Sobre el papa y la humildad

Sobre el papa y la humildad

¿Debe alguien por humildad entregar su dinero?, ¿quien tiene plata está condenado a nunca ser humilde?, ¿es el pobre humilde por naturaleza?

Por: Yessica Chiquillo Vilardi
septiembre 14, 2017
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Sobre el papa y la humildad

En medio de la avalancha de expectativas y arengas, opiniones con aciertos y desaciertos sobre la visita del papa en Colombia; hubo algo que hace poco me llamó especialmente la atención: temo que hay una mala interpretación frente al escurridizo término de humildad. Creo, por un lado, que han sido más polémicos los comentarios de la gente que la visita en sí. Pero también considero que entre las opiniones de diversa índole hay que detenerse, sobre todo, en los argumentos usados para manifestar su apoyo o descontento.

De regreso al trabajo, tuve la oportunidad de escuchar en silencio la conversación que dos mujeres sostenían. Una de ellas lanzó la siguiente perla: “Si el papa fuera humilde entregaría su sueldo a los pobres”. A lo que su compañera asintió y luego ambas, casi al unísono, concluyeron que el papa de humilde no tiene ni mierda. Sin embargo, no es de mi interés aquí definir si el papa es o no es humilde; sino discutir antes sobre el mismo término en cuestión: ¿debe alguien por humildad entregar su dinero?, ¿quien tiene plata está condenado a nunca ser humilde?, ¿es el pobre humilde por naturaleza?, ¿qué viene siendo entonces la humildad?

Nunca he estado de acuerdo con la humildad per se que la sociedad le atribuye al pobre, porque la carencia de recursos para subsistir en este mundo cruel es un problema que poco o nada tiene que ver con la humildad. La humildad tiene que ver, en cambio, con el reconocimiento de nuestras propios defectos y la manera como actuamos según dicho conocimiento. Si bien su origen latino “humus” significa “tierra”, esto no quiere decir que solo es humilde el campesino. Esta misma confusión nos ha hecho creer, al menos en Latinoamérica, que el destino trágico del campesino es ser siempre pobre, porque honramos su carencia como si fuera una virtud, como si fuera humildad.

Si viéramos el término más allá de su sentido literal, comprenderíamos que no todos los límites son materiales y que suelen ser más grandes y difíciles de erradicar las limitaciones que operan en forma de dictadura en nuestra mente. Un colega mío me dio la mejor definición de humildad en forma de un consejo, me dijo: “sé más humilde, escucha y reconoce en el otro la posibilidad de tener la razón, pero sobre todo, reconoce en ti la posibilidad de errar”. Creo que si empezamos a llamar las cosas por su nombre, no solo le haríamos más justicia a las personas, sino que también evitaríamos tantas discusiones impropias e inútiles y nos concentraríamos más en comprender la naturaleza de los eventos sin necesidad de herirnos para opinar sobre política y religión. Creo ahora tener la respuesta para una de las preguntas: no es obligación del humilde, sino del corrupto, entregar a los pobres el dinero robado de los recursos públicos.

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