Definitivamente, hay vacas de vacas. Hay vacas bienintencionadas que surgen de la más auténtica solidaridad ante la carencia y la necesidad. Pero también hay vacas que se realizan para imponer los más turbios intereses.
Las vacas del pueblo suelen combinarse con el convite y la olla comunitaria, porque en estas, el que no tiene dinero también tiene mucho que aportar. Desde la ayuda mutua y espíritu comunitario se han levantado muchas escuelas, centros de salud, escenarios deportivos, salones comunales, iglesias, acueductos comunitarios, casas de paz, vías rurales y hasta viviendas a lo largo y ancho de la Colombia de los de a pie.
Ante el abandono histórico del Estado —que este gobierno intenta corregir— el pueblo ha sido creativo para con sudor y trabajo comunitario atender a las necesidades básicas de las gentes del común.
Pero nuestra historia también registra, lamentablemente, vacas terribles. Las élites políticas y económicas de siempre han hecho vacas para expropiar —por vía de la llamada “legalidad” o por vía de la fuerza según sea el caso— de sus derechos a las mayorías sociales.
Las EPS hacen vacas para pagar lobbys y comprar congresistas, consiguiendo así hundir reformas que les arrebaten el negocio y conviertan la salud en un verdadero derecho para todas y todos.
Los fondos privados de pensiones hacen vacas para impedir que los recursos de las y los colombianos dejen de ser usados para la especulación financiera y vuelvan a estar disponibles para garantizar pensiones.
Las transnacionales de los servicios públicos hacen vacas para impedir reformas a las leyes que les garantizan utilidades mínimas, así con ello condenen a los usuarios a pagar altas tarifas, poniéndolos a decidir entre el pago de la luz o el mercado.
Los terratenientes en Colombia han hecho vacas para acaparar tierras y formar ejércitos paramilitares que las expropien. No es gratuito que en nuestro país se cuenten más de 8 millones de desterrados.
Las mafias políticas han hecho vacas para exterminar a movimientos sociales y partidos políticos enteros, así como para implantar matrices de opinión y relatos periodísticos fraudulentos que les permitan conservar aún amplios espectros del poder político.
También ha habido políticos y gobernadores que han hecho vacas para hacer vaca y así intentar inútilmente reencauchar viejas ideas de odio, regionalismo y polarización. Como dice el refrán “de todo se ve en la viña del señor”.
En definitiva, hay vacas de vacas, y no porque se vaca es blanca y da leche. Muchas vacas en Colombia se han medido en litros de sangre.
¿Por qué mejor no hacemos una vaca para acabar de una vez y por todas con la guerra y la injusticia social?