¿Quién es el rey? ¿Quién lo elige?
Opinión

¿Quién es el rey? ¿Quién lo elige?

¿Sabe usted quién es Jack Dorsey, el rey que calló al reyecito Trump? ¿Queremos realmente que los dueños de Twitter, Facebook, Amazon, Apple, Google puedan decidir quién habla y quién no?

Por:
enero 17, 2021
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Decía Naval Ravikant -un inversionista exitoso en varios negocios tecnológicos- que, si uno puede silenciar a un rey, entonces uno es el rey. Comentaba, por supuesto, la decisión de Twitter de bloquear a Trump. Pensando en asuntos de reyes, recordé esta historia de la Roma antigua, narrada por Robert Greene: un grupo de hombres temía que Julio César iba a volver su gobierno una dictadura, para establecer luego una monarquía. En el año 44 antes de Cristo, decidieron entonces matarlo para restaurar la República. En el caos que siguió, Octavio, el sobrino-nieto de Julio César, asumió el poder. Y suspendió la República, estableciendo una monarquía de facto. Después de la muerte de Julio César, quedó claro que nunca intentó establecer una monarquía. Los romanos que lo asesinaron trajeron justamente lo que habían tratado de evitar.

Ya es políticamente incorrecto decirlo, por lo menos en las redes, pero las reacciones al bloqueo de Trump parecieron polarizadas. A la policía de las redes le choca la expresión “polarización”, pero, a veces, toca usarla. Por un lado, estaban quienes celebraban que se le quitara el megáfono al “hombre más poderoso del mundo” que detestan, ya no solo porque evidentemente es un megalómano sin mayor preparación para gobernar, sino porque, aunque Twitter apenas lo descubrió ese día, es evidente que su retórica produce violencia física. En Colombia sabemos bien eso del corto camino que hay entre la violencia verbal y la violencia física. Por el otro lado, estaban quienes protestaban la decisión, por alguna razón que iba desde la defensa de la libertad de expresión hasta los seguidores de Trump que coinciden sus planteamientos, como los miembros del gobierno del presidente Iván Duque.

Con sorpresa, noté que, en medio de la calentura de las opiniones rápidas, no encontraba un análisis que trascendiera la decisión del instante. Es decir, ni de un lado ni del otro, más allá de la celebración o la protesta, estaba una idea, una hipótesis de cómo podía seguir lo que ahí había empezado. Y, quizás en lo que podría considerarse una muestra más de tibieza, en los primeros momentos del debate, descubrí también que yo no estaba seguro qué opinaba. Mi sesgo inicial es usual: siempre confío en “la gente”. Será la ingenuidad. Pero, viendo el desastre que armó Trump, en donde ya van 5 muertos, pensaba que lo más importante era que mantuviera su plataforma para que “la gente” viera la tragedia y se alejara. Así pasaba al menos con algunas personas de su gabinete y su vicepresidente. Además, si Trump venía promoviendo odio y violencia desde hace años, si Twitter le había dado toda la visibilidad para ese discurso, parecía hipócrita que justo cuando se derrumbaba, justo cuando los demócratas retomarían el poder, ahí sí, ya no podía usar más la plataforma.

En esa línea, empezaron algunos a notar que cómo era posible que sacaran a Trump y no a Jamenei – el líder supremo de Irán- o a Nicolás Maduro – presidente de Venezuela-, o a tantos otros que cargan más de cinco muertos a cuestas. Lo obvio: resulta que a Twitter le importa, en primer y casi único lugar, Estados Unidos. En estos lados, por esos días, seguían en la plataforma Iván Márquez y Santrich sin problema. Se podrán imaginar lo que le importa a Jack Dorsey – el CEO de Twitter- lo que pueda pasar con Márquez y Santrich. Vinieron entonces las respuestas, razonables: unos, citando a Popper y su paradoja de la tolerancia, argumentaban que no se podía tolerar a los intolerantes, menos a estos que tienen tanto poder, otros dirían que por algo se empieza, que más vale tarde que nunca.

El asunto siguió escalando, Twitter ha venido cancelando más cuentas – ¡las de Márquez y Santrich! -, Facebook - desde donde se incitó un genocidio en Myanmar en 2018- también canceló a Trump, y, luego, Amazon, Google y Apple destruyeron la aplicación Parler, muy popular entre la derecha y la extrema derecha gringa. Algunos buenos argumentos han venido desde ambos lados: resulta que el problema es difícil y, por lo tanto, es muy poco probable que haya una verdad en blanco y negro, justa e imparcial. No se trata de un teorema, que se demuestra o no.

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Prefiero, sin duda, enfrentar a poderes elegidos por algún procedimiento democrático y con actuaciones que puedan ser evaluadas de manera transparente

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Yo, en medio de mis dudas, trato de escuchar y entender las diversas posiciones. Por supuesto, la duda no debe convertirse en una excusa para no tener una postura propia indefinidamente. Que sea difícil, tampoco. A lo mejor era inevitable sacar a Trump de las redes sociales. Ya que lo habían dejado llegar hasta donde llegó -y no me refiero a la presidencia, que ganó limpiamente, sino a usar unas plataformas para difundir mentiras peligrosas-, permitirle seguir seguramente aseguraba más violencia. Probablemente, mi confianza en que la “gente” iba a reaccionar y no iba a matarse por defender las ideas de Trump, también estaba errada. Sin embargo, no puedo dejar de pensar entonces en quiénes son los reyes de verdad, quiénes los de mentiras, y en los romanos que tomaron decisiones sin pensar en lo que pasaría después.

¿Realmente queremos que los dueños de Twitter, Facebook, Amazon, Apple y Google puedan decidir quién habla y quién no? Lo que pasó con la aplicación Parler demuestra que el argumento que son empresas privadas que no obligan a nadie y que cada quien puede hacer lo que quiera en internet es, por lo menos, dudoso. Estas compañías tienen un monopolio en buena parte de los servicios de internet y de las comunicaciones. ¿Sabe usted quién es Jack Dorsey, el rey que calló al reyecito Trump? Prefiero, sin duda, enfrentar a poderes elegidos por algún procedimiento democrático y con actuaciones que puedan ser evaluadas de manera transparente. Saber quién es el rey y, sobre todo, quién lo eligió.

En esta ocasión, callaron al que a mí no me gustaba que, además, es un peligro para la sociedad. Quedan millones de sus seguidores en las calles, ahora más enardecidos. El intentará darle la vuelta a la historia, para quedar como un mártir. Esa habilidad sí la tiene. Ojalá, así no nos hayan explicado, los reyes de verdad hayan pensado cómo seguiría el juego. Y yo, compartiendo estas ideas desde un país que a ninguno de esos poderes importa, a través de las mismas redes sociales que estoy criticando. Sin ellas, usted no habría llegado a esta línea. Qué paradoja.

@afajardoa

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