Es una verdadera lástima que el Chapulín Colorado ya no esté con nosotros, porque aparentemente no tendremos quien nos salve. Por fortuna nos queda un superintendente valiente, Felipe Robledo, quien hasta ahora ha resistido los embates de sectores privados muy poderosos cuando trata de frenar abusos. Según las últimas medidas de la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC), los milagros que anunciaba permanentemente Cicatricure no son tales. No borra las arrugas de los ojos ni elimina las cicatrices por profundas que sean. Cómo sería de convincente y de intensa la propaganda en televisión, que personalmente casi caigo en la trampa —porque de eso se trata— al dejar de adquirir cremas costosísimas que definitivamente no logran el milagro anunciado, para sustituirlas por Cicatricure.
Al ver lo poco o nada que les pasa a empresas de muchos sectores que engañan a la población o que abusan del manejo de recursos públicos para beneficio de sus directivas, es necesario respaldar la labor de las Superintendencias. Pero realmente fuera de la SIC las otras no tienen la fuerza que requieren para controlar su sector. La Superintendencia de Industria y Comercio les está dando un ejemplo que las demás no parecen dispuestas a seguir. Sugiero que a Robledo lo pasen a la Superintendencia de Salud a ver si al señor Palacino le pasa algo.
Sin embargo, el punto central es: qué pasó con la ética profesional de quienes manejan las industrias —y me perdonan pero también con la de los publicistas—. No conozco cómo funciona este sector pero en esta Colombia llena de gente mañosa, cuáles son los filtros que estas empresas de publicidad y promoción tienen para que no terminen enredados en temas tan delicados como decirle mentiras al público.
Solo cuando las empresas sin ética sientan que
el castigo y la sanción económica y social es muy costosa,
se cuidarán de no ofrecer falsas promesas
Lo que este nuevo hecho demuestra es que en Colombia el dinero ha enceguecido a muchos pero además, es la evidencia de que el Estado se requiere y que su control es fundamental. A ver señores que endiosan el mercado como instrumento que mejor asigna recursos: ustedes dirán que cuando los consumidores se den cuenta del engaño sobre los efectos reales de un producto sencillamente dejan de comprarlo y esta es la sanción para esa empresa. Sí, eso es cierto, pero mientras tanto cuánto dinero alcanzaron a ganar esas industrias y cuánta gente perdió sus recursos y su tiempo. El Estado es imprescindible por lo menos hasta que la ciudadanía se eduque y las industrias cuiden realmente su reputación. Traten de ver productos por Internet de empresas internacionales: cada producto tiene comentarios de sus consumidores que van desde la descalificación total hasta la total aprobación. A su vez, quienes están acostumbrados al sistema creen en la honestidad de esas declaraciones y las acogen si les convencen.
Realmente el daño que estos empresarios (sin límites para valerse de mentiras con tal de ganar dinero) le hacen a millones de gente honesta, es de una magnitud impredecible. A quién le creemos señor Superintendente. Y por favor siga con esa forma de controlar este complejo mundo en que hoy se mueve el consumismo. Solo cuando las empresas sin ética sientan de verdad que el castigo y la sanción económica y social es muy costosa, se cuidarán de no ofrecer falsas promesas. Mientras tanto señor superintendente Robledo estamos en sus manos, porque lo único que nos faltaba en este país era la propaganda engañosa para aumentar la sensación de inseguridad en que vivimos los colombianos.
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