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Noticias de la otra orilla

Por:
octubre 08, 2016
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La cosas empezaron mal cuando el domingo, a la desgracia de unas elecciones envenenadas de todo tipo de sustancias mentirosas, relacionadas con la política, la religión, los prejuicios sexuales, y la ignorancia como caldo propicio, se le sumaba, como castigo mitológico de un dios politiquero, los coletazos de un huracán con dientes que dejó estragos e inundaciones a su paso, e impidió que en el Caribe colombiano, donde votan más de dos millones de ciudadanos, muchos no pudieran llegar hasta sus sitios de votación.

Las consecuencias fueron claras en las urnas, pero ante el delirio de los ganadores y la depresión de los perdedores, a muy pocos se les dio por hacer una lectura seria de lo que había significado el voto en la empapada y triste geografía de nuestros departamentos.

La suerte estaba echada y no valía la pena quedarse respirando por la herida. El país estaba dividido a mitades y la abstención, superior al 60 %, redondeaba la desgracia y la vergüenza de un país que no solo votaba rechazando la opción de paz del Acuerdo, sino que decidía no votar en absoluto; o peor, marcaba erróneamente para invalidar el voto. ¿Ignorancia o maldad? Averígüelo Vargas.

Y como era muy fácil de suponer, ante una coyuntura como esta, los dos pedazos de Colombia declarados enemigos acérrimos, los del Sí y los del No, procedieron a destrozarse en las redes sociales, en babeante rabia, por suerte no en las calles de nuestras ciudades y en nuestros campos, todavía húmedos de sangre de la vieja y la nueva violencia.

Los del No, eufóricos y dichosos, en un trance de inusitada conmiseración, en solos y a coro, dejaron claros su amor de patria, su disposición a dialogar, sus prudentes objeciones al Acuerdo de Paz, y ante todo, la proposición de algunos puntos que de alguna manera estaban ya plasmados en los términos del Acuerdo. Es decir, el triunfo se los encontró sin nada serio ni específico que decir acerca de lo acordado por el gobierno y las Farc.

Mientras tanto, en los medios seguía el cruce inmisericorde de disparos verbales desde todos los rincones.

Solo una cosa empezó a hacer la diferencia en el desconcierto y la confusión. Los jóvenes en las universidades y los estudiantes en las calles, más allá de las rencillas políticas y personalistas, se dieron a la tarea de ir generando formas multitudinarias de manifestación pacífica exigiendo diálogos inmediatos y acuerdo ya.

Surge entonces la cita en palacio de opositores y gobierno para bajarle el tono a las declaraciones públicas y al debate en los medios que permitieran mirar las cosas con más claridad y se empezaran a oficializar los pros y contras que los partidarios del No tenían al Acuerdo negociado en La Habana y firmado en Cartagena apenas ocho días antes.

Pero nada. Parece ser que la reunión en palacio fue un desacierto porque en cuatro horas de conversaciones no salió nada en claro, y el fracaso fue atenuado con declaraciones tibias y bien intencionadas por ambas partes. Tensas manifestaciones de falsa buena voluntad y de prudencia.

 

De pura euforia y megalomanía,
al senador uribista  se le dio por irse de boca revelando
todo el juego sucio con el que habían manipulado  a los electores del país

 

Pero aún faltaba lo mejor. O lo peor. Todavía andaba el run-run de lo sucedido en Palacio cuando el senador uribista Juan Carlos Vélez, obnubilado por el triunfo del domingo y por el claro ascendiente político que la ganancia daba a la oposición, se le fueron las luces en una entrevista concedida al diario conservador La República en el que así, sin más, de pura euforia y megalomanía, se le dio por irse de boca revelando todo el juego sucio con el que muy estudiadamente habían manipulado e inducido a los electores del país acudiendo a la desfiguración, la caricatura, la calumnia y la mentira alrededor de puntos clave del acuerdo.

Y allí fue Troya otra vez. El bocafloja quiso enderezar la cosa ante los regaños y desautorización de Uribe, pero la verdad estaba grabada. Entonces renunció al partido y confesó que Uribe sí estaba enterado y que se había hecho porque el gobierno había actuado también con ventajas.

Las consecuencias de esta tremenda confesión de parte de un delito contra el elector ha movido a algunos sectores a la acción de interponer los recursos de ley a que haya lugar para que sean las máximas autoridades judiciales las que califiquen estos hechos y actúen en consecuencia.

Y ayer viernes, cuando se anunciaba en los medios que un nuevo coletazo de otro huracán en el Caribe volverá a tocar costas de este país, una noticia temprana amanece en este complicado paraíso: el presidente Juan Manuel Santos ha sido galardonado con el Premio Nobel de la Paz. Como para darle con una piedra en los dientes a todos los que no han visto nada bueno en un presidente que sí ha trabajado por la paz de este país. ¡Tá bueno!Etiquetas; Juan Manuel Santos, Nobel de Paz, Juan Carlos Vélez, marcha estudiantil paz, triunfo del No

 

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