Otra vez grande
Opinión

Otra vez grande

La derecha nominó a Donald Trump que promete “Hacer grande a América, otra vez”, y los demócratas a HIllary Clinton, con una concepción radicalmente distinta de grandeza: “Más fuertes unidos”

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julio 29, 2016
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A propósito de las convenciones para elegir candidato y candidata de republicanos y demócratas en Estados Unidos, he seguido con interés las frases escogidas como eslogan para sus respectivas campañas.

La derecha nominó a Donald Trump que promete “Hacer grande a América, otra vez”. Al parecer por grande entiende lo militar y lo policivo, con un énfasis en la defensa o aniquilamiento de todo enemigo externo, sea mexicano, negro o musulmán. Además creen que hoy América no es grande, sino una pobre y débil nación.

En momentos de crisis como los que vive el mundo por actos de terrorismo y brotes de intolerancia racial, esa promesa le suena a gloria a una parte del electorado que considera que vencer es armarse, o mejor seguirse armando; porque en Estados Unidos es tradición invertir miles de millones de dólares en armamento para su ejército y fuerzas policiales y gastar lo que cada cual quiera en armas personales.

Lo extraño es que eso no es nuevo y no ha dado resultado contra el terrorismo externo o interno. Por el contrario, lo que se ha visto en los últimos ataques es que ciudadanos armados hasta los dientes atacan a otros ciudadanos, sin que las autoridades puedan proteger a nadie. Y por el otro lado, hemos presenciado con dolor cómo los bombardeos contra Siria no han logrado desestimular al terrorismo de Isis, sino enardecerlo más y más.

Los demócratas, en cambio, optaron por una mujer como Hillary Clinton que no tiene nada de débil, ni mucho menos de pacifista. Recordemos por ejemplo, que tuvo a su cargo la persecución y muerte de Bin Laden, sin que le temblara la mano para hacer una operación milimétrica y efectiva en otro país. La diferencia entre ella y Trump, sin embargo, se nota en lo que escogió como eslogan, que representa una concepción radicalmente distinta de grandeza. La campaña de HIllary utiliza una frase que traducida sería algo así como seremos “más fuertes unidos” y con esto enfatiza el concepto de inclusión. Sin importar la diversidad, de piel, de religión, de procedencia, lo distinto no representa debilidad, lo que debilita es la desunión, la separación basada en la discriminación, la xenofobia o el odio.

Con esas dos concepciones tan diametralmente distintas se dibuja una división muy grande entre la gente que votaría en noviembre para elegir el o la próxima presidencia de Estados Unidos y se expresan las dos caras de lo americano, pero también las dos caras de un imperio, que sin duda alguna es esa nación. Porque Estados Unidos es un país dominante que impone su política externa a las buenas o a las malas pero también es un país tolerante que en lo interno privilegia las libertades.

 

El Trump, colombiano ya sabemos quién es.
Falta ver quién encarnaría la Hillary criolla
en los próximos años

 

Llama la atención que esta concepción de que se es grande porque se es fuerte militarmente, es una idea bastante elemental del Estado. Tal simpleza solo cabe en cabezas rudimentarias como la de Trump, que no alcanza a darse cuenta de la complejidad con que América maneja sus relaciones multilaterales.  Precisamente lo que le falta entender a Trump, es que su país no ha dejado de ser grande, porque no ha disminuido su capacidad bélica, pero es más grande aún porque ha sido capaz de incorporar muchas expresiones diversas y hacer que todas ellas crean en el elemental principio de los derechos ciudadanos.

Es más fuerte el imperio que conquista por la cooptación ideológica, por la integración cultural, que el que impone a sangre y fuego su dominio. El uno genera adhesión, o mejor adicción, como podría ser el “sueño americano” que comparten todos nuestros países, metidos hasta el pescuezo en el consumismo. El otro genera miedo y odio, como pasa en Venezuela, en Siria o en cualquier régimen dictatorial que nunca será sostenible.

Estas dos visiones también se la juegan hoy en nuestro país, la que propende por las armas para lograr supuestamente la paz y la que promueve la negociación y la inclusión. El Trump colombiano ya sabemos quién es. Falta ver quién encarnaría la Hillary criolla en los próximos años.

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