Por primera vez en la historia del San Pacho no habrá revulú, mientras que en el Petronio Álvarez no se contará con “palenque”, dos espacios muy significativos en los principales eventos del sincretismo cultural y religioso del Litoral Pacífico en Colombia. En el mundo real se enfrían, pero se calientan en el virtual.

Tanto el Petronio como el San Pacho en el 2020 se encuentran lejos de sus celebraciones habituales. En esta oportunidad vibran desde las redes sociales, pues la pandemia del coronavirus impide que haya encuentros masivos, desfiles, comparsas y bailes que los caracterizan en tiempos normales y que conforman parte de su eje central de las celebraciones.

El Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez no cuenta con los concursos que son uno de sus principales atractivos en las modalidades de Chirimía, Marimba, Violines Caucanos y Modalidad Libre. Igualmente, no se contará con el concurso de las Cantadoras del Valle del Patía. Y al no haber concurso tampoco se realizaron eliminatorias en las regiones, en pueblos y caseríos entre manglares donde resuenan el guazá, la marimba, el cununo, la tambora, el clarinete, el bombarbino y los platillos, entre otros instrumentos que cosen a la piel de sus ejecutores.

Tampoco se contará con los “palenques”, que consisten en sitios de encuentro donde expertos en diversos campos de la cultura del Pacífico, en especial del folclor, responden preguntas de los asistentes, dando lugar a verdaderos conversatorios de formación, conservación y difusión de tradiciones. Los saberes van pasando de boca en boca a través de las generaciones, incluyendo muestras como los peinados que empezaron como estrategias de esclavos para comunicarse sin que sus amos lo supieran. Por ejemplo, un surco grueso indicaba el curso de un río. También les servían para transportar semillas a escondidas hasta sus palenques.

Del Petronio Álvarez, con énfasis virtual, igualmente se extrañan …y mucho, las jornadas eliminatorias, las mismas que arrancan cuatro días antes del final y suelen concitar, en promedio, cada noche más de 12.000 personas sin que se presenten peleas, riñas ni hechos lamentables. Solo se piensa en disfrutar los grupos y músicos que se presentan, lo mismo que los grupos de baile y las bullosas coreografías que surgen de manera espontánea.

Estos encuentros son un ejemplo palpitante de convivencia pacífica, pues allí concurren diversas etnias, distintas regiones y hasta personas provenientes de otros países que llegan atraídos “por conocer la fiesta donde todo el mundo es feliz…donde todos seremos felices”…Y así es.

Más allá del revulú

Las fiestas consagradas a San Francisco de Asís, patrono del Chocó, de manera más fuerte de Quibdó y municipios vecinos, se celebran siempre del 20 de septiembre al 5 de octubre, con o sin pandemia las fechas se mantienen y esta vez no es la excepción. Los chocoanos que viven en otras latitudes de Colombia aprovechan para retornar a la tierra de los suyos. Así tengan que cruza por peligrosas y exigentes carreteras que van desde Medellín, una de ellas…y la otra desde La Virginia  y Pueblo Rico en Risaralda hasta llegar a Istmina y luego a Quibdó, vía que viene siendo pavimentada desde hace más de 10 años.

Esta fiesta tiene magia y religión, y contiene paganismo, un sincretismo que se consolida sin perder sus orígenes. Aunque la ciudad ha crecido y otros barrios se han abierto paso, la tradición se mantiene firme en tener como escenario principal “Los 12 barrios sanpacheros”, aquellos donde se comenzó a rendirle homenaje a aquel santo amigo de la paz, de los humildes y de los animales.

En tiempos normales las calles de estos barrios, desde las 4:00 de la madrugada son despertadas por el Santo Rosario, precedido de batir y ondear de banderas. En algunos momentos los rezanderos son sorprendidos por el estallido de cuetes que dan la bienvenida al nuevo día. El Rosario termina en la Catedra de San Francisco de Asís, frente al majestuoso Río Atrato, cargado de historia y receptor de afluentes preñados de oro.

Gastronomía vivencial

Tanto el Festival Petronio Álvarez, como las Fiestas de San Pacho, tienen en la gastronomía a uno de sus más fuertes componentes y que siempre hay cocineras e investigadores dispuestos a impedir que las recetas y los menús desaparezcan o que sufran variaciones que los desdibujen.

La idea es que estos platos se conserven y algunos resurjan en medio del peso de los años. En Cali se cuenta, por ejemplo, con cocineras de tanta tradición como Maura Caldas, ya una leyenda viva, y como Ayani Ayala (La chola) constante cocinera e investigadora sobre platos del Chocó. Esta vez en el Petronio se habla y se degusta su plato “Guarrú”, traído del África por ancestros.

En el caso del Petronio la gastronomía gira en torno a los frutos del mar, mientras que en San Pacho gira en torno a la longaniza, la carne serrana, el queso costeño y el pescado de río. Hay coincidencias en cuanto a las bebidas típicas por eso se degusta el “Tumbacatres”, “Arrechón”, “Biche”, “Vinete”, “Mistelas”, “Tomaseca” y diversos tipos de aguapanela.

El mar y los ríos se encuentran en estas celebraciones y por eso sus recónditos parajes se recrean en la música y hasta en balsadas como aquella que se extiende por el Atrato entre rezos, cánticos, bendiciones, rogativas y estallidos de pólvora.

12 barrios sanpacheros

Hay 12 barrios Sanpacheros y por ellos cruzan, en tiempos normales, los desfiles, el rosario y se realizan misas, al tiempo que en las noches llegan los bailes y las verbenas. Cada día le corresponde a uno de ellos en especial y se incluye la lectura del Bando y la entrega del Bastón de San Pacho.

Los barrios sanpacheros en Quibdó, epicentro de la fiesta, son los siguientes: Yesca Grande, La Yesquita, El Silencio, Roma, Tomás Pérez, Kennedy, César Conto, Olmedo Reyes, La Esmeralda, Cristo Rey, Margaritas y Pandeyuca. Sus habitantes engalanan sus calles y ellos se visten como su mejor “caché”, es decir con sus ropas y aderezos más vistosos. Todos se esmeran por estar con su mejor pinta.