Es una constante histórica que los gobiernos socialistas fracasan, y fracasan principalmente por dos razones: 1) la imposibilidad del cálculo económico sin precios de mercado reales, y 2) la ausencia de mecanismos para producir solo lo que los consumidores realmente quieren. El socialismo adicionalmente zozobra porque es incapaz de instaurar los incentivos correctos. Un analista del Instituto Mises recientemente señalaba: “Los regímenes socialistas en general también se enfrentan a un «problema de incentivos».
En las sociedades libres, o en el sector privado en general, se incentiva a cada empresario para que sea lo más productivo posible y reduzca al mínimo las ineficiencias, ya que posee o mantiene la riqueza o las pérdidas adicionales. Por otro lado, el funcionario o burócrata recibe el mismo pago (capacidad de consumir) independientemente de que su departamento haya hecho un buen trabajo (producido mucho) o no, y tampoco está arriesgando su propia riqueza, ya que proviene de los contribuyentes. En otras palabras, los regímenes socialistas son monopolios nacionales que carecen de los incentivos innovadores de los sistemas competitivos.”
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Hoy, la China, que abrazó el capitalismo sin reservas, crece entre el 6 % y 10 % anual y logró sacar a cerca de 800 millones de personas de la miseria
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El experimento de la China de Mao con el socialismo fue caótico y no logró realizar la ansiada transición al desarrollo y la prosperidad. Solo empezó la China a salir del subdesarrollo cuando murió Mao y asumió las riendas Deng a finales de los setenta. Bajo el manso innovador de Deng China rompió con el socialismo en lo económico y se aventuró cautelosamente por el camino del desarrollo basado en el mercado. En la China, que era una de las sociedades más igualitarias del mundo, reinaba la miseria, y más del 30 % de la población vivía por debajo del umbral de pobreza. Hoy, la China, que abrazó el capitalismo sin reservas, crece entre el 6 y el 10 por ciento anual y logró sacar a cerca de 800 millones de personas de la miseria, convirtiéndose –con base en haber sustituido al socialismo por el capitalismo- en la segunda economía del mundo.
El último país en abandonar el socialismo es Venezuela. Como recientemente lo reseñaba un artículo de prensa, “Desde el año pasado, el dólar estadounidense se ha convertido en la moneda no oficial de Venezuela que aparece en menús de cafeterías y tiendas cercanas al palacio presidencial. Al otro lado de la capital, las bodegas llenas de champan francés, salmón sellado al vacío y queso italiano aparecieron donde las tiendas en bancarrota habían estado antes. El bolívar, la moneda oficial, se ha vuelto inútil a lo largo de años de hiperinflación. “Lo que hemos visto es una permisividad, no una liberación. Existe un marco legal de controles, pero no está activo”, asegura Tamara Herrera, economista jefe de la consultora Síntesis Financiera, con sede en Caracas. “La necesidad llegó por coerción debido a las sanciones. Es preocupante que la Asamblea Nacional Constituyente haya circulado esa gaceta con un contenido punitivo. Muestra voracidad fiscal y esa vocación punitiva que tiene el gobierno”.
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Al menos la mitad de las transacciones en Venezuela ya se hacen en dólares, mayormente en efectivo
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¿Y por qué Maduro, un socialista convencido, ha abandonado el socialismo? Asdrúbal Oliveros, economista y director de la firma Ecoanalítica, ha explicado que el Estado ha relajado los controles de precios así como los permisos de importación, vista su propia incapacidad de mantener los esquemas de actuación habituales cuando tenía una chequera abultada y el país no sufría tantas sanciones. Según varios estudios, al menos la mitad de las transacciones en el país ya se hacen en dólares, mayormente en efectivo. «Eso ha permitido que quien antes no tenía dólares ahora pueda tener algo, y esto se ha reflejado en el consumo». Estas decisiones no han sido una gracia liberal de Maduro, ni mucho menos de los socialistas que lo rodean, sino algo obligado por las circunstancias.
Otro salvavidas para poder “dolarizar” la economía han sido las remesas que le permiten a muchos venezolanos comprar en dólares. Según Ecoanalítica, las remesas que han ingresado en Venezuela van en aumento. Con más de 4,5 millones de venezolanos emigrados, según datos de Naciones Unidas, y pasado tiempo desde que partieron –por tanto ya muchos han logrado estabilidad en su nuevo país–, las remesas han aumentado más de 4 veces. En 2016 promediaban en el año 780 millones de dólares. La estimación para el cierre de 2019 es de 3.500 millones de dólares.
Los sistemas económicos socialistas son fábricas de miseria. La única forma de abandonar la miseria es abrazar el capitalismo. El que no lo crea, pregúntele a los chinos y a los venezolanos
