Estamos viviendo, indudablemente, uno de los momentos históricos de gran importancia para la transformación de la humanidad. En este tiempo presente en nuestro planeta la naturaleza misma nos ha invitado al silencio, en medio de esta pandemia por el COVID-19 estamos confinados mientras la contaminación, la destrucción del planeta, las invasiones de los espacios a los animales están tomando una tregua de la mayor peste que los acecha: el hombre. La naturaleza respira mientras miles se ahogan por el virus.
Vemos todo lo que está ocurriendo y será posible que todo pueda seguir igual a como venía siendo: un mundo herido depredado sin control, sobrepoblado, lleno de vanidades, de búsqueda de poderes a cualquier costo, de pobreza, desigualdad, corrupción, de odio, egoísmo y maldad.
Hasta hoy van miles de muertos que día a día observamos en los medios con un temor y una angustia latente al ver que las cifras de muertes van en aumento hasta en las grandes potencias mundiales (cuyas economías están al borde del colapso y China se consolida como la gran potencia); en lo personal me estremece el alma cada día ver que la muerte se está dando un “festín” del que parece ser insaciable y frente al que estamos en indefensión, entonces pienso “podría, si así lo quiere Dios, estar en esas cifras un día” ahora me siento saludable y libre de todo peligro, pero si muriera mañana por la pandemia o por cualquier razón estaría muy lista para ver la muerte a los ojos y usted, lector, ¿ está preparado para morir ahora mismo?
Lo de los “virus asesinos sin control” no son nada nuevos para la humanidad, han existido otras pandemias letales, como la peste negra, la gripe española, el cólera, obviamente en ninguna habíamos vivido, ahora que estamos aquí, asustados, es absolutamente obligatorio para la conservación de nuestra especie animal(es lo que somos, unos animales, los que están más arriba de la cadena alimenticia en comparación con otras especies) revisar qué estamos haciendo mal, ¿acaso influyen en estas pestes la pobreza, la mala distribución de riquezas, el descontrol natal, la superficialidad de la sociedad y el valor que le damos los bienes materiales y a los bienes espirituales? Mi respuesta es sí.
Como seres humanos conscientes de nuestra fragilidad y sabiendo que debemos dejar un mundo mejor debemos aprender de nuestras dificultades y a una sola voz hacer un llamado a la trasformación de un nuevo orden mundial, es necesario empezar a reclamarlo, una nueva humanidad en el ámbito político, económico, social, ambiental, educativo, religioso. Este nuevo orden no debe ser impuesto por los grandes empresarios, los dueños del mundo, no, este nuevo orden debe ser producido por un grupo de espíritus elevados, ellos deben ser personas preparadas en todas las ciencias del conocimiento humano, los genios.
Pero temo que el mundo es tan grande y estamos tan divididos unos con otros que esta unión que planteo es una utopía y es aquí donde me pregunto, entonces, ¿quiénes sí están siendo conscientes de que estamos atravesando una época de caos y cambios? Ellos, los dueños del mundo.
En ese caso, el mundo seguirá, no igual que antes, tal vez, peor, con más concentración exagerada de riquezas, con más pobreza, con más inhumanidad, estamos lejos, muy lejos de una sociedad verdaderamente humana.
El virus, queridos lectores, es uno de los tantos problemas que tenemos encima, ¿Cuándo acabará, podremos estar confinados hasta un año o para siempre? ¿tendremos todavía la inconsciencia de pensar que todo seguirá igual que antes? El mundo está cambiando, es un fluir constante hacia no sabemos dónde.
