“Al pan, pan y al vino, vino” (Anónimo).
La forma descarada en que el gobierno le miente al país exige que la ciudadanía sea cada vez más educada y crítica frente a la comunicación oficial. El uso constante de eufemismos para esconder o disfrazar los hechos no pueden pasar de agache ni distraer la objetividad de la información. Por ejemplo, mientras es evidente el incremento de asesinatos selectivos, el desplazamiento de campesinos y el ataque a los defensores de las políticas de paz derivadas de los acuerdos de La Habana, la administración de Duque intenta no reconocer la gravedad de la información y oculta los hechos presentando cifras amañadas ocultando el origen de los crímenes. De visita en Pasto, el presidente afirmó lo siguiente: “Muchas personas han dicho: ‘volvieron las masacres, volvieron las masacres’, primero hablemos del nombre preciso: ‘homicidios colectivos’”(1). Frente a esa afirmación me pregunto: ¿Qué es una “masacre” y cuál es la diferencia con el “homicidio”?
En el artículo Masacres y desplazamientos. Elementos de análisis desde el conflicto armado en Colombia (2) el profesor Pablo Andrés Nieto recoge argumentos de múltiples instituciones para identificar las características que tipifican la “masacre” como una ejecución colectiva de personas de manera violenta, cruel, con alevosía, víctimas indefensas, sectores marginales, orientadas con un trasfondo político, económico o social. Además, el autor identifica que este tipo de ejecuciones pretenden generar terror teniendo como fin prevenir acciones en contra, servir de castigo para la comunidad y de referente simbólico para futuras reacciones. Es decir que además de lo notorio (cantidad de las víctimas) hay de fondo un instrumento ideológico que se desarrolla con alevosía sobre el cuerpo social en el que es perpetrado.
En contraste con lo anterior, la definición de “homicidio múltiple” que propone el jefe de gobierno presenta matices más simples. Un “homicidio” es, según Medicina Legal (3), la “Supresión por conducta del agente (agresor), de una vida humana (tipicidad), sin justificación jurídicamente atendible (antijuridicidad), en forma intencional o dolosa, o con culpa o preterintencional (culpabilidad)” (pág. 3). Una definición que descarga de la responsabilidad política del agresor, la sevicia de sus actos, selectividad e impacto simbólico. En concreto, el gobierno no solamente cambia de etiqueta a las ejecuciones, sino que desconoce el derecho a la verdad de la víctima, disfrazando de violencia común la selectividad de los asesinatos, con cuya complacencia parece justificar las acciones en lugar de ser condenadas de manera rotunda como se espera de un jefe de Estado.
Señor Duque, con el cambio de etiquetas no puede esconder la realidad de su gobierno, que por la soberbia de negarle a los colombianos el derecho a la construcción de paz desde los territorios y por negarse a darle desarrollo a las políticas de sustitución voluntaria de los cultivos de coca ha permitido el incremento de la violencia. El país tristemente vuelve a ser bañado en sangre por culpa de la ineficacia de sus servidores que justifican el levantamiento contra la institución y las decisiones judiciales, estigmatizan a los oponentes políticos movilizando el odio como respuesta a la diferencia. Presidente, su discurso justifica el paramilitarismo que ya se ha tomado gran parte del territorio; circulan amenazas de las denominadas Águilas Negras, quienes pretenden suplantar con terror y discursos de “limpieza” al gobierno que usted no está interesado en ejercer (adjunto panfleto). Usted es uno de los responsables, no de los “homicidios múltiples” como usted descaradamente los denomina, sino de las masacres que hoy enlutan el país.
En Colombia no hay “masacres” sino “homicidios colectivos”: Duque
Polisemia No. 14, 96 - 109. Masacres y desplazamientos. Elementos de análisis [...] Bogotá, ISSN: 1900-4648. Julio - diciembre de 2012