Si quieres tener buena ortografía, será indispensable que leas buena literatura. Lee novelas, cuentos, ensayos, poesías, artículos y estas notas. Lee por deporte mental, arte de birlibirloque o cualquier otro motivo emocional. De seguro hay, al menos, una liliputiense biblioteca en tu vivienda y habrá libros que solo habrás hojeado. O puedes solicitar ejemplares a una biblioteca pública o privada cercana de la que tengas carné, los cuales te podrían llegar a domicilio. O realizar una compra en librerías o en el mercado de las pulgas. O apelar a tu computador o tu táblet. O a un libro electrónico, es decir, un e-book.
Podrías consumir un libro cada quince días. Considero, de manera personal, que es el mínimo contable para autoproclamarse lector con todas las de la ley. Hablando de ley, aprovecho para decirte que siempre hay una vigente que impulsa, a bombo y platillos, una “gran campaña nacional de lectura” que, por desidia estatal, se queda en la impresión de los afiches, es decir, en tilín tilín y nada de paletas para la mayoría y que, en últimas, es pura letra muerta.
La práctica constante de la lectura te permite repetir y volver a repetir la presentación de muchísimas palabras y, por ende, anclas mejor su grafía en el prodigioso puerto de tu memoria.
Consultar las palabras sobre las que tienes dudas afianza también una correcta escritura. Antes teníamos a mano un diccionario tamaño libro-gordo-de-Petete, o sea un “pequeño” Larousse. También gruesos y pesados tomos de una enciclopedia. Hoy basta abrir cualquier buscador de internet, y ¡zas, de una, pin pras!, tienes a la vista acepciones, sinónimos, ideas afines, etc.
Otro punto sobre el tema, menos tenido en cuenta, es el de lograr que los anuncios publicitarios, que en calles y centros vemos por doquier, cumplan las normas de marras. Por lo general son 1A en tal sentido, pero hay otros..., ¡que hasta los logos vienen con errores ortográficos!
Veamos un caso específico: el cumplimiento de la norma según la cual todo nombre propio debe ir con letra inicial mayúscula. La Real Academia Española, RAE, que es la autoridad non plus ultra sobre reglas de la lengua, así lo ordena. Una definición de nombre propio es: sustantivo que se usa para designar personas, lugares, eventos, empresas o cosas con un nombre singular.
Te cuento: esto les ha importado un pepinillo a ciertas empresillas y entidaditas. ¿La prueba reina? Observa esta larga retahíla de compañías privadas:
éxito, kokorico, efecty, familia, haz de oros, surtitodo, invámer, oma, tennis, nutresa, terpel, imusa, huevos kikes, samurái (¡ponle tilde!), distrihogar, deli, siesua, exalta, alfombra roja, óptica colombiana, active, carini, coreway, exiplast, fantasía, caffit, bioquigen, servibarras, fricar, complot groupe, co´coon, aqua blue, agrofrut, colore, petys, pomys, astral, modum, vacation, mimo's, extra, actimac, etc., etc., etc. ¿Lo ves? Infringen la ley y nadie les llama la atención.
Cabe hacer entonces un fuerte llamado de atención a los dueños de estos establecimientos comerciales para que corrijan los horrores de grafía en sus logotipos. ¡Hey, tú! Sí, tú, directiva equivocada, rectifica tu pifia, desliz, lapsus, impropiedad, yerro, ligereza, anacronismo, falta, desatino, inexactitud, desacierto, gazapo, inadvertencia, coladura, mejor dicho, tu cagada, y mayusculiza tu marca, porque de aquí en adelante podría aparecer más de un simpatizante de la Confederación Colombiana de Consumidores dispuesto a boicotear tu mascarón de proa empresarial y, de contera, tus productos o servicios.
Lo digo en serio. Mira que una insignificante bola de nieve puede terminar en avalancha y que un tifón en China pudo haberse formado por el aleteo de una mariposa en Argentina. Metido a juez y parte, como se acostumbra por estos lares, les doy el resto de este año para que reparen sus sellos. Si no, en el electoral año 2022 saldré a comprar solo a almacenes con logos cumplidores de las cervantinas leyes del castellano puro y llano. Ya dejemos quietos a los privados y pasemos a entidades estatales.
ecopetrol. Así, con la letra inicial minúscula. De entrada, para que resalte, puesto que otra norma del idioma ordena que todo comienzo de oración debe ir con mayúscula. En un antiguo emblema tenía un tunjo, o sea una figura antropomorfa muisca, y la palabra iba en mayúsculas. O sea todo bien. Pero quién sabe a qué sabiondo le pareció aborigen-simplón, ñero-corroncho o quién sabe qué cosa ese símbolo anterior y dispuso la minuscalización total del apelativo de esta empresa petrolera de la que todas y todos los colombianos somos propietarios así no tengamos ni media acción. Quizás, a pasos agigantados neoliberales, el sabelotodo también empezó a promover la venta de “nuestras” acciones a inversionistas nacionales y extranjeros. etv, une, epm (la del hidroituangazo) e invima también son del Estado. Pasemos ahora a lo relativo al titular de esta columna.
fecode (sic). Sí, señor, se trata de la poderosa Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación, o sea de nuestras queridas profesoras y apreciados maestros, con su logo sin la debida mayúscula de entrada. ¡Huy!, muy mal ejemplo para alumnas y alumnos en cuanto a la defensa de la ortografía.
En el caso de “fecode” proponemos, acá desde nuestra humilde ribera de simples caminantes en las marchas reivindicativas que a veces acompañamos, que se debería abrir un concurso para un nuevo diseño de emblema fecodista, fecodeño o fecodino (no sé cómo se adjetiva), en el que puedan participar todas y todos los integrantes de la comunidad educativa, o sea estudiantes, docentes, padres de familia o acudientes y personal administrativo. O quizás abierto a Raimundo y todo el mundo, puesto que todas y todos estamos interesados en el tema crucial de la cultura. Debe ofrecer un premio jugoso y contar con un jurado neutral, para así obtener un inédito logotipo, que podría desechar el tinte populachero de la economía naranja y sí incluir los tres colores de nuestra gloriosa bandera nacional.
El balón queda entonces por allá, en la otra orilla, en Fecode, así, con mayúscula, como debería ser. Tengo fe codeada en que me pondrán bolas. Mientras, nos vamos a jugar billar. ¡Pilas, coime: pon bolas!