Para pensar fuera del rebaño en tiempos de agitación política

Para pensar fuera del rebaño en tiempos de agitación política

El problema no es el lobo sino las ovejas, especialmente las que no se sienten cómodas en soledad y necesitan andar con sus iguales para sentirse reconfortadas...

Por: Fernando Corzo
noviembre 27, 2019
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Para pensar fuera del rebaño en tiempos de agitación política
Foto: PxHere

Eso de pensar es difícil. A mí especialmente me cuesta mucho. Las palabras se me aparecen, las quiero agarrar y se me portan resbalosas como peces jabonosos. De ahí que a veces se me escapen y empiece a decir incoherencias. Por eso prefiero escribir; ahí se me facilita atajar las ideas, darles un orden. Pero lo importante es estar ahí, tratando de pensar, de pensarme, ya sea leyendo, escribiendo o hablando.

A mí a veces se me da por pensar en solitario. A veces en voz alta, a veces por medio de las revistas. Algunos, sobre todo en la academia, me critican por hacerlo. Me dicen algo así como: vi el artículo que publicaste en Facebook. Lo dicen con una mirada irónica, con una sonrisa sínica. A mí no me importa. Todo medio es válido. Sobre todo teniendo en cuenta las condiciones en que vivimos los que intentamos hacernos a una voz en Colombia.

Bueno, ese es un preámbulo un poco extenso para presentar lo que he venido pensando en estos días de agitación política, que es algo como esto:

He visto un fenómeno curioso que sería bueno analizar. En momentos críticos como este noviembre tratamos de tomar conciencia de lo que somos, de lo que estamos haciendo por la sociedad. Lo primero que tenemos a mano para pensar, para pensarnos, es nuestro trabajo. Pero sucede que necesitamos algo concreto, algo que nos haga sentir reales. Es entonces cuando acudimos a nuestros uniformes. ¿De qué color me visto? ¿Soy azul, rojo, verde militar, azul celeste? Nos miramos, nos observamos, nos pensamos. Nadie quiere sentirse indigno, más bien queremos sentirnos orgullosos de lo que hacemos.

Entonces nos sentimos un poco inquietos. Queremos encontrar un apoyo en nuestros compañeros de trabajo, en nuestros colegas, ojalá en alguien que porte nuestro mismo uniforme. Queremos encontrar un apoyo, diríamos, emocional. El militar o el policía, por ejemplo, al ver a un colega suyo asesinar o maltratar a un ciudadano, siente un choque emocional muy fuerte, no lo puede creer, lo niega. Busca en la mirada de sus colegas que portan su mismo uniforme una respuesta. En este punto se sienten especialmente vulnerables. Buscan un apoyo, sacan su celular, abren su grupo WhatsApp de amigos policías o militares, y encuentran mensajes conmovedores, lagrimosos, en los que se exalta su labor, su heroicidad, su pulcritud. Esto pasa con los que trabajan en las Fuerza Armadas, pero ocurre algo muy semejante con los que trabajan en tantos otros gremios. Nadie quiere sentirse indigno. Todos queremos sentirnos humanos. Escojo el ejemplo de la milicia porque se hace más evidente esto que he venido exponiendo.

Hace poco una amiga militar, hija de un militar de alto rango, ante la crisis que vivimos me mandó un mensaje. Ella no lo escribió. La fuente original la desconozco, pero seguro que hace parte de esas cadenas de WhatsApp que se expanden y que son fabricadas con algún tipo de interés colectivo. Yo no le respondí nada, pero sí que me puso a pensar. Lo transcribo aquí, sin quitarle ni una tilde, sin omitir nada. Aquí va:

Hagamos memoria.

Asi como el de muchos "mi padre no tuvo estudio".

En su época era un lujo ser profesional, un bachiller podía ser docente, los médicos  tenían vocación y cada ciudadano tenía claro que solo con trabajo y dedicación lograban sus propósitos.

Sí con orgullo repito, mi padre no tuvo estudio, pero tuvo valentía y ganas de trabajar para sacar adelante a nuestra familia.

Mi padre no tuvo casa gratis o subsidiada.

Así es, mi padre  no se quedó esperando a que el gobierno local o nacional le regalara una casa o le diera la cuota inicial. Mi padre trabajó y con sacrificio ahorró poco a poco hasta tener un techo para nuestra familia.

Mi padre no tuvo vacaciones ni gastos innecesarios.

También lo recuerdo, y tengo claro que eso no fue motivo para que mi padre no fuera feliz. No viajo porque trabajaba y ahorraba para comprar lo necesario, no compro teléfonos caros, no compro ropa y accesorios de sobra, siempre compro lo necesario.

Mi padre es de carne y hueso. Mi padre fue responsable, asumió su rol y logró educar sus cuatro hijas.

