresas privadas, pues según los líderes terrabomberos a causa del olvido de aquellos, la Isla se encuentra sumergida en una profunda crisis de abandono.

Después de escucharlos empecé a comprender por qué  la mirada de mis nuevos amigos reflejaba tanta tristeza; su Isla, esa misma que en algún momento quisieron vender a particulares con el aval de algún alcalde, lleva años luchando resistentemente por hacer valer sus derechos. No siempre ha sido fácil, de hecho todo el tiempo la dificultad los ha acompañado. Varios de sus líderes se esfuerzan por hacer valer los intereses de todos; su sueño es que los políticos entiendan que Tierra Bomba “está a la otra orilla” como dicen; que su tierra también merece ser tratada con suficiente dignidad, y que poco a poco se han ido cansando de tanta mentira y engaño de parte de quienes son solo administradores de los recursos públicos, recursos que también les pertenecen a ellos.

El encuentro terminó. Lo líderes regresaron a sus casas y nosotros hicimos lo propio. Mientras tanto yo quedé con una sensación de amargura y desasosiego después de pensar cuán engañados estamos al creer que Tierra Bomba es un excelente lugar para mirar a Cartagena. Mi mirada (como la de muchísimos otros seguramente) contrasta totalmente con la mirada de aquellos pobladores que tienen la oportunidad de mirar lo mismo que nosotros; sin embargo ellos lo hacen desde la necesidad de conformarse con lo poco que les dan y desde la obligación que tienen muchos de ir a trabajar a la ciudad como empleadas domésticas o vendedores ambulantes.

Pulio nos trajo de regreso al laguito y mis ojos no abandonaron nunca aquella Isla; mientras observaba recordando aquellos rostros y ojos tristes corroboré que ciertamente Cartagena se ve hermosa desde Tierra Bomba; sin embargo, creo que Tierra Bomba tiene una belleza en sus gentes que le falta a Cartagena, sobre todo a sus dirigentes: la belleza de la sensatez, la honestidad, la sencillez y la humildad.

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