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Opinión

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Al cantado pacto Uribe-Pastrana seguirá la fórmula U-liberales, en un cuadro electoral que pinta la procesión de los personalismos de todos los colores

Por:
junio 30, 2017
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Estaba cantado el pacto electoral Uribe-Pastrana. Es más: demoró su formalización porque desde el año pasado estos dos líderes, tan distintos a los arquetipos del pasado, tenían que unirse en torno a una fórmula electoral con campanas de victoria para corroborar aquella verdad que Álvaro Gómez Hurtado repetía con elación: que en Colombia hay más conservatismo que Partido Conservador. Que los pastores cristianos coaligados con ellos bendigan esa unión y la gratifiquen con diezmos generosos.

Uribe y Pastrana avivarán, con perspicacia y bríos, la idea de que entre nosotros la extrema izquierda es un monstruo tentacular y venenoso, y que el grupo irregular que mejor lo apersonaba eran las Farc (ahora para Pastrana, siempre para Uribe). Desde que se inició la negociación con ellas, ese conservatismo que supera al Partido Conservador puso a rodar la especie de que el gobierno le iba a entregar nuestra democracia al poderoso secretariado que las dirigía. Esas pildoritas ascienden como espirales en el ánimo de la gente asustadiza y negada para discernir.

El momento de la formalización no pudo estar mejor escogido, en pleno apogeo de un desastre monumental en Venezuela, ejemplo vivo e inspirador de miedo por las brutalidades de la fracasada Revolución Bolivariana. Como nadie quiere ver en la Casa de Nariño a un Maduro bárbaro traduciendo en hambre y tiranía el catecismo estalinista, la venta con utilidades de un cogobierno Santos-Timochenko fluye como pan caliente, así se trate de una rara mezcla de oligarca con revolucionario.

Es muy fácil, entonces, adelantar una campaña con un eslogan según el cual los partidos de la Unidad Nacional y las Farc son la misma cosa, aunque tengan sus precandidatos. Exceptúan a Vargas Lleras, a quien alinean a la derecha por razones ideológicas y no tácticas, aunque sin matrícula posible con un Uribe que se pelea el trono para alguien que le asegure su ejercicio en la sombra, dejando como virreina a Marta Lucía Ramírez, 50 por ciento goda y 50 por ciento uribista, a fin de complacer a Pastrana y sentarlo al filo de una jefatura natural al cabo de quince años de búsqueda.

 

Uribe se pelea el trono para quien le asegure
su ejercicio en la sombra, con virreinato de Marta Lucía Ramírez
para sentar a Pastrana al filo de su buscada jefatura natural

 

El proceso electoral comenzó a decantarse. La U y los liberales emparejarían cargas, de entenderse, con otras fórmulas similares. Si no se entienden, los Roys Barreras pondrían el vicepresidente de Vargas Lleras, cuyo rating debe, en alto grado, a los timonazos en la infraestructura y la vivienda que Santos le confió, y el liberalismo pediría pista en la matizada coalición de izquierda democrática. Mientras tanto, el Eln tiene la trocha abierta para presionar sus pretensiones políticas y aterrorizar hasta que le acepten el cese bilateral al fuego. Aquí no es imposible que un orden público alterado incida en las campañas electorales, con el júbilo de los políticos que, desprovistos de rubor, juegan al todo vale.

Somos un país de facciones integradas por los desertores de los partidos tradicionales, vale decir, por caudas con caudillos movidos por conveniencias propias y no por preocupaciones patrióticas. Primero ellos que Colombia. Ese es el cuadro que arroja la procesión de los personalismos de todos los colores. Por eso hay y habrá coaliciones y no programas con líneas de transformación histórica. Ofrecer trizas a lo pactado en Cuba mata lo trascendental de la economía, del tejido social, de la política exterior, del medio ambiente. Somos espectadores y víctimas de un liderazgo afincado en pataletas y retaliaciones.

Me cuentan, sin embargo, que quien fuere el candidato de Uribe, si gana el pulso, presentaría un proyecto de ley para crear la Universidad de los Ejércitos Futuros de Colombia, como la de los alemanes en Hamburgo, con sede en Llano Grande o Rionegro. No estaría mal que la guerra, aparte de máquina de muerte y jefe civil, tuviera una universidad con acreditaciones impartidas por pares académicos como Jaime Castro, Plinio Apuleyo Mendoza y José Obdulio Gaviria.

 

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