¿Psiquiatría General de la Nación, lo que necesita Colombia?

¿Psiquiatría General de la Nación, lo que necesita Colombia?

Ante una situación como el confinamiento obligatorio, la salud mental se convierte en una preocupación. Una mirada al tema a raíz de lo que ocurre por estos días

Por: omar orlando tovar troches
abril 01, 2020
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¿Psiquiatría General de la Nación, lo que necesita Colombia?
Foto: Pixabay

Aunque no muy de acuerdo con el empalagoso pero conveniente rebrote de patrioterismo y, para algunos famosos, propicio sentimiento de solidaridad comunitaria en torno al natural miedo que tenemos de contagiarnos del coronavirus, es necesario emprender algún somero análisis del comportamiento del colombiano promedio, dentro del cual se incluye el autor de la nota, frente al actual estado de cosas del confinamiento, primero local y ahora nacional.

Más allá del natural respeto por la opinión particular que tenga cada uno, frente a la situación de crisis humanitaria que padece el mundo, es bien necesario hacer una constante revisión de las actuaciones de la comunidad, pero principalmente, de aquellos y aquellas a quienes, la voluntad ciudadana encargó en la dirección político-administrativa del municipio, del departamento y del país.

Frente a lo primero, esto es, el comportamiento comunitario, lo primero que hay que acotar, es el casi endémico comportamiento de un mayoritario grupo de personas que, tanto en Santander de Quilichao, como en el resto de Colombia, han asumido la contracultura traqueta como su arquetipo de conducta social. Esta nueva forma de ser de algunos paisanos y paisanas, los lleva, casi que instintivamente, a transitar, con sus actuaciones, sobre una muy tenue línea que limita la temeridad con la delincuencia, así lo evidenciamos con el vandalismo, las asonadas y la desobediencia a la regla comunitaria, retratada en hechos recientes de la obligatoria cuarentena.

Ante este, se reitera, casi endémico comportamiento semidelincuencial de un buen número de personas, tristemente pertenecientes al sector joven de la población, la reacción, al menos en lo que respecta a Quilichao, ha sido más bien tibia, en el entendido que, de lo que se trata es de la salvaguarda de la salud y la vida de todos y todas en el territorio.

Para ser justos, también es necesario señalar el comportamiento de un muy reducido grupo de comerciantes asentados en Quilichao, que de manera consuetudinaria, han aprovechado desde un desfile de 20 de julio, pasando por las marchas estudiantiles, gremiales, las mingas hasta el nuevo y obligatorio toque de queda, para ejercer el acaparamiento de mercancías de primera necesidad, en sus inmensas bodegas, para luego empezar a especular con los precios, primero frente a los pequeños comerciantes para desembocar en los consumidores, con las consecuencias que este delincuencial accionar puede acarrear en críticos momentos como el presente.

Ahora bien, en defensa de las, ya no tan noveles, administraciones, como la de Santander de Quilichao, esta maldita herencia social, es también, el resultado de la histórica ineficiencia en el manejo de la conflictividad socio-económica que padece Colombia, pero especialmente el norte del departamento del Cauca, cuya capital de facto, es Quilichao; por parte de gobiernos locales anteriores, pero sobre todo, de la muy desganada atención que le han brindado todos los gobiernos nacionales.

Es obvio entonces creer que ante una novedosa situación social, como lo es el confinamiento obligatorio de todo el pueblo colombiano, la salud mental de la comunidad sea una gran preocupación, no solo de los encargados de la salud, sino de los encargados del orden público en esta especial etapa de la sociedad actual. Ante el ampliamente evidenciado mal comportamiento de un buen número de residentes en Quilichao, habría que preguntarse, como ya lo han hecho con anterioridad, algunos opinadores y opinadoras de gran renombre; en vez de Fiscalía General de la Nación, ¿será que lo que se necesita en Colombia, el Cauca y Santander de Quilichao es una Psiquiatría General de la Nación?

En todo caso, antes de elucubrar sobre la conveniencia de alguna repuesta, lo que debería hacer la administración local es ejercer autoridad con justicia pero con gran firmeza, ante el más mínimo brote de indisciplina social. Esto seguido del acto de asumir erguida postura frente al gobierno nacional, para obligarlo a brindarle todas las herramientas institucionales y sobre todo, económicas, para afrontar todas las vicisitudes de los desposeídos, que son la gran mayoría, a quienes tienen que enfrentar todas las administraciones como la quilichagüeña, incluso en desmedro de su propia salud mental, cuando no, de la peste contagiada por algún irresponsable alcalde de Popayán.

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