¿Por qué ya no quieren tanto a Uribe en el Centro Democrático?
Opinión

¿Por qué ya no quieren tanto a Uribe en el Centro Democrático?

La preferencia de Álvaro Uribe por Iván Duque —joven y sin el fanatismo de otros delirantes— molesta al ala más dura del partido

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noviembre 23, 2017
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Algo huele mal desde hace meses dentro del Centro Democrático. La unidad en torno al líder máximo parece resquebrajarse. La preferencia que tiene Álvaro Uribe por Iván Duque molesta al ala más dura. Hace unos meses el periodista Ricardo Puentes, uno de los fundadores del Centro Democrático, renunció al partido hastiado de ver como Uribe ensalzaba a Duque por encima de candidatos que a él le parecían más idóneos, más representativos de la derecha como Carlos Holmes Trujillo, Ricardo Nieto, Óscar Iván Zuluaga y desdeñaba una posible unión con Alejandro Ordóñez que sería, para muchos, el hombre que encarna los preceptos por los que fue creada la colectividad. Puentes reprochó públicamente en varios de sus escritos la cercanía que tiene Duque a “marxistas radicales” como él mismo llama a Claudia López, Jorge Iván Ospina y Luis Fernando Velasco y acusa a Duque de tener una estrecha cercanía con Santos desde la época en que el actual presidente era ministro de Hacienda de Pastrana y de haberle hecho el cajón a Ordóñez para sacarlo de la Procuraduría para nombrar a su “también amigo” Fernando Carrillo. Según Puentes existieron reuniones secretas a las que asistieron Ernesto Macías y Honorio Hernández para convencer a Uribe de las ventajas de apoyar a Carrillo quien, como no asiste a misas en latín ni se da látigo frente a un cuadro del Sagrado Corazón de Jesús, a Puentes le debe parecer un peligroso ateo que lo único que merece es morir quemado en el fuego sagrado de la Inquisición.

Puentes no es más que uno de los vasos comunicantes que tienen figuras de mayor peso dentro del Centro Democrático como Fernando Londoño o José Félix Lafaurie. Figuras que no le perdonan a Uribe el haberse dejado engañar de Santos y el haber perdido el control de un país que lo llegó a aceptar, con un 70 % de aprobación, como su máximo líder. Los ataques en redes a Duque, promovidos por miembros del Centro Democrático, son múltiples y constantes. Hace poco fue tendencia #Duqueresponda, en la que se le pide claridad sobre unas supuestas declaraciones que dio en donde advierte que todo aquel que firme por Ordóñez dejaría de ser del Centro Democrático. En Facebook hay una página que se llama Iván Duque no me convence en donde, entre otras críticas, el precandidato debe soportar este tipo de memes.

 

 

Después del oso que significó la consulta liberal, el descrédito del Partido Conservador y la desconfianza que genera el Polo por sus “ideales castrochavistas”, el Centro Democrático es el único partido por el que la gente todavía vota, en el que la gente aún cree. Lo hacen no por sus políticas sociales, ni por sus promesas de erradicar la pobreza —eso a estos neoliberales descarnados les suena a herejía socialista— sino porque a los colombianitos —sobre todo a los pobres sin educación— les atrae la fanfarria de la guerra, el sonsonete del odio al marica, al fariano, al comunista, al librepensador. Al Uribe preferir a Duque, a quien conoce desde que era un niño cuando, siendo director de la Aerocivil frecuentaba a su padre, el entonces gobernador de Antioquia Iván Duque Escobar, personaje clave para el despegue de su carrera política, escoge a un hombre joven, sin el fanatismo de otros delirantes como la exdirectora de Colciencias María del Rosario Guerra que cada vez que puede expresa su homofobia en redes o a ese Nieto Loaiza quien su propuesta de campaña es la de destrozar los acuerdos para que las Farc regresen al monte y allá darles toda la bala que se pueda.

 

 

A Uribe no le perdonan que prefiriera a Duque,
por encima de un prohombre de gomina, misa semanal
y pasito de baile estrambótico como Óscar Iván Zuluaga

 

 

A Uribe no le perdonan dentro del partido que prefiriera a Duque, un hereje que trinó a favor de la decisión de Obama de aprobar el matrimonio igualitario, por encima de un prohombre de gomina, misa semanal y pasito de baile estrambótico como Óscar Iván Zuluaga. Al parecer, cuando Uribe le bajó el pulgar, hubo lágrimas e histeria en la sede del Centro Democrático, en la casa de Chapinero. Al expresidente no le tocó de otra que volverlo a nombrar director del partido para ver si se calmaba. Lo que no se calmó fueron las aguas en las que navegan los cinco ex precandidatos. Nieto Loaiza intentó pescar en rio revuelto y se autoproclamó el elegido. Paloma Valencia, prudente, se mantuvo al margen, pero tuiteras de confianza de Uribe como Natalia Bedoya respaldaron a María del Rosario Guerra. Duque se quedó tranquilo porque se sabe con el respaldo de su líder máximo.

El cimbronazo sigue agitando al Centro Democrático. A Claudia Rodríguez de Castellanos, la pastora que dirige la Misión Carismática Internacional, la iglesia cristiana que más votos le da al uribismo, no le gustó que hubiera sido marginado Zuluaga y decidió darle la espalda a su mentor, el mismo que la nombró, a pesar de no tener ninguna experiencia, embajadora en Brasil. Uribe permanece incólume y seguirá apoyando a Duque, un candidato que sabe nunca se irá de su redil como podría pasar con Ordóñez o Marta Lucía Ramírez, las fichas con las que sueñan Fernando Londoño y Lafaurie, el ala más radical del Centro Democrático.

 

 

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