"¡Por un Colombia diferente, Timochenko presidente!"

"¡Por un Colombia diferente, Timochenko presidente!"

"Por qué la oposición le tiene miedo a un gobierno de izquierda. Pues desde el Estado ya suponemos por qué: por miedo a perder el poder"

Por: Juanita Rubiano y Camilo Daza
febrero 09, 2018
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Foto: Twitter @TimoFARC

Como colombianos de bien que somos, que no tenemos ninguna filiación política, no pertenecemos a la élite de la burguesía colombiana, que no nos consideramos apátridas, ni terroristas, ni paramilitares, ni guerrilleros y no hemos sido alienados o manipulados por los medios de comunicación, apoyamos abiertamente la candidatura a la presidencia de la República a Timochenko, líder de la Fuerza Revolucionaria del Común (Farc).

Muchos de los que leerán esto, pensarán que se trata de un escrito sarcástico, o quizás el más arriesgado de los actos en este país, que es el de pensar y optar diferente. Muchos dirán que somos guerrilleros asesinos, putin-castro-chavistas-narco-terroristas-comunistas, mamertos, deschavetados y un sinfín de adjetivos que por estos tiempos andan en boga y pululan en las redes sociales y son promocionados desde los principales noticieros y desde sus voces más reaccionarias con un lenguaje particular como “la narrativa comunista” de la brillante María Fernanda Cabal y su discurso reaccionario y lleno de odio.

¡Descentralicemos el lenguaje! Si tenemos eminencias como Fernando Londoño o un José Obdulio que posan de intelectuales, pero transpiran solo ignorancia e incoherencias dogmáticas, o periodistas como la ultraderechosa Salud Hernández, o la recalcitrante “periodista” Palo en la Rueda, o aquellos nombres tan colombianos como el siempre imparcial y ahora director de la FM de RCN Hassan Nassar o la antichavista, antisantista y proderecha, la ahora reina del rating en picada Claudia Gurisatti, por qué no hacer uso del derecho a pregonar una posición de izquierda, o de ultraizquierda en este país, desde las ideas y no desde las armas.

En ese sentido, por el derecho a pensar diferente, que ha costado sangre, sudor, lágrimas, y mucha lectura y que hace parte de la libertad individual de todo ser humano, consideramos que hay que empezar con un poco de historia nacional “historia de la violencia bipartidista”:

El argumento de muchos será que las FARC son asesinos, narcotraficantes, reclutadores de menores, y de paso comunistas, como si éste adjetivo fuera un insulto, nada más lejos de ello. En fin, que todo lo malo del país empezó con las Farc, como si jamás hubieran existido antes “chulavitas”, “godos”, o también llamados liberales y conservadores que asesinaban gentes inocentes, niños; como si no hubieran existido antes expresidentes impunemente genocidas como Laureano Gómez u Ospina Pérez y su esposa, la dignísima primera dama, que pagaba un peso por cada oreja que le trajeran de un collarejo (que era como le decían a los liberales y comunistas).

Si hacemos estadísticas históricas desde que empezó el conflicto armado con las Farc, ¿cuántos muertos ha dejado el conflicto armado y cuántos muertos ha dejado la desidia y el terrorismo del Estado desde la independencia de España, pasando por la guerra en entre liberales y conservadores? Recientemente, el alcalde de Cali, Mauricio Armitage, quien había sido retenido por las Farc en dos ocasiones, dijo que el país le debe un perdón a las Farc, puesto que la desigualdad social, estrategia terrorista del Estado, y una guerra entre liberales y conservadores obligó a que los campesinos de Marquetalia, hicieran lo que el Gobierno no hizo, defender sus tierras y a los suyos. No teniendo otra opción, se alzaron en armas.

Si queremos ser justos, tendríamos que decir primero que no hay agente más asesino, narcotraficante, insensato, infame y terrorista que el Estado mismo en sus diferentes figuras de poder legales e ilegales (paramilitares). Así en el imaginario colectivo piensen que la violencia son camuflados, botas, balas, bombas y no que la violencia sea desigualdad social, corrupción y distribución inequitativa de la riqueza auspiciada por el Gobierno.  Mencionaremos pues en realidad que es terrorismo e impunidad:

Terrorismo e impunidad es con el beneplácito del Gobierno, los colombianos se mueran en las puertas de los hospitales y de las EPS sin ser atendidos gracias a la terrorista Ley 100 propuesta por un tal expresidente y ahora senador de ingrata recordación.

Terrorismo e impunidad en Colombia, es que el Gobierno se amanguale con el Ubérrimo, y sus grupos paramilitares, liderados por grandes terratenientes como el  prócer de los latifundistas y de apellido tan colombiano como Lafaurie para despojar impunemente de sus tierras y desplazar a miles de campesinos pobres que son los verdaderos dueños, y que cuando no son asesinados son obligados por el Estado Terrorista a vender sus terrenos, y que ahora ellos llaman terroristas de las Farc.

Terrorismo e impunidad de  aquellos a los que les hemos dado el poder y en quienes hemos confiado, no hayan hecho respetar nuestra soberanía y más bien se la han vendido o se han hecho socios de grandes multinacionales como Ashanti Gold, Pacific Rubiales, entre otros, quienes por ejemplo compraron terrenos del Huila, por paupérrimos precios e hicieron que quienes no accedieran desaparecieran sin tener a nadie quien los defendiera —y esto se sabe por denuncias que aún han sido silenciadas en el sector oficial—, todo lo anterior para vender nuestras fuentes hídricas y de paso crear una desproporcional hecatombe ambiental y socio-cultural llamada la represa del Quimbo.

Terrorismo e impunidad es que el Estado haya permitido que se instalaran con total impunidad, especialmente en el gobierno de un reciente expresidente, más de 8 bases militares norteamericanas y además le haya dejado con total libertad, la posibilidad de que intervengan y minen con potestad de la inteligencia militar gringa, las instituciones del Estado desde lo jurídico, lo legislativo, lo ejecutivo, autoinfringiéndonos tanto, que ya ni nosotros mismos creemos en nuestras propias instituciones ¿En dónde quedó nuestra soberanía? ¿Será que alguien en Colombia realmente cree en sus instituciones?

Terrorismo e impunidad es que  militares hayan asesinado a sangre fría campesinos y jóvenes e incluso personas discapacitadas haciéndolos pasar por guerrilleros y que fuerzas del Estado hayan asesinado y desaparecido: estudiantes, activistas sociales, periodistas, sindicalistas, líderes sociales, líderes campesinos, líderes indígenas, maestros, madres comunitarias, ciudadanos de bien, e incluso a sus mismos soldados y policías, que cuando no asesinan, los dejan a su suerte a cuando quedan mutilados y parapléjicos, y que hoy viven en la miseria y el olvido por aquellos por los que lucharon.

Terrorismo e impunidad es que el Gobierno deje morir literalmente de física hambre no solo a cientos de niños y niñas wayúu en la Guajira y en el Chocó, sino también que permita por falta de control de alimentos no sanos o descompuestos a miles de niños y niñas pobres en ciudades y pueblos colombianos. ¿Fueron las Farc las que dejaron morir de hambre poco a poco a estos niños, o fue el Gobierno quien los abandonó y sigue abandonando a manos de la desidia de sus politiqueros y líderes de pacotilla que hablan de paz sin impunidad?

Colombiano promedio, cuando usted o alguno de sus familiares se esté muriendo en la puerta de un hospital, ¿gritará a los cuatro vientos que es por culpa de los terroristas de las Farc o del Estado terrorista? ¿Cuando terminen de llevarse las multinacionales los recursos naturales de nuestro país dejando cientos de desastres ambientales que producen enfermedades y muertes, ¿gritará que es por los terroristas de las Farc?

Terrorismo e impunidad es que el gobierno haya asesinado sistemáticamente a más 5.000 miembros de la Unión Patriótica, que eran una fuerza de izquierda sin armas, solo porque estos pensaban y optaban diferente. O usted señor lector, ¿se ha detenido a indagar cuál era la propuesta real de la Unión Patriótica? Porque nosotros nos detuvimos a leer textos de Bernardo Jaramillo, discursos de Pardo Leal, José Antequera y solo encontramos sensatos discursos e ideales de posiciones socialistas no violentas, con propuestas de equidad social para una verdadera paz duradera, pues el conflicto es fruto de una desigualdad que el Estado ha generado por muchas décadas. Estos líderes de izquierda y otros como Gaitán, Camilo Torres, Pizarro o Bateman que no buscaban disparar una bala, ni adujeron tomar el poder por las vías de hecho fueron vilmente asesinados por los que hoy hablan de paz sin impunidad y supuestamente quieren una Colombia libre matando a los que sí la querían de verdad. ¡Gran ironía!

