Parques del río

Parques del río

Por: Jorge Vásquez Muñoz
abril 16, 2015
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Parques del río

Se ha planteado que el recién aprobado POT invierte la pirámide de movilidad de la ciudad, dejando en la cúspide el atormentado peatón, pero en notas recientes de prensa de El Tiempo, Semana y El Colombiano puede leerse que el proyecto Parques del Río, en su totalidad, duplicaría el área para tránsito vehicular. Esto no parece muy coherente. Pasar de 4 a 7 carriles en la primera etapa del proyecto es una evidente contradicción entre discursos y prácticas, aun entendiendo la jerarquía de la vías que se intervendrán, los problemas de infraestructura vial y de movilidad en el Valle de Aburrá, y estando de acuerdo con la necesidad de fortalecer sistemas públicos integrados y modalidades no motorizadas de transporte (sin generar mecanismos arbitrarios e infundados de exclusión). ¿Abordar otras intervenciones contempladas en el Plan Maestro de Movilidad permitiría mejorar la movilidad metropolitana, de una manera más costo-eficiente?

El Proyecto promete numerosas áreas de espacio público (senderos peatonales, ciclorrutas, áreas de esparcimiento) y esto no puede ser más que bienvenido en una ciudad con un déficit alarmante de espacio público (en algunas comunas, el índice de espacio público verde es menor a 1 m2/habitante). Pero, ¿a qué costo de construcción y mantenimiento? ¿Con qué nivel de apropiación de las “preexistencias”, como herencias socioecológicas e infraestructurales del paisaje de hoy? Y ¿con qué riesgos políticos, económicos y climáticos (por citar sólo algunos)?

Mientras tanto, amplios y valiosos espacios como el Club El Rodeo y El Campestre, entre otros, hoy cumplen parcialmente su función ecológica pero no la social, sin que la ciudadanía conozca por qué no se concretan para un uso público que contribuya a suplir de manera importante (y más económica) el déficit de parques para la recreación pasiva y activa de todos. Por otra parte, instrumentos y esfuerzos técnicos tan valiosos como el Plan Maestro de Espacios Públicos Verdes Urbanos, el Sistema Metropolitano de Áreas Protegidas, la Propuesta de Gestión Integral de la Biodiversidad para Medellín, y la Estructura Ecológica Metropolitana, garante de la provisión de una parte importante y socialmente muy sensible de los servicios ecosistémicos que requieren los ciudadanos, siguen sin implementarse decidida y adecuadamente, sirviendo a lo sumo como sustento técnico para intervenciones desafortunadas, contrarias a sus propósitos. Tampoco el Fondo de Compensación Metropolitano, meta de la autoridad de planificación metropolitana en su Plan de Acción “Pura Vida” del Área Metropolitana, que permitiría implementar los citados estudios, es hoy una realidad. Mientras tanto, el futuro de los bordes urbanos y rurales, y sus imperiosas necesidades de gestión, quedan diferidas a más planeación (macroproyectos de borde), a intervenciones paliativas, y a la "autogestión" de los poderes fácticos.

Los ciudadanos esperaríamos que las universidades con programas de paisaje, urbanismo y arquitectura, pero no sólo ellas, se pronunciarán más, para contribuir a la discusión asertiva y cada vez más calificada en relación con este proyecto. Desde su experiencia investigativa y de consultoría, y apoyadas en su misión social es deseable y necesaria, desde todo punto de vista, su participación en el debate. No es apropiado sustituir su criterio, concepto y opinión por el de expertos internacionales, bienvenidos pero insuficientes.

Se entiende la incomodidad de algunos por la extemporaneidad de las críticas, pero si son para mejorar un proyecto de interés e impacto colectivo, nunca deberían ser inoportunas. Más lento es más legítimo. Ante las acusaciones de improvisación, la Alcaldía responde diciendo que este es un proyecto que está soñado, conversado, y planeado desde hace muchos años. ¿Hace esto, per se, indiscutible el proyecto? Los contextos espaciales, socioculturales, económicos y políticos cambian, y actualizar las visiones, y especialmente los modos y modalidades para concretarlas, debería ser parte constante de la agenda de un gobierno responsable y democrático. Vale para Parques del Río, para el Túnel de Oriente, para la recuperación de la navegabilidad del río Magdalena, y otros.

Es siempre sano reclamar a las autoridades apertura al diálogo real, así como pedirles que fortalezcan sus instrumentos de transparencia y sus técnicas pedagógicas, especialmente cuando se trata de proyectos que por su magnitud, complejidad e impacto potencial así lo ameritan. También, por supuesto, es deseable que las comunidades (ojalá organizadas), conserven siempre el principio de respeto que no siempre ofrecen con generosidad los funcionarios públicos, y que aumenten su capacidad de interacción, con información y argumentación crecientes.
La magnitud de este proyecto, y su impacto potencial, reclaman su valoración ambiental estratégica, integralidad en la planeación, calidad en el diseño, y en fin, de un robusto análisis de costo-beneficio. La ciudad no es una maqueta, y definitivamente no es responsable dejarla al albedrío de arquitectos, ingenieros, abogados y políticos jugando a ser urbanistas, paisajistas, o meros instrumentos de un interés privado particular, quizá interesado en construir un “parque residencial” con vista (aérea) al río, con un “parque comercial” semi-público a su interior, desde el cual ya no será posible apreciar la silueta de las montañas.

Por ello necesitaríamos construir un tándem de ciudadanos, profesionales, y dirigentes, ético y estético, para lograr construir un paisaje urbano cada vez más parecido al de los sueños contemporáneos: equitativo, sostenible, educado y en paz. Todo un reto de ciudadanía y liderazgo, y no sólo de ingeniería, de logística, o de marketing territorial.

Jorge Vásquez Muñoz
@vasmujo

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