Nos duele la humanidad herida y abandonada a sí misma a merced de la pandemia

Nos duele la humanidad herida y abandonada a sí misma a merced de la pandemia

"La hecatombe causada por ese virus constituye el mayor holocausto de la historia del siglo XXI"

Por: Martin Eduardo Botero
marzo 09, 2021
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Nos duele la humanidad herida y abandonada a sí misma a merced de la pandemia
Foto: Leonel Cordero

Las estadísticas son espantosas – desde el debut de la pandemia más de 117 millones de personas han sido infectadas, y 2.604.802 de las mismas han fallecido. El coronavirus es una afrenta a la humanidad y a la civilización, no conoce fronteras ni discrimina a sus víctimas. Mirad como la humanidad yace postrada y herida, lacerada y derrotada, amenazada y golpeada, enferma y moribunda. Ver toda esa gente inocente morir y ser abandonada por la comunidad internacional me causa una tristeza profunda, impotencia tal vez, y que se vuelve mucho más grave e inaceptable porque no se tomaron las precauciones debidas para salvaguardar la salud pública que incumbe a los encargados de la adopción de políticas sanitarias.

Estaba en juego el bienestar de la humanidad, y era inaceptable que se perdiera tiempo, tiempo que era necesario para actuar sin demora a fin de reducir el sufrimiento de seres humanos. La ausencia de la verdad y la prevalencia de la mentira es la mayor tragedia ante la emergencia en materia de salud pública causada por la liberación malintencionada de sustancias biológicas y químicas. Esta es la apremiante cuestión a la que nos enfrentamos ahora; una gravísima catástrofe para el planeta y la especie humana, una verdadera arma de destrucción en masa, esto constituye un problema sustancial que sigue sin resolverse.

Creemos firmemente que la existencia permanente de armas bacteriológicas (biológicas) no solo representa el peligro más grande para la humanidad, la seguridad internacional y la supervivencia de nuestra civilización en el planeta, sino para la vida misma, en su sentido lato. Se ha hecho evidente que la gravísima pandemia del coronavirus es la mayor tragedia colectiva, atrocidad y genocidio del siglo XXI que enluta a toda la humanidad, y se hubieran preparado para hacer frente a esas amenazas, se habrían instalado sistemas de alerta y se habría planificado mejor el trabajo de emergencia.

El COVID-19 es un holocausto en gestación; una realidad que sigue golpeando nuestros sentimientos y la mayor amenaza para nuestra seguridad colectiva que no puede desmentirse ni negarse, con la que se ha dejado intencionalmente en el abandono a nuestras poblaciones que luchan contra la crisis económica con las manos vacías y a muchas personas privadas de los elementos básicos para la vida, siempre tendrá un significado universal. El mundo guardó silencio y se mantuvo impasible ante las flagrantes burlas de los sentimientos más elementales de la humanