¿De quién es la culpa de la corrupción en Colombia?

¿De quién es la culpa de la corrupción en Colombia?

El país se encuentra entre los menos transparentes del mundo, según el índice de Paz Global y el índice de Percepción de la Corrupción

Por: Andrés Felipe Puentes Díaz
agosto 19, 2016
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¿De quién es la culpa de la corrupción en Colombia?
Foto: Archivo Vanguardia.com

Hace un poco más de 19 años, Jaime Garzón efectuó en la Universidad Autónoma de Occidente (Cali), tal vez el más magnifico de todos sus discursos. De allí salió regañando más de uno y motivando a los jóvenes (los que hoy llevan las riendas del país) para que transformaran a Colombia. Nada pasó.

Claro está que no podemos desmeritar los significativos avances que ha tenido la nación (o al menos eso indican las cifras). Mientras el IDH (Índice de Desarrollo Humano. Una herramienta utilizada para medir la calidad de vida de las personas de determinado territorio) de 1990 nos señalaba con un puntaje de 0,596 (el de otros países, como por ejemplo Suiza era de 0,829, o el de nuestro vecino Brasil 0,612), en el 2014 ya habíamos llegado a 0,720, con una posición global de 97 (entre 187 países).

Lo mismo pasó con el PIB (de 80.788 Millones de € en 1999 a 284.262€ en el 2014), el Gasto Público (representando el 28,08% del PIB al 29,45%), las exportaciones (10.860,8 M.€ en 1999 Vs 32.168,3 M.€ 2015) y demás indicadores económicos.

En lo que si nos rajamos, tanto cuando Garzón entonó sus palabras, como hoy, (entre otras tantos como el índice de Paz Global, el Ranking de la Brecha de Género y un largo etcétera) fue en el índice de Percepción de la Corrupción. Para 1995 este era de 34 (Siendo 0 lo más corrupto y 100 la transparencia). En el 2015 obtuvimos 37. Similares resultados arrojó e Barómetro Global de la Corrupción: poco o nada cambió.

Si bien estas cifras no se pueden leer aisladamente, si sirven para determinar lo grave que estamos en Colombia con respecto al tema de la corrupción. La percepción ciudadana es preocupante, y por las calles, ya por fuera de cualquier índice, la indignación frente a los grandes escándalos es impresionante. Los “sobre costos” de Reficar, la precaria y grotesca alimentación escolar de los niños en las escuelas oficiales, la crisis cada vez más inminente en el departamento de la Guajira, son sin excusa los más grandes escándalos que ha tenido el sector público en los últimos meses. Pero entonces, ¿De quién es la culpa?

“Ah, de los políticos” dice el ciudadano de a pie. Y por supuesto, imposible no señalarlos por todo lo que se ha podido (y lo que no) “destapar”. Pero, ¿tenemos autoridad moral para criticarlos?

Mientras los Moreno montaban en la capital un carrusel de la contratación, el ciudadano atónito le pagaba a un oficial de tránsito para que no lo multara por una infracción que él había cometido, o sobornaba a un funcionario público para que le acelerara un proceso, o buscaba, de cualquier forma, saltarse la normatividad que considera no le favorece.

¿Es la corrupción algo exclusivo de las élites? No. Como tampoco lo es la responsabilidad de cambiar a Colombia. No tenemos ningún derecho de salir a las calles a protestar por el mal manejo (robo) del erario público, cuando nosotros hacemos exactamente lo mismo a pequeña escala. ¿Qué clase de lógica bizarra es esa?

Aquí no se trata de ir al ruedo como político y así tomar el poder por nuestra cuenta. Tampoco de irse de voluntariado a la Guajira a transportar agua para las comunidades que la carecen (perfecto sería). Basta simplemente con ser honestos al momento de desempeñar nuestras acciones del día a día, dejando a un lado la creencia de que el problema de Colombia son sus políticos, y reconociendo de una vez por todas que somos nosotros.

Con lo anterior y los 17 años y pocos días de la muerte de Jaime no sobra recordar una de sus célebres frases: “entonces uno les dice: ‘hermanos, hay que ponerse en la onda de transformar el país, de cambiarlo’ y dicen ‘no, es que no hay líderes’, ¿ustedes qué están esperando? ¿Qué vengan a solucionar el problema que somos nosotros mismos? Si ustedes los jóvenes no asumen la dirección de su propio país, NADIE, va a venir a salvárselos, NADIE, NADIE”.

Nos faltó y sigue faltando cultura ciudadana, transparencia, y honestidad. Pero por sobre todo, coherencia. Podemos hacer algo  mejor que esto.

 

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