Nuestra educación no es el futuro

Nuestra educación no es el futuro

Al menos no mientras se pervierta la labor docente, las políticas públicas no mejoren, los padres no cumplan mejor su labor y los estudiantes no se interesen por su aprendizaje

Por: Roberto Alejandro Ramírez Peña
octubre 22, 2018
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Nuestra educación no es el futuro
Foto: Pixabay

Si bien es cierto que el 40% de los jóvenes en Colombia no termina la educación media, y que además 1 de cada 6 estudiantes de bachillerato ha probado drogas y que seguimos siendo el peor país en las pruebas Pisa, es necesario repensar la forma en la que se ha venido educando a nuestros jóvenes.

Si en un mismo salón de clases están reunidos 4 estudiantes, uno con relaciones delincuenciales, otro desplazado por la violencia, otro abandonado por su padre o madre y otro pensando en salir del colegio para conseguir dinero, es un reto como docente tratar de seducir de alguna forma a estos cuatro, junto con los otros 20 estudiantes, para que se apropien de un tema de clase.

La cuestión es que la realidad social de nuestro país, tanto en el espacio rural como urbano, se sale de cualquier pretensión formadora del colegio en estratos bajos. Esta situación pone en la cuerda floja la calidad académica para los estudiantes y la calidad laboral para los docentes, sobre todo en colegio privados de los estratos 1,2 y 3: largas jornadas laborales, trabajo extracurricular que se lleva a la casa, salarios que no superan el millón o millón y medio de pesos, junto con la presión y desgaste que proviene de sobrellevar los problemas personales junto con los de los estudiantes que reflejan de diferentes maneras dentro de las aulas escolares.

En este sentido, la falta de garantías laborales para docentes y la falta de garantías estatales para los estudiantes no permiten un buen desempeño en los colegios. Por esto Colombia ocupó este año el último lugar en las pruebas Pisa, que trataba el tema de economía. Los desempeños y rendimientos académicos están atravesados por falencias sociales y económicas, familias separadas, figuras paternas o maternas inexistentes, falta de oportunidades, ninguna recompensa por el esfuerzo, disciplina por encima de creatividad, entre otros muchos factores que determinan la deserción, bajo rendimiento y precariedad académica y laboral en las instituciones educativas.

Por otro lado, también existe una paradoja con la legitimidad tanto en padres como en docentes. Si un padre o madre no ha dedicado tiempo para el estudio es posible que su hijo tampoco; en cambio si el padre o madre dedica el tiempo al trabajo, como mera actividad para suplir necesidades, su hijo se verá obligado a repetir esta acción. De hecho, es una de las principales razones de deserción, la necesidad de conseguir dinero, haciendo que más o menos 357.000 niños se vean en la obligación de trabajar.

Los docentes tampoco quedan exentos, pues muchos de los docentes en colegios no tienen un hábito de lectura, actualización y estudios que respondan a las necesidades de los estudiantes hoy en día. Falencias en cultura general y en el uso de herramientas tecnológicas son algunos de los problemas que llevan al estatismo de la actividad docente. ¿Cómo exigir a un alumno que lea cuando sus profesores no leen? ¿Cómo exigir que un alumno rinda en las clases cuando no se poseen las herramientas tecnológicas que exige el mundo hoy en día?

Por tanto, además de los muchos problemas que acarrea la educación, es en su contexto donde se encuentra el problema de raíz. Es claro que entre más nivel educativo tengan los padres, así mismo lo tendrán sus hijos. Es claro que, para el 2016, 1 de cada 5 mujeres embarazadas no superaba los 19 años. Es claro que los privilegios sociales y económicos determinan el de futuro de un joven. El reto es el cómo desde la educación esto puede cambiar.

La responsabilidad no puede ser toda de los docentes, ni de los padres, ni del Estado colombiano, ni de los colegios. Se necesita de una presión hacia las instituciones que pervierten la labor docente, a las políticas públicas que no mejoran las condiciones sociales y económicas de miles y miles de familias, a los padres que abandonan o dan órdenes sin legitimidad a sus hijos, a los docentes que no leen ni se forman, y a los jóvenes que guiados por nuestra cultura narco, clasista y facilista no les interesa en lo mínimo sacar buenos resultados en los colegios.

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