No sé cómo será la vida cotidiana en Mauritania o Checoslovaquia, pero de lo que no puede haber duda es que en Colombia no nos aburrimos.
Durante el mes de agosto que acaba de terminar Colombia ha sentido como suyas las medallas olímpicas, aun las amargas de plata o las luchadas de bronce, y ni qué decir de las muy valiosas doradas. Por todos los medios de comunicación se elogia con pasión no solo la belleza de Caterine Ibargüen, su maravillosa sonrisa, sino sus espectaculares saltos. ¿Y qué decir de Nairo Quintana? Es difícil no ver por la calle en las horas matutinas a la gente aglomerada alrededor de cualquier establecimiento que tiene la televisión encendida y todos con los nervios en tensión pendientes de los segundos que le lleva a sus inmediatos competidores.
Opinamos con pasión sobre todos los temas propios de nuestra vida cotidiana y es preciso en los últimos días de agosto cuando aparece el tema del momento: ¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?
Y, obviamente, no hay quien que sobre la materia no opine a diestra y siniestra y diga vehementemente si votará Sí o No.
La pregunta, que ha causado iras por parte de furioso uribismo al estar supuestamente construida bajo vaguedades y mentiras es, para mí, clara y expresa y está intrínseca y directamente relacionado con el acuerdo de paz que puede leerse en versión impresa o por internet.
He leído el famoso acuerdo, engorroso texto cargado de un lenguaje incluyente que solo produce aburrimiento al repetir hasta el cansancio aquello de los ciudadanos y las ciudadanas y que solo recuerda a Bibiana Aído, aquella ministra de Rodríguez Zapatero que expresara emocionada aquellas palabras que pocos años después repite Pedro Sánchez, líder del PSOE hoy, cuando se dirige frente a sus partidarios como “miembros y miembras”.
Me ha llamado la atención la facilidad con la que,
para acabar con las penurias, se crean y recrean entidades
para convertir a Colombia en un nuevo país.
Aparte de este antipático lenguaje incluyente que se repite y repite, así como el pesado lenguaje legal, a mí, del acuerdo de paz, me ha llamado la atención algo adicional: la facilidad con la que, para acabar con las penurias, se crean y recrean entidades para convertir a Colombia en un nuevo país.
Y aquí van simples ejemplos: “Para lograr la democratización del acceso a la tierra en beneficio de los campesinos y de manera especial a las campesinas (sic) sin tierra y de las comunidades rurales más afectadas por la miseria, el abandono y el conflicto, …, el Gobierno Nacional creará un Fondo de Tierras de distribución gratuita…”. Y unas páginas después o antes nos encontramos que con el propósito de acercar los servicios de salud a las comunidades, se creará e implementará el Plan Nacional de Salud Rural.
¿Más? Obvio que hay más. Como en buen circo, siempre de los sombreros de los magos salen conejos.
Para la primera infancia y su educación y demás, se creará el Plan especial de educación rural.
Ah, y para fortalecer las capacidades productivas de la economía campesina, otra vez el gobierno diseñará e implementará un Plan nacional de asistencia integral técnica, tecnológica y de impulso a la investigación.
Y para que haya garantías adecuadas para los productos campesinos, pues se crea el Plan nacional para la promoción de la comercialización de la producción de la economía campesina.
Y frente al tema de los subsidios, generación de ingresos y créditos, se crea otra cosa para apoyar y consolidar la generación de ingresos de la economía campesina.
Hablando de vivienda y agua potable, también se crea lo suyo: el plan nacional de construcción y mejoramiento de la vivienda social rural.
Ah, y para no quedarse cortos, también se creará el plan progresivo (sic) de protección social y de garantía de derechos de los trabajadores y trabajadoras (sic) rurales.
Y claro, para que todo sea muy limpio y tomando medidas de prevención y lucha contra la corrupción, se promoverá la acción del Estado para fomentar una cultura de transparencia etecé y etecé.
Y como en un buen mago, aparecen las serpentinas tricolores: Para que las elecciones sean divinas, también se crea una misión electoral especial.
Y todo acompañado de la integración de un cuerpo élite en la policía nacional con enfoque multidimensional (sic).
Tantas bellezas y promesas no pueden creerse de boca de blablablá Santos y menos de su sucesor Vargas.
Sin embargo, votaré Sí, con ajena emoción y guiado por dos puntos. El primero, y muy importante y decisivo, y es que si dejan de martillar tres mil u ocho mil fusiles eso está muy bien para el país. Y lo segundo, no aplaudir y seguirle la cuerda a los guerreristas del uribismo.
Pero, y debo aclarar, no creo en toda la babosería del acuerdo lleno de promesas infundadas cuando este gobierno y los anteriores han tenido como máxima el olvido sistemático a las necesidades de medio país.
Y hablando de…
Y hablando de payasos, a veces piensa uno que el circo propio no tiene equivalente. Sin embargo, con el presidente mexicano Peña Nieto y sus tesis de grado seriamente cuestionadas, llega al colmo de la risa (?) aquella muy reciente reunión nada menos que con Trump viendo a ver cuál de los dos va a cubrir los costos del famoso muro.
