Otro viaje de terror
Opinión

Otro viaje de terror

"No alcanza a explicarle al mesero lo ocurrido en el taxi". Es lo de cada día en una ciudad que muere en inseguridad mientras la alcaldesa busca ser presidenta

Por:
noviembre 23, 2023
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Aunque casi siempre lo pide en la aplicación, esta vez por afanes ella toma el taxi en la calle, ya dirán que fue culpa suya.  Igual que lo hace en todas las ocasiones, apenas diciendo al conductor la dirección a la que se dirige, escribe a su compañera vía WhatsApp la placa del vehículo, en esta, según ha escrito, sería la SIP 993.

Invariablemente cuando se trata de taxis se fija en el número de la placa en la ventana trasera antes de abordar, pero en esta oportunidad recordará que no estaba allí, así es que lo toma del estampado en la puerta y de la cartelera del conductor; también recordará que la cara del este sí sería coincidente con la de la cartelera puesta en el asiento para observación de los pasajeros.

Ha pasado un día entre conferencias de educación artística para niños en donde les han expresado hasta con música que hay que dejarlos libres, que se sientan seguros con lo expresan, los reyes del mundo a la hora de iniciar cualquier tipo de formación en música o artes plásticas. Así es que toma el transporte con esa sensación de encanto, la de un mundo ideal o posible.

En la vía, en esa parte de la calle, igual que siempre, hay trancón. Así es que no pasa más que unos segundos, según recordará luego, para que el conductor esparza el contenido de un aerosol hacia el techo del lado izquierdo, dos disparos aproximadamente. ¿Usted roció algo? ¿Qué es eso? Pregunta de inmediato al tipo quien le dice que se trata solo de un ambientador.  En ese momento se percata de que su puerta, la del pasajero, no tiene chapa para abrirse desde adentro, ni manija para bajar la ventana.

Todo pasa en su cabeza como opera la cabeza cuando la exponen al abismo, el horror de lo que se avecina; sigue el trancón, ni siquiera han superado la misma cuadra en la que abordó el taxi, así es que alcanza a reaccionar   y mientras el vehículo sigue en marcha consigue moverse a la otra puerta trasera pidiéndole al conductor desesperadamente que la deje bajar y alcanza a hacerlo mientras el vehículo continúa sin detenerse.


Siente pánico de que el hombre se baje tras ella, pero no mira atrás y entra como puede en una venta de empanadas y cafés


Siente pánico de que el hombre se baje tras ella pero no mira atrás y entra como puede en una venta de empanadas y cafés. Antes de que lo inhalado haga más efecto pide ayuda al mesero quien se la brinda de inmediato; solo le dice que se siente mal, pero no alcanza a explicarle lo ocurrido en el taxi.  Es ni más ni menos una presa que en fracciones de segundo se ha salvado, el destino sería otro, uno infame, espeluznante.

Llama entonces a su compañera que acude pronto. A salvo sentirá trastorno, opresión en el pecho, taquicardia, la piel del rostro se verá muy roja. Pasará, cómo no, el resto de la jornada recordando cada detalle, preguntándose si en el día tan agradable oyendo de formación artística para niños, acaso tuvo alguna señal mística sobre lo que vendría. Igual se interrogará si vale la pena denunciar ante la policía o su denuncia tras jornadas de espera quedará flotando en el aire como otra partícula de polvo, si habrá sido su pecado, su insensatez como le dirá la mayoría de la gente, su gran culpa con el universo tomar un taxi, simplemente tomar un taxi en la calle mientras en la escena se habla de paz total.

También se interrogará, y esto la aterra aún más y le rondará por días en la mente, si siendo una presa a salvo del depredador, otra presa apenas unas cuadras más adelante habrá tomado su lugar, si otra presa de caza no habrá alcanzado a reaccionar.

En cuanto a la placa del vehículo, es la que ella alcanzó a escribir antes de todo este episodio. Quizá en el mundo de las pruebas, de los expedientes, de las presunciones de inocencia eso no sirva de nada, acaso también haya sido otra equivocación, incluso un número mal escrito. Vaya uno a saber.

Hace unos años, cuando en un “paseo millonario” mataron al agente de la DEA, Terry Watson, el grupo de asesinos que abordaron el taxi del crimen fueron extraditados. Por un tiempo el delito cesó, casi desapareció de los registros. 

Pero eso fue hace años. Hoy es lo cotidiano, lo infraordinario, los perros calientes del día a día, mientras la alcaldesa de una ciudad que muere en inseguridad e impunidad hace política de micrófonos buscando ser presidente o presidenta de la República.

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