Oleoducto Transandino - Tumaco: historia de una infamia regional

Oleoducto Transandino - Tumaco: historia de una infamia regional

¿Quién se lleva ese oro negro? ¿Dónde están invertidas las regalías? ¿Qué se hace con este dinero en estos pueblos que carecen de todo, hasta de lo más elemental?

Por: Pablo Emilio Obando A.
julio 19, 2021
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Oleoducto Transandino - Tumaco: historia de una infamia regional

El 10 de mayo de 1962, la Texas Petroleum Company hace entrega del Oleoducto Transandino (OTA), que “atraviesa 305.6 kilómetros de selva amazónica, desde Putumayo hasta Tumaco (Nariño), y transporta 25.000 barriles de petróleo diarios, que proviene de los 115 pozos de Putumayo”. Estos pueblos deben recibir recursos por concepto de regalías; lo curioso, como lo expresa un exrepresentante del Putumayo, “no se necesita muchos análisis para saber que se han manejado mal los recursos de regalías. Solo un indicador: ninguno de los 13 municipios de Putumayo tiene agua potable”.

Desde el año de 1969 hasta mayo de 2008 más de “6.867.589 barriles de petróleo fue lo que transportó el oleoducto el año pasado. Gracias al Transandino, en el mismo 2008 el departamento de Putumayo recibió 118.018 millones de pesos en regalías”. Y, “ninguno de los trece municipios tiene agua potable…”.

Acontece lo mismo, quizá en mayores proporciones y en una especie de tragedia económica y social, en el tramo correspondiente a la costa pacifico nariñense donde se puede ver y apreciar en toda su magnitud el abandono de los pueblos y la miseria de sus gentes que miran impávidos la gigantesca estructura que atraviesa y serpentea sus casuchas de madera y latas viejas. Ignoran estos pobladores, quizá, que en su interior burbujea el oro negro que puede y debería sacarlos de ese permanente atraso en que viven y se condenan.

Se mira a lo largo de la vía hacia la costa pacífico una gran serpiente gris y mohosa que por tramos se confunde con la maleza y la vegetación o se adentra en los abismos de unos terrenos condenados a la sequía y la esterilidad. Por ratos nos parece imposible el poder contemplar esta maravilla de la ingeniería que con el transcurrir de los años se ha convertido en parte del paisaje y su geografía.

Nos asombra aún más la miseria, la penuria, la desdicha de los pueblos que ignoran que esa sustancia negruzca y pegajosa que atraviesa su territorio podrá constituirse en la formula salvadora y esperanzadora para las nuevas generaciones que se muestran famélicas y postradas ante el clima y la desesperanza colectiva. Pueblos sin acueducto, sin escuelas, sin calles, sin centros de salud, muchos menos instituciones educativas o tan solo un digno escenario deportivo. Solo despojos y abandono, total olvido estatal; pobreza por donde se mire, hasta que el horizonte se pierda entre nubes y poblados.

Lo curioso y paradójico es que el oro negro no solo atraviesa sus tierras, sino que se mete en sus casas, en sus salas, en sus patios y en sus chozas o caedizos. Muchos se sientan en el oleoducto que oscuro y gris cubre el patio de su casucha. Con sus pies descalzos parecen acariciarlo, como presintiendo la desgracia que viven y las riquezas que los besan desde su interior.

¿Quién se lleva ese oro negro? ¿Dónde están invertidas las regalías? ¿Qué se hace con este dinero en estos pueblos que carecen de todo, hasta de lo más elemental?

Nos preguntamos si alguna de estas familias recibe una especie de servidumbre por permitir que sobre sus propiedades se levante y atraviese una infraestructura que los expone, seguramente, a afectaciones sanitarias y a exponenciales peligros de orden público.

No encontramos estudios que nos permitan conocer la magnitud de los recursos recibidos por los mandatarios de la zona. Lo único que podemos afirmar sin duda alguna es que estos no llegan a sus destinatarios legales, que son los pueblos en los cuales únicamente observamos la desidia de sus gobernantes y la pobreza de sus casas y sus calles.

Formulamos un llamado vehemente a nuestros dirigentes y gobernantes para que se ponga coto a este exabrupto económico con claras repercusiones sociales y ambientales. No más complicidad ni silencio ante tanto abuso y expoliación. No entendemos cómo es posible que junto a las riquezas que atraviesan abundantes poblados encontremos la presencia de niños desnutridos y famélicos, de mujeres en total estado de abatimiento y de hombres sin esperanza alguna ante las contingencias cotidianas.

La gran totalidad de estos pueblos no cuentan con acueductos o alcantarillados, no poseen un centro cultural, un parque de diversiones, unas instalaciones deportivas o tan solo un centro de salud. Alguien se está embolsillando los millonarios recursos de regalías que por derecho propio les corresponden a estos pueblos.

En esta denuncia, con estas imágenes y fotografías, que nos significaron temor y algo de temor queremos dejar constancia que la Costa Pacifico merece mejor suerte en el concierto de los pueblos y naciones cultas. Que son muchos los recursos perdidos o dilapidados, que invirtiendo correctamente estos dineros es mucho lo que se podría alcanzar.

Nuestros gobernantes nos deben una justa explicación, la Texas una razonable justificación a tanto despropósito y el Estado una pronta intervención que permita esclarecer el destino de los millonarios recursos que no se ven por ningún lado condenando a los pueblos a ese estado de abandono y postración.

 

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