Por qué Evo Morales puede aspirar a gobernar Bolivia hasta el 2025

Por qué Evo Morales puede aspirar a gobernar Bolivia hasta el 2025

Decisiones radicales como la expulsión de Philip Goldberg, embajador de EE. UU. que pronto estará en Colombia, ha mostrado un talante que lo mantiene en el poder

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agosto 11, 2019

La profecía de Evo Morales en una base militar a orillas del lago Titicaca, se ha cumplido. Es abril de 1995 y en el rincón de la cárcel, el dirigente cocalero del Chapare oye en la madrugada de los interrogatorios la voz del oficial que dice: “El verdadero problema es ese indio de mierda”. Evo, supuestamente dormido, retira de su cara el sombrero que lo cumbre y responde en un segundo: “Oficial ese indio de mierda va a ser su presidente”.

El 14 de agosto de 2018 ese presidente de Bolivia cumplió 12 años, 6 meses y 22 días en el poder, superando la marca de Víctor Paz Estenssoro en cuatro periodos durante la segunda mitad del siglo XX. Cómo lo hizo el aymara nacido en un lugar perdido entre las montañas del altiplano sin nombre en los mapas de un país donde nadie puede contar los intentos de golpes militares y que al Palacio Quemado llegaron cinco presidentes entre el 2000 y el 2005. Qué tiene Evo Morales para haber logrado transformar Bolivia.  Cómo es que aspira a un cuarto periodo para completar 19 años en el poder.

Con el 54 % de los votos a su favor llegó a la presidencia en enero del 2006, los indígenas lo coronaron primero como el Gran Cóndor y corearon por todo el país “Somos presidentes”, uno de ellos había llegado al palacio de gobierno. Él tomó las riendas de Bolivia emocionado hasta el llanto entre multitudes esperanzadas que lo exaltaban sin pudor, en el Parlamento de donde había sido expulsado cuatro años antes.

 

Se posesionó por primera vez en el 2006 y quiere completar 19 años en el poder.


Su padre, Dionisio lo llamó Evo, un nombre “de tres letras nomás” que recortó del Evaristo cuando consultó el almanaque Bristol. Evo, el que pastoreaba llamas para canjearlas por bultos de maíz, el que salió de la escuela en el Jujuy de Argentina porque solo hablaba aymara, el que pagó sus estudios como panadero y albañil, el que fue orgullosamente trompetista de la Banda Imperial de Oruro, el que hizo el servicio militar en el Ingavi 4 de Caballería, el que ha hecho del fútbol su pasión y de los sueños un estado de ánimo, entró al Palacio Quemado para quedarse 13 años.

“Los pueblos quieren transformaciones profundas sin guerras”, le dijo Fidel Castro una tarde del 2003 en La Habana. Morales, formado como sindicalista cocalero en el Chapare, había llegado a lo que más temía: la política. Consignó, entonces, esas transformaciones en los diez mandamientos prometidos durante la campaña que su jefe de propaganda, el peruano Walter Chávez, diseñó a la medida de quien lanzaba frases como dardos. Los diez mandamientos incluían la nacionalización de los hidrocarburos, la industrialización del gas, la Asamblea Constituyente, una ley contra la corrupción, una ley de austeridad estatal, control de tarifas de los servicios públicos y una reforma agraria.

En los primeros seis meses el decálogo ya estaba puesto en marcha, había empezado un el viraje en las relaciones con Estados Unidos, para eliminar la dependencia de 50 años. Y estaba preparando la Constituyente para refundar Bolivia. Ese fue otro triunfo electoral: consiguió 53,7 % de quienes harían las reformas y ganó en Santa Cruz, la provincia del Oriente donde está la élite económica, líder de un movimiento independentista y donde su partido, el MAS había recibido las más grandes derrotas electorales. La nueva Constitución fue refrendada por el 61,43% de los bolivianos. El 80 % votó por limitar en 5.000 la cantidad de hectáreas que puede poseer un solo ciudadano. 

 

Una de sus primeras decisiones y drásticas fue darle un viraje a las relaciones de dependencia con Estados Unidos. 