Mi padre es de carne y hueso, mi padre no es el gobierno.

AHORA BIEN.

Hoy marcharon en su mayoría todos aquellos que quieren vivir sin esfuerzo.

Hoy marcharon en su mayoría estudiantes que quieren educación gratuita pero compran teléfonos cuyo valor es mayor a un semestre académico.

Hoy marcharon y exigieron vivienda subsidiada o gratis amparados en la supuesta falta de oportunidades, pero mañana en los miles de bares colombianos celebrarán con licor y con dinero y brindarán por lo hecho el día de hoy.

Hoy marcharon y exigieron mejores salarios porque los actuales son pirricos, pero aún así muchos tienen ya sus tiquetes para viajar de vacaciones  a diferentes destinos mundiales.

Hoy marcharon porque el costo de vida es elevado, pero mañana compran en centros comerciales prendas de vestir y calzado sobrevalorados únicamente por su marca.

Hoy marcharon en su mayoría aquellos a quienes la ley les prohibió el trabajo antes de los 18.

Aquellos a quienes la ley en su favor, obligó al sistema educativo a regalarles el año lectivo sin esfuerzo.

Aquellos a quienes la ley protege y les permite demandar a sus padres por el solo hecho de reprender con una correa por una falta grave.

Aquellos  a quienes la ley aún desde su infancia  y con la famosa libertad de expresión les permitió llegar a sus colegios con cabelleras pintadas, aretes y otros signos de rebeldía de niño y adolescente.

Aquellos a quienes si se les convoca a trabajar para construir no asisten a la convocatoria, bien porque no son constructores o bien porque están ocupados ganando amigos en sus redes sociales.

Hoy marcharon aquellos que no saben construir pero que disfrutan destruir.

Hoy marcharon y queda demostrado esta noche, aquellos que destruyen lo ajeno pero defiende lo propio, aquellos que exigen el cumplimiento de sus derechos pero reprochan cuando se exige el cumplimiento de sus deberes.

Hoy marcharon buenos ciudadanos pero tanmbien allí con su acompañamiento facilitaron y promovieron el vandalismo de los que citó en estos parrafos.

Para quienes marcharon pacíficamente, todo mi respeto y solidaridad.

Para quienes a esta hora generan caos en Colombia todo mi anhelo para que la ley actúe y los sancione con severidad

Esta es mi opinión y la quiero hacer pública  no conozco la tuya pero la respeto.

Por lo pronto yo sigo el ejemplo de mi padre y duermo con la tranquilidad de que los buenos colombianos somos más. Y con la seguridad de que si no madrugó a trabajar mis hijos no tendrán el mañana deseado.

El mensaje es conmovedor. Pero si lo analizamos cuidadosamente veremos que hay ideas venenosas: los que protestan son vagos, no están haciendo nada, solo son unos privilegiados, son unos viciosos, son avaros, son unos afeminados, son destructores. Esas expresiones buscan deslegitimar la protesta, acallarla, y, de paso, tranquilizar al militar que porta un uniforme y que vio cómo uno de sus colegas golpeó o mató a un ciudadano, o a varios.  El mensaje, al mismo tiempo, actúa como un relajante para el militar que lo lee, como una carga de oxígeno ante tanta presión social.

El uniforme es lo que distingue a los que están en el rebaño. Todos de alguna forma pertenecemos a un rebaño. Están los que portan un uniforme de maestro, los que portan un uniforme de enfermero, etc., etc. Todos de alguna forma pertenecemos a un gremio, o a varios. Las ovejas no se sienten cómodas en soledad, necesitan ver a un compañero que porte un uniforme como el suyo: peludito, limpio, ojalá blanquito, alguien que, como él, comparta su visión de mundo (su ideología). Solo así se sienten reconfortadas.

Todo esto me ha llevado a pensar que el problema no es el lobo (que por cierto es imaginario), sino la oveja, o para ser más preciso, el hombre que pertenece al rebaño y que para sentirse tranquilo acude a su grupo de WhatsApp preferido, a su refugio, a su rebaño.

Ocurre lo mismo con los grupos religiosos y políticos. Aquí, dado que no cargan uniforme, se hace más difícil identificarlos como ovejas. Su uniforme es su mente. Sí tienen símbolos: banderas, rosarios, botones, etc. etc. Los reconocemos más fácilmente cuando los vemos congregados en sus iglesias y en las sedes de sus partidos.

Les pasa lo mismo que a los militares. Su accionar es el mismo. En tiempos de crisis, cuando algo fuera de lo normal pasa, se miran entre ellos. También buscan un apoyo emocional en los que comparten su propio dogma. Entonces encuentran un video, un post, un algo que consumir para que los relaje, los tranquilice, los absuelva de todo delito, de todo pecado. El rebaño necesita esa droga para vivir en paz.

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