Petro, ¿en caída libre?

Petro, ¿en caída libre?

Hasta hace pocos meses Gustavo Petro era, literalmente, el nuevo presidente de Colombia, incontenible y victorioso. Pero empezaron a darse voces de alerta

Por: Pablo Emilio Obando A.
mayo 27, 2022
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Petro, ¿en caída libre?

Bien podría titularse esta nota “Matar al mensajero”, que es, seguramente, la primera reacción de los lectores. Pues bien, conozcamos un poco sobre esta frase.

Matar al mensajero es una frase de carácter o sentido metafórico y hace referencia al hecho de culpar a una persona que trae malas noticias en vez del autor de estas.

Es Plutarco quien acuña la frase en su obra “Vidas Paralelas”: “El primer mensajero que dio la noticia sobre la llegada de Lúculo estuvo tan lejos de complacer a Tigranes que este le cortó la cabeza por sus sufrimientos; y sin ningún hombre atreverse a llevar más información, y sin ninguna inteligencia del todo, Tigranes se sentó mientras la guerra crecía a su alrededor, dando oído sólo a aquellos que lo halagaran…”.

Shakespeare, igualmente, utiliza la frase en sus obras indicando con ello el peligro de ser portador de malas noticias. Sófocles ya lo había expresado: “Nadie ama al mensajero que trae malas noticias”.

Para Sigmund Freud matar al mensajero es un acto de defensa, pues así únicamente se puede soportar lo insoportable.

Se cuenta del caso de un rey moro, Boabdil, que, al recibir la noticia de la caída de Alhama, siente que es la llegada del fin de su mandato y al no aceptarlo ni asimilarlo y considerando con ello que no sería una realidad “tiró las cartas al fuego y mató al mensajero”. Freud analiza este hecho así: “Al quemar las cartas y matar al mensajero, Boabdil todavía estaba intentando demostrar su poder absoluto…”.

Lo anterior es aplicable a los cientos de mensajeros en Colombia que anunciaban una posible desinflada en los resultados de las encuestas, que aún favorecen a Gustavo Petro, pero que asimismo demuestran el ascenso de un candidato y su posible llegada al poder en caso de presentarse una segunda vuelta.

El ingeniero Rodolfo Hernández, con su nadadito de perro, sus bravuconadas y sus anuncios de tempestades ha logrado captar la atención de millones de colombianos que se inclinan por un candidato que “no polarice”.

Tal la consigna que ha trascendido el subconsciente de los colombianos al punto de creerse que en caso de enfrentarse Petro y Hernández, el triunfo sería para este veterano político.

Nada raro en la historia de Colombia. Ocurrió con Horacio Serpa y Álvaro Uribe. Ya todos conocen los hechos.

Pero, en este caso la inflada de uno y la desinflada de otro, puede obedecer a varios factores. Veamos algunos de ellos.

Para los no petristas su principal razón de no serlo es que se requiere un líder que "no polarice". La imagen que se ha vendido de Petro por parte de sus contendores es, justamente, esa.

En consecuencia, se canaliza su deseo o anhelo en la figura de un viejito cascarrabias que no pasa de dar coscorrones a quienes se atreven a cuestionarlo y que pronuncia cada nada la palabra corrupción al tiempo que señala hacia todos lados, menos hacia él o su familia. Basta mencionarle a su hijo para que ardan sus entrañas y se encienda su cólera. Pero, "no polariza como Petro".

Quizá una de las mayores desinfladas de Petro se causó por la imposibilidad de desprenderse de la demarcación de Francia Márquez.

Una buena líder y candidata, pero no para la vicepresidencia. Eso les permitió a sus opositores prender el ventilador ante cada salida en falso de la formula vicepresidencial.

Súmense unas cuantas metidas de pata o, mejor dicho, de lengua y se entiende la caída de una campaña que había dado muestras de crecimiento continuo.