Las relaciones con Estados Unidos fueron críticas. En septiembre de 2006 llegó Philip Goldberg, a quien veía como un hombre más astuto y peligroso que su antecesor Greenlee. “Traía antecedentes inquietantes: había trabajado en Kosovo, Bosnia y Colombia y uno de sus expertises son los países con fuertes conflictos internos. —Tenemos que challar con coca —le dijo Evo a Goldberg en uno de sus encuentros. —No, con Coca-Cola nomás —contestó el embajador”, relata Martín Sivak, su biógrafo. Unas irónicas declaraciones dirigidas a mostrar el disgusto por la visita del presidente Irán provocaron que Evo lo descalificara como interlocutor, y le prohibiera la entrada al Palacio Quemado.  El 11 de septiembre de 2008 lo expulsó acusándolo de conspirar contra la democracia por sus reuniones con la oposición independentista del Oriente. “Sin miedo al imperio hoy declaro al señor Goldberg persona no grata…”, dijo en un acto en el palacio de gobierno.

Con ello puso una banderilla más en las preferencias arancelarias del Aptdea, pero en esta década larga ha ganado todo electoralmente. Además de la constituyente, el referendo para definir su la revocatoria con el 67 %, -su récord electoral-, la reelección del 2009 con el 64 % y la segunda reelección 2015-2019 con el 60 %. Es casi un axioma que el apoyo de los bolivianos se entiende por las transformaciones tanto en la nueva sociedad más incluyente como en el desempeño de la economía.

Al lado de Evo hay dos grandes artífices del cambio: el vicepresidente Álvaro García Linera y el ministro de Economía Luis Alberto Arce. Nadie duda el peso específico de García Linera en el gobierno.  En los noventa estuvo preso y fue torturado por pertenecer al Ejército Guerrillero Tupac Katari.  Leal a toda prueba con Evo, “en público, funciona, a veces, como su explicador. En esos roles complementarios, también personifica al conciliador”, dice Sivak en El jefazo, retrato íntimo de Evo Morales. Así pasó en las negociaciones del gas con Brasil y Argentina, con los Estados Unidos, y con la élite cruceña, sostiene. En privado se han manifestado algunas diferencias como en la relación con Washington, o en la mirada más crítica sobre los gobiernos de Cuba y Venezuela.

 

Su coequipero, el vicepresidente Alvaro Garcia ha sido clave para volver realidad
los cambios que se han propuesto

El “milagro boliviano” del que se habló en su momento, tiene un responsable: Alberto Arce, ministro de Economía. Estuvo once años hasta que renunció por motivos de salud.  Es un autoproclamado socialista que cita a Marx y Engels, dice el Wall Street Journal. Pasó 19 años en el Banco Central de Bolivia bajo presidentes fiscalmente conservadores, y siguió un libreto ortodoxo de presupuestos equilibrados. Las reservas están en USD 7.923 millones, aunque llegaron a USD 15.000 millones, momento el que el FMI señaló que era uno de los niveles más altos del mundo en relación con el tamaño de la economía. En cuanto a la inflación, se dice que “ha sido contenida a niveles que mantendrían a Milton Friedman descansando en paz en su tumba”.

Bolivia, con 11 millones de habitantes, ha registrado tasas de crecimiento de alrededor del 5 % anual desde el 2006. Parte de la nueva riqueza ha llegado a las clases bajas a través de subsidios y programas sociales. La pobreza extrema ha bajado de 38 % a 18 %ya no es el país más pobre de Sudamérica.

Arce se apoyó en los grandes ingresos del sector gasífero y controló el gasto. Las empresas energéticas extranjeras pagan 32% más en impuestos y regalías, los altos precios han ayudado. Bolivia vende el gas a Brasil y Argentina, las dudas provienen de que se esté corriendo el riesgo de anclar el desarrollo a este recurso.  De hecho, algunos analistas señalan, cifras en mano, que no se han realizado esfuerzos sustanciales por aumentar la producción de gas, y lo que se ha hecho es exprimir lo existente. Evo cuida mucho el mercado del gas de Brasil, se ha acercado a Bolsonaro, por “sugerencia” suya no asistió al Foro de Sao Paulo y espera que presidente de ultraderecha le dé un espaldarazo para entrar al Mercosur.

Evo busca ahora un cuarto periodo para detentar el poder hasta el 2025, apoyado en una acción judicial de 2016 que falló a favor de que busque la presidencia cuantas veces quiera. Su principal contrincante es el expresidente Carlos Mesa al que según las encuestas le lleva una cómoda ventaja. En su contra tiene los recientes escándalos de corrupción que involucran hasta una mujer llamada Gabriela Zapata, con la que habría tenido una relación sentimental, los ataques a los medios, la clase media furiosa por el culto a la personalidad, la Casa Grande del pueblo que costó USD 34 millones con una suite de lujo para el presidente que incluye sauna, jacuzzi, sala para masajes y una habitación de 61 metros cuadrados.

Pero el 20 de octubre Evo, el verdadero Jefazo, estará dispuesto a quebrar su propio récord.

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