La pregunta entonces es por qué la oposición le tiene miedo a un gobierno de izquierda. Pues desde el Estado ya suponemos por qué: por miedo a perder el poder. No crean que aquellos que pregonan la paz sin impunidad lo hacen por dárselas de los muy justicieros, eso es una fachada mediática para captar ciudadanos despistados que sirvan a sus intereses con los votos del no ¡Ellos lo hacen para no perder su poder político! Entonces surgen diversos comentarios como por ejemplo el caos en el que se encuentra Venezuela por tener un modelo económico y social diferente; caos auspiciado por NTN24, la oposición violenta y adinerada de Caracas que con el apoyo de la ultra-derecha republicana estadounidense de familia como los Bush, de los herederos de Franco españoles como Aznar y de la burguesía reaccionaria colombiana, arrodillada a mas no poder a EEUU, como los Pastrana o latifundistas como los Uribe, se han encargado día y noche de boicotear económica, política y mediáticamente a Venezuela. Hay también comentarios que le achacan las fallas de la izquierda a unas aisladas administraciones de individuos que nunca pertenecieron realmente a la izquierda, sino a las élites, como un Samuel Moreno. ¿Va un país como Colombia, donde sus niños mueren de hambre, la oposición y el periodismo ha sido perseguida y masacrada, donde la soberanía se perdió hace mucho, y se violan los derechos humanos todos los días a hablarle a Venezuela de libertad de expresión, igualdad y democracia? ¡País de hipócritas, ignorantes y de doble moral!

La gente dirá, como siempre ha dicho, que la guerrilla ha secuestrado, ha asesinado, ha traficado droga, ha reclutado niños, ha puesto minas. No podríamos decir lo contrario, en el triste contexto de la guerra, todos somos tanto víctimas como victimarios. Un guerrillero pobre, que no tuvo otra opción que defenderse de los terratenientes, es quien ahora está en una cárcel, ¿no está acaso secuestrado por el terrorista Estado que lo quería despojar en un principio? ¿No es un ser humano, no es colombiano también? ¿Un guerrillero que muere en combate se le debe decir que fue “dado de baja” y no asesinado por el Estado? ¿Un joven que es reclutado por las Farc no es acaso obligado a reclutarse al ejército nacional? Por supuesto que no queremos más minas, más muertos, más desaparecidos, más dolor, más guerra.  Por ello que nos hayamos alegrado de la firma de los acuerdos de paz, pero eso no quita, que la intención del lenguaje haya estado en contra de los grupos subversivos, que sus acciones armadas se hayan tomado como las peores o las únicas, cuando han sido producto de la misma desidia y del mismo terrorismo del Estado, quien es el perpetrador y mayor productor de guerras y desigualdades sociales  y quien es en últimas el que forzó a los campesinos a alzarse en armas para defender sus vidas y sus tierras de los latifundistas.

Hablar de un hombre como Rodrigo Londoño o Timochenko que ha sido de los pocos sobrevivientes de una guerra absurda, que fue iniciada por el terrorismo de los gobiernos colombianos y no por las Farc, es necesario y justo. Este colombiano desde adolescente estuvo inquieto frente a la desigualdad que lo rodeaba, optó y le apostó toda su vida por un ideal de justicia y equidad social. Este hombre nacido en una familia clase media, no va al monte a enfrentarse a una cruenta guerra porque se las quiera dar de guerrerista o asesino, quiera volverse millonario o un gran terrateniente, porque si hubiera sido así, usted señor lector sabe que hay formas más fáciles en Colombia como ser narcotraficante o ser senador y hasta presidente de la República.

La sensatez, valentía, inteligencia y la voluntad de paz de este colombiano, aunque suene totalmente contradictorio para muchos mediatizados, solo lo hace un hombre que quiere y cree en una Colombia más justa, donde se les den verdaderas garantías a aquellos que piensan y optan diferente. Una voluntad de paz y de debatir con ideas y ya no con las armas. Voluntad que no es solo suya sino de todas las Farc que están dispuestas a reparar, a pagar, a perdonar (al igual que el Estado) pero a seguir luchando por los ideales con las que nacieron. No podemos generalizar, ni todos los guerrilleros fueron “malos” y “asesinos”; ni todos los militares o políticos han sido “malos” o “asesinos”.

Timochenko ciertamente hace parte de los intelectuales que dentro de la guerrilla, a diferencia de Jojoy, optaba por una vía diferente y de paz. ¡Es la hora de una nueva Colombia, una Colombia que vea por primera vez la participación masiva de miles de voces que han sido acalladas por los fusiles y los noticieros del Estado! ¡Es el momento de reivindicar los más de 5000 mil muertos de la Unión Patriótica que debatieron con ideas y no con balas y de todos aquellos, de los bandos que hayan sido, que murieron por ideales diferentes! ¡Es la hora de que se le den verdaderas garantías a los que piensan diferente de ejercer la política! ¡Es la hora para que las dos orillas se encuentren, en sus ideológicas, para llegar a acuerdos que nos beneficien a todos, que beneficien al pueblo que ha sido la mayor víctima de toda la histórica desigualdad social! ¡Compatriotas es la hora de la reconciliación! ¡Por un Colombia diferente, Timochenko presidente!

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