Para aquellos que van mucho al médico
Opinión

Para aquellos que van mucho al médico

Es conveniente ir pensando en lo bueno y malo de acudir excesivamente al médico. Sobre todo a aquellos que nos han recomendado como mejores en su especialidad

Por:
diciembre 04, 2015
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Felicito antes que nada a los colegas por el Día Panamericano del Médico conmemorado el pasado 3 de diciembre natalicio del médico cubano Carlos Finlay. Y como regalito de celebración dedico con la mejor intención esta columna a todas las personas que van demasiado al médico sobrecargando a los colegas y al sistema de salud. Hace dos semanas un reconocido médico y eticista publicó una nota en el New York Times de provocador título: ¿Son los buenos doctores malos para su salud? Como verán es conveniente ir pensando en lo bueno y malo de acudir excesivamente al médico.  Sobre todo a aquellos que nos han recomendado como los mejores doctores en su especialidad.

Esta observación parece ir en contra de la sabiduría popular así que debemos considerar quién la publica y en que evidencia se apoya. Quien escribe el artículo del New York Times es un reconocido autor, médico oncólogo y profesor de la Universidad de Pennsylvania, Ezequiel Emanuel. El fue uno de los pilares académicos de la reforma al sistema de salud del presidente Obama que actualmente es atacada agresivamente por los políticos de derecha (Trump, el Dr. Ben Carson y otros)  Emanuel, de ascendencia judía, se opone a la eutanasia legal aunque hace un año escribió un comentado artículo “¿Por qué quiero morir a los 75 años?”. Como ven es un médico que hace pensar.

La evidencia fundamental para afirmar que la ausencia de doctores famosos puede ser buena para su salud se publicó en JAMA en febrero del 2015. La investigación demuestra que la mortalidad de pacientes críticos con falla cardíaca o paro cardiorespiratorio disminuye significativamente en hospitales universitarios durante los días del año cuando se realizan congresos nacionales de cardiología. Aunque podrían darse varias explicaciones lo más probable es que la ausencia de catedráticos, que están fuera de la ciudad en las conferencias, disminuye la frecuencia de procedimientos complejos y sus ocasionales efectos adversos. Parece entonces que los profesores de medicina reconocidos como “mejores” estimulan una práctica médica agresiva de beneficio dudoso para el paciente.  La revista subtitula el artículo Menos es  más.

Es un hallazgo contraintuitivo que los mejores médicos no siempre produzcan los mejores resultados pero una anécdota personal podría explicarlo. En alguna ocasión estuve hospitalizado en una unidad de cuidado intensivo de una institución de primera categoría donde ejercían muchos de mis estudiantes ya graduados, especializados y subespecializados. El curso de mi enfermedad fue largo, difícil, con algunas complicaciones serias. Al final un inteligente intensivista que contribuyó mucho a salvarme la vida me dijo: “Dr. Rovetto es que a veces conviene algo de anonimato”. Todos querían hacerme todo, pedirme todos los exámenes, intentar todos los tratamientos… y a veces los resultados eran inesperados. Casi acaba mal mi historia y hubiera podido en ese caso parafrasear a Alejandro Magno diciendo: “Muero rodeado de los mejores médicos”.

El doctor Emanuel cree que el problema fundamental está en nuestras expectativas actuales, estimuladas por los medios de comunicación, cuando se equipara siempre más tratamiento a mejor tratamiento. Y no aceptamos fácilmente un límite a nuestros gastos sociales de salud.  El Sistema Nacional de Salud del Reino Unido, juzgado uno de los mejores en el mundo, este año tiene que aumentar su presupuesto un 4 %, más de 3000 millones de libras esterlinas, para satisfacer las demandas de servicio de la población. Sin afán de polemizar en un tema difícil, el ciudadano común y corriente cree merecer todos los gastos para su salud porque la salud es un derecho.

Parece evidente
que vivimos sobremedicados
en el mundo contemporáneo 

En Israel se hizo un estudio detallado de la medicación en hogares de ancianos. El promedio de fármacos que recibía cada individuo en esas instituciones era 7. Luego de examinar cada tratamiento se suspendieron en promedio 5 medicamentos en el 90 % de los casos. Solo el 2 % de las drogas necesitaron ser reiniciadas durante el seguimiento clínico. Y casi todos reportaron sentirse mejor al final del estudio. Parece evidente que vivimos sobremedicados en el mundo contemporáneo.

Según Emanuel parte de la culpa reside en los mismos profesionales de la salud que prescribimos tratamientos sin límite. Piensa que si bien es cierto que el primer mandato de la ética médica es no hacer daño, los doctores tenemos dificultad para hacer menos o no hacer nada en muchos casos.

Ya que estamos hablando de médicos reconocidos no creo que el público juzgue mejor médico a quien recomienda no hacer nada en algunos pacientes. El comentario más frecuente y menos malintencionado es “el doctor no dio con el chiste”. Deseamos médicos agresivos y aventados. Aunque sean un poco peligrosos como afirma Emanuel en su artículo. De todas formas recordemos y felicitemos por su día a los médicos prudentes y cuidadosos, a veces mal comprendidos por sus mismos exigentes pacientes.

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