En muchas regiones no se entendió la filosofía del Pacto Histórico y con la llegada de políticos pertenecientes a la vieja escuela se fue diluyendo esa imagen de renovación y cambio. Muchos cuestionaron el ingreso o llegada de esas viejas figuras como un verdadero desatino de Petro y la consecuente entrega a las viejas estructuras de poder.

En el subconsciente de millones de colombianos afloró el desatino político y electoral, como administrativo, de algunas figuras que llegaron al poder regional o local de la mano de maquinarias aceitadas con burocracia y clientelismo y que pretendían vender la imagen de autonomía e independencia. Ya en el solio entregaron las entidades e institutos a los mismos corruptos que pretendían ignorar.

Igualmente, en el Pacto Histórico y en muchas regiones se sintió un gran vacío de la figura de Petro.

En cambio, se entronizaron figuras desgastadas y con asuntos pendientes con la justicia colombiana. Se tomaron el poder, continuaron con sus mismas estrategias electorales y reclamaron como suyo lo que en realidad era de Petro.

Fueron ellos los que elevaron a la categoría de candidatos a figuras desgastadas o caducas, ignorando a las jóvenes promesas surgidas de las luchas populares. En el tarjetón el elector se encontró con pocas opciones para marcar, la mayoría unas marionetas de viejos caciques escondidos en las sombras en espera de resultados que les permitan reclamar como suyo el fruto de las luchas de algunos líderes que se la jugaron toda por la causa.

Ni es secreto que los líderes regionales del Pacto Histórico, aun antes de las elecciones presidenciales, ya quieren subir al carruaje de la victoria para futuras elecciones a esas mismas candidaturas que no obtuvieron el resultado popular favorable en las urnas. Ya se miran como alcaldes o gobernadores o como los “managers” de ellos quitando y poniendo en los cargos a sus amigos y copartidarios.

Dejaron crecer al viejito de los coscorrones y les puede significar caro la soberbia de creerse vencedores y dueños del poder absoluto. Sobra decir que Petro es inmensamente superior a Hernández en todos los sentidos, pero es en las urnas donde se decide. Cada voto cuenta.

En algunos departamentos fue tal la zozobra de la llegada de liberales o conservadores al Pacto Histórico que tuvieron que hacer tolda aparte, pues no se les permitía el saludo o el abrazo entre nuevos copartidarios. Juntos, pero no revueltos.

Cada uno en su sede y con su gente, en espera de unos resultados favorables que les permita reclamar parte de la victoria y el triunfo. Hecho que no pasó desapercibido para la opinión pública, que decidió mirar hacia las toldas del exalcalde de Bucaramanga.

El inconformismo o inconformidad de los electores indecisos parece inclinarse hacia otro lado, diferente al de Petro. Y ese puede ser un factor que inclinará la balanza en el momento de contar los votos que permitan alcanzar el solio de Bolívar.

Los líderes regionales parecen ser incapaces de ganar para su causa a una gran masa que aún permanece en la incertidumbre electoral. Por el contrario, los alejan cada vez que miran en las tarimas junto al gran jefe a figuras desgastadas y que representan todo lo abyecto de nuestra política.

Hasta hace pocos meses Gustavo Petro era, literalmente, el nuevo presidente de Colombia, incontenible y victorioso. Pero empezaron a darse voces de alerta que sus asesores y cuadros no fueron capaces de entender y mucho menos contrarrestar. Los absorvió la soberbia y la prepotencia al extremo de creerse intocables. Y así no se gana el poder ni se llega a él.

Lo anterior no significa que Gustavo Petro la tenga perdida, de ninguna manera. Simplemente expresamos el sentir de una colectividad que de alguna manera se siente defraudada con el proceder de algunos integrantes del Pacto Histórico que como viejos gamonales pretenden manejar a su antojo los hilos de la historia electoral. Esas ínfulas pueden significar la caída del Titanic en el proceloso mar de la incertidumbre política y electoral colombiana. Que no se diga que el culpable es el mensajero…

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