Oficio médico: ¿secreto o misterio?
Opinión

Oficio médico: ¿secreto o misterio?

Por:
julio 19, 2013
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Hace dos semanas publiqué una columna discutiendo la categorización de la obesidad como enfermedad. Terminaba la columna con la historia de una persona conocida quien al acudir al médico fue avergonzada por el colega por su figura corporal.  Esto llevó al ocultamiento de un cáncer de mama que dos años después le produjo la muerte. Al escribir la anécdota mencioné el nombre real de la protagonista fallecida unos veinte años atrás. Luego de enviar el texto empecé a preguntarme si había roto el tradicional secreto hipocrático.

Este se fundamenta en una obligación del antiguo Juramento Hipocrático “Respetaré el secreto de quien haya confiado en mí” en la versión contemporánea de la Convención de Ginebra en 1945. Decidí, con algunas dudas, que no lo había roto pues la persona involucrada no era directamente mi paciente y el hecho había ocurrido hace dos décadas o más. Además contaba con admiración y afecto la historia y lo  había hecho buscando el bien mayor que los médicos se cuidaran de avergonzar o culpabilizar a un paciente. Aun así hay que cuidarse en extremo de mencionar nombres o características del paciente ante otras personas. En muchos hospitales norteamericanos está formalmente prohibido hablar de casos personales en elevadores, vestíbulos hospitalarios, cafeterías y otros sitios públicos.  Es una buena práctica del oficio clínico que debemos imponernos.  De todas formas lo que relato me puso a pensar en el papel del secreto en medicina y su necesidad, sus excesos o la confusión con otros conceptos como misterio.

La medicina fue siempre oficio arcano en muchas culturas, casi un arte esotérico. Si ella perdía esa aura de secreto perdía algo de su atracción y poder.  Los primeros estudios renacentistas de la anatomía humana, los de Leonardo por ejemplo, eran nocturnos y clandestinos. Algunos hallazgos terapéuticos eran transmitidos a la posteridad como abreviados y codificados comentarios entre renglones de libros magistrales.  Hasta hoy existen secretos de fabricación de muchos medicamentos y la lucha económica y política por patentes es una batalla actual en nuestro mundo globalizado. India de manera revolucionaria decidió “saltar” derechos de patente de ciertas drogas hace algunos años ante la necesidad terapéutica de ellas, por ejemplo para la infección por VIH. Entonces hasta nuestros días existen secretos legales e ilegales, justos o no, en nuestra medicina.

Una conocida y tradicional forma de establecer el secreto en muchos saberes es la creación de lenguajes privados. Solo los iniciados conocen en ese caso el vocabulario del arte o ciencia escondidos.  En medicina eso se exageró en los siglos XVII y XVIII. Iatroquímicos, iatrofísicos y las distintas escuelas de pensamiento médico usaban términos particulares intraducibles para quien no pertenecía a ellas. Todo eso llevó a una arborescente retórica que impedía al paciente darse cuenta que los médicos poco sabían, mucho hablaban y poco conseguían.  Hay una feroz crítica a este ejercicio del oficio médico en el teatro de Molière por ejemplo.  Y crítica justificada.

A veces me temo que estamos regresando a ese estilo de medicina. El exceso de neologismos, epónimos y abreviaturas en el lenguaje médico lo han hecho incomprensible para muchos de nosotros.  Aunque hayamos asistido a una Facultad de Ciencias de la Salud.  Más que exigir que los demás conozcan nuestro lenguaje de oficio abrámoslo al idioma social y común. No preguntemos al paciente, ¿me comprende? sino más bien, ¿me explico?  Hay como un exceso de secreto en la medicina de nuestros días.  Quizás debamos disminuir su nivel pero sin perder el misterio.

Misterio es una palabra hermosa.  Está relacionada con los misterios Eleusinos,  Órficos y otros de la antigüedad clásica. Aunque el término griego mysterion parece provenir de  una raíz que significa silencio no es simplemente secreto.  Más bien es silencio ante lo innombrable, lo irreductible, lo misterioso, el numen, la presencia divina. El cristianismo la tradujo al latín como sacramentum, sacramento. Así como hay cosas o instrumentos relacionados con la guerra llamadas armamento, las hay relacionadas con lo sagrado denominadas sacramento.  La medicina debe defender su misterio, su sacramento, su vínculo con lo sagrado de la vida y la muerte.  Pues en ocasiones parece faltarnos a los médicos cierto respeto por lo trascendente.

Y si la medicina es misterio no es simplemente acertijo.  Esta palabra nos hace pensar que siempre hay una respuesta acertada y en medicina muchas veces no las hay. Quizás hay siempre respuestas correctas pero no siempre acertadas. Por eso los códigos legales definen la medicina como un oficio de medios no de resultados. Oficio de respuestas correctas ante el problema del sufrimiento humano que llamamos enfermedad, pero estas respuestas no siempre dan el resultado esperado. En resumen, la medicina debe ser un oficio con misterio ante el problema de la enfermedad y la muerte no simplemente un acertijo lleno de secretos, aunque eso parezca a veces.

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