Opinión

¿Puede visitar Verónica Alcocer a Antonella en el exterior?

La primera dama del cambio enfrenta su propia cárcel financiera global

Por:
noviembre 02, 2025
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Dicen que el amor de madre no tiene fronteras. Pero eso era antes de que la madre se llamara Verónica Alcocer y las fronteras las pusiera el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos.

No hay muro más alto que el de la Lista Clinton, esa cárcel digital donde no se entra por rejas, sino por código financiero, y de la que no se sale ni con discursos de paz total ni con vestidos Dior.

El progresismo llegó al paraíso… financiero

Para Verónica Alcocer ya no hay vuelos oficiales, ni cenas en embajadas, ni alfombras rojas que resistan el peso de una sanción internacional.
Ahora cada datáfono se convierte en fiscal y cada cajero automático en interrogador.

A Verónica no la encerraron en La Picota, sino en la nube: bloqueada por Visa, observada por Mastercard, rechazada por PayPal y las aerolíneas.

Si intenta pagar un café en París, el sistema detecta su nombre y lanza un mensaje más contundente que cualquier editorial:

“Transacción denegada. Razón: persona sancionada por la OFAC.”

Así funciona la prisión moderna: sin barrotes, sin jueces y sin absolución.

No la sancionaron por ser la esposa (ni la ex)

Muchos pensaron que Verónica cayó en desgracia solo por compartir apellido con Petro. Falso. La OFAC no sanciona matrimonios, sanciona movimientos financieros.

Aunque nadie sabe exactamente por qué su nombre fue incluido, todo indica que hay razones propias. No fue amor conyugal lo que la llevó a la lista, sino cuentas, sociedades o amistades incómodas.

No se sabe. Pero que las hay, las hay. Y eso deja una pregunta flotando en el aire: ¿qué sabe la OFAC sobre Verónica que Colombia aún no conoce?

La ironía de los viajes

Imaginemos la escena: Verónica intenta comprar un tiquete a Londres para visitar a Antonella.
Tarjeta débito: bloqueada. Tarjeta de crédito: inexistente.
Amiga que paga por ella: sospechosa. Agencia de viajes: bajo observación.

Al final, solo queda el efectivo. Pero llevar maletas de euros en efectivo es un deporte extremo: lo practican los corruptos, no las primeras damas.

El capitalismo tiene listas y no perdona errores

Las aerolíneas, bancos y comercios del mundo no necesitan jueces: tienen listas.
Y la más temida es la de la OFAC, conocida como la Lista Clinton, administrada por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos.

En esa base coinciden narcotraficantes, lavadores y terroristas internacionales: Osama bin Laden, Ayman al-Zawahiri, Hezbolá, el ISIS, los Talibanes y, para vergüenza histórica, las Farc, que figuraron en ella durante casi dos décadas. No todos hacen volar torres; algunos hacen volar economías.

El negocio del cumplimiento

El proceso es automático: softwares como WorldCheck o Dow Jones Risk & Compliance comparan nombres en milésimas de segundo. Si hay coincidencia, la operación se bloquea.

Por eso, ninguna aerolínea que opere con bancos estadounidenses, es decir, casi todas, puede vender un tiquete a alguien incluido en la Lista Clinton. El sistema aborta la venta antes de que la sonrisa de la vendedora alcance el teclado.

No es opcional. El Título 31 del Código de Regulaciones Federales (31 CFR Parte 501) obliga a toda empresa que use dólares o redes de pago internacionales a rechazar transacciones con sancionados.
La IATA también exige cumplimiento bajo el principio de “cero tolerancias con pasajeros sancionados”.

Y las sanciones no son de papel: en 2023, British Airways fue multada con 6,9 millones de dólares por procesar pagos de ciudadanos iraníes sancionados.
El mensaje fue claro: si una aerolínea puede negar un vuelo por exceso de equipaje, también puede hacerlo por exceso de antecedentes.

Europa, el refugio que se volvió vitrina

Durante meses, Alcocer vivió en eventos culturales, fotos de museos, viajes discretos, fashionismo, cocteles y la promesa de una “nueva vida”.
Pero la nueva vida se complicó: Europa también tiene memoria.
Y si Estados Unidos pone un nombre en su lista, Bruselas lo subraya con marcador fluorescente.

Por eso, Verónica vive en el más incómodo de los privilegios: puede moverse, pero cada paso deja una huella; puede gastar, pero cada pago es una delación.
La sofisticación se volvió ironía: la mujer que hablaba de “espiritualidad progresista” ahora tiene que hacer lo que tanto criticaba: vivir en efectivo.

La venganza del “progresismo”

Aquí es donde la historia se vuelve tragicómica. Verónica Alcocer, la primera dama de la revolución amorosa, vive hoy la austeridad forzada del capitalismo punitivo.
El mismo sistema que su esposo decía combatir ahora la tiene de rodillas ante la Lista Clinton

Y mientras los discursos oficiales insisten en que “la historia los absolverá”, el sistema financiero no absuelve a nadie: solo devuelve un recibo con la frase más cruel del siglo XXI: “Fondos retenidos por sanción internacional.”

De una vida de boato y cámaras, Verónica Alcocer pasó a una cárcel sin barrotes donde cada transacción es una guardia. Nadie sabe con certeza por qué la OFAC la incluyó, pero que hay motivos, los hay. Lo cierto es que la reina del comunismo, revestido de progresismo, terminó prisionera del sistema que desprecia Gustavo Petro. Su historia no es de amor ni de política, sino de ironía: la del lujo convertido en castigo y la representación en sospecha. Y Colombia al garete.

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