Pandemia: ¡no nos disparemos en el propio pie!
Opinión

Pandemia: ¡no nos disparemos en el propio pie!

Nos encontramos en la etapa del crecimiento exponencial, ganando puestos en la clasificación mundial del COVID-19, y abrimos como si controláramos la pandemia

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julio 06, 2020
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Manejo de la pandemia a la colombiana: no salgamos, pero sí abramos los lugares de culto y sí realicemos el primer día sin IVA.  También, muy a la criolla, echarse para atrás cuando la realidad, terca, no da otra salida: las aglomeraciones del 19 de junio fueron tan evidentes, que el gobierno nacional reculó y el segundo día sin IVA, el 3 de julio, fue una feria de electrodomésticos en línea. Las grandes aglomeraciones fueron, por fortuna, solo de bits.

Aunque estamos lejos de haber dominado la pandemia como en Alemania, Francia o España, Vietnam o Corea del Sur, Colombia, en la práctica, ha optado por lanzarse a la calle. Por una parte, el gobierno nacional extiende la cuarentena; por otra, abre las puertas para salir, autorizando decenas de excepciones al confinamiento.  Reflejo del supuesto dilema: ¿qué va primero, la salud o la economía?

La fórmula: sin vida no hay economía.

Texas, Florida, Arizona, siguieron la línea Trump, la de abrir los negocios, incluidos bares, restaurantes y lugares de culto sin haber arribado al pico de sus respectivas curvas de contagio.  En pocas semanas se les dispararon. Hoy están echando para atrás, decretando confinamientos parciales.

¿Qué tanto se tardará en Colombia en echar para atrás parte de la apertura? El peso de la realidad lo dirá.

Es obvio que no se pueden cerrar los negocios de forma indefinida, menos en un país que carece del ahorro suficiente para subsidiar empresas y a las familias más vulnerables afectadas por el frenazo de la economía. No obstante, las actividades económicas, las formales y las informales, no se están abriendo, como corresponde, con la aplicación de las medidas que, efectivamente, permitan salvaguardar vidas.

Las ciudades se han abierto pese a que estamos lejos, aún, del punto de quiebre de la famosa curva.  Según la directora del Instituto Nacional de Salud, el pico llegará en septiembre, aunque habrá grandes diferencias regionales.

Muchos, en la calle, respetan los mandatos del distanciamiento social, portan tapabocas y lavan sus manos; también están a la orden del día las aglomeraciones callejeras. La probabilidad del contagio aumenta y, con ella, la de las muertes. No sabemos si los sistemas sanitarios de algunas ciudades colombianas puedan llegar a colapsar.

Es cierto que millones de colombianos no tienen alternativa que la de salir o aguantar hambre. Las calles están llenas de vendedores ambulantes que, necesitados, ofrecen toda suerte de productos en andenes y semáforos. Los rappitenderos, trabajadores a morir, se aglutinan al lado de los Carulla, muchos sin tapabocas, compitiendo por el siguiente pedido a domicilio.  Jóvenes venezolanos humildes, indígenas embera, con sus pequeños en brazos, centenares de miles de colombianos, piden limosna en las esquinas.

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Bien sea por el acatamiento a la cuarentena, bien por el desempleo en alza, lo que se puede apreciar en la calles son los negocios abiertos, pero con poca clientela

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Los centros comerciales han abierto sus puertas y con ellos librerías, almacenes de calzado, juguetería, ropa, las grandes superficies.  Están en fila para ser abiertos los restaurantes que, se supone, lo harán bajo estrictas reglas.  Sí, en general, los negocios formales son respetuosos de los protocolos. Sin embargo, el problema del mercado, para éstos y los millones de la informalidad, es doble: por una parte, el ingreso de los hogares se desplomó. Por otra, hay millones encuarentenados. Bien sea por el acatamiento a esta, bien por el desempleo en alza, lo que se puede apreciar en la calles son los negocios abiertos, pero con poca clientela.

Nos seduce andar en contravía.  Salgamos a la calle, parece ser la consigna no solo la de la informalidad, sino la de connotados líderes del mundo empresarial y político. Con excepciones, como las de la alcaldesa de Bogotá, el alcalde de Medellín y otros juiciosos mandatarios, pareciera que el gobierno nacional está esperando evidencias trágicas para, en pocas semanas, echarse, de nuevo, para atrás.

Francia, Alemania, España abrieron, con sumo cuidado, las actividades de sus ciudades semanas después de que las cifras tanto de contagio como las de fallecimientos se habían reducido.  Allí las pruebas se han multiplicado y las autoridades cuentan, al menos en esta fase de la pandemia, con los elementos para detectar y aislar los “puntos calientes” en los que se detecten infecciones.

Por cada millón de habitantes, en Alemania se han adelantado 70.000  pruebas, más de cuatro veces el número colombiano equivalente. Y, en España, 116.000.  Mientras ellos van a la baja en la cantidad de casos nuevos y abren los negocios con la cautela requerida, nosotros, que nos encontramos en la etapa del crecimiento exponencial, ganando puestos en la clasificación mundial del COVID-19, abrimos como si controláramos la pandemia.

No hay de otra: la responsabilidad depende de cada uno.  Aunque suena a cliché, cuidémonos para cuidar a los demás.

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