El gobierno de Japón acaba de crear el Ministerio de la Soledad para atender la crisis originada por el gran aumento de suicidios que se ha presentado durante el año pasado en el país nipón. El tema es de tal proporción que, en el año 2020, se presentaron 20.919 víctimas por este flagelo, de las cuales solo en octubre hubo 2.193; cifra ligeramente mayor si se compara con los fallecidos por COVID-19 durante todo el año, los cuales alcanzaron los 2.087, según el ministerio de salud (siendo los niños y las mujeres los que representaron el mayor porcentaje).
Sin embargo, esta iniciativa no es nueva, en enero de 2018, la primera ministra del Reino Unido, Theresa May, había autorizado la creación del Ministerio de la Soledad, al convertirse esta problemática en un tema de Estado, afectando al 13.7% de la población, aproximadamente 9 millones de personas de los 66 millones de habitantes. Aunque este fenómeno no distingue edades en el Reino Unido, los más afectados son los adultos mayores, donde según datos estadísticos la mitad de ancianos con edades superiores a 75 años, viven solos, es decir, unos 2 millones de personas.
Así pues, la creación de este ministerio es la materialización de una idea planteada por la parlamentaria laborista Jo Cox, asesinada en junio de 2016, antes del referéndum en el que se votó la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Cox había creado una Comisión de la Soledad para tratar con este tema.
En Estados Unidos, en un sentido más amplio, la organización privada Brookings —integrada por un grupo de expertos y dedicada al análisis de políticas públicas a nivel nacional—, en su estudio denominado La crisis de la desesperanza en USA, ha indicado que un año antes de la pandemia, las muertes (suicidio, sobredosis de drogas y envenenamiento por alcohol) llegaban a los 70.000 (no se precisa la tasa de suicidios). Con esta información disponible, le propuso al presidente Joe Biden la creación de una comisión nacional para enfrentar de forma coordinada dos temas relevantes.
Por un lado, las políticas sobre las drogas. Por otro, la estructuración de un “Indicador de vulnerabilidad”, que visualice y rastree la influencia de este en el bienestar y en las muertes por desesperación. Vale aclarar que la desesperanza es un estilo atribucional que consiste en una tendencia a hacer inferencias negativas sobre las causas, consecuencias e implicaciones que tiene una persona sobre sucesos negativos que ha vivido.
Según datos de la OMS, el suicidio es la segunda causa de muertes a nivel mundial entre jóvenes de 15 a 29 años, registrándose en promedio por año la alarmante cifra de 800.000, uno cada 40 segundos.
En Colombia, entre enero y octubre del año pasado, se quitaron la vida 2.182 personas, según datos preliminares del Dane; esto es 173 menos que en el mismo periodo del 2019, con 2.355. Sin embargo, no hay estadísticas asociadas a la soledad, y menos aún que se contemple la creación de un ministerio para tal fin.
¿Pero qué puede estar originando tal crisis en la salud mental de miles de personas? Los mayores culpables son: el distanciamiento social, el incremento en el desempleo, los altos niveles de ansiedad, la incertidumbre ante el futuro, la soledad tecnológica por el aislamiento que esta ocasiona, el teletrabajo, el desmedido uso de celulares; a pesar de estar hiperconectados, las relaciones interpersonales se han visto notablemente disminuidas.
Tal y como señalan diferentes estudios, la carencia de compañía puede acarrear consecuencias directas para la salud como afecciones mentales, alimentarias y hasta cardiacas. A esto se le suma la crisis desatada por la pandemia como causante directo del incremento en las cifras de suicidios.
Queda claro que la soledad no es una buena compañía, salvo que se haya adoptado como opción de vida, y que las relaciones interpersonales, la comunicación directa, y una estrecha amistad, pueden generar unos lazos de fraternidad tan fuertes, que nos pueden ayudar a vencer cualquier dificultad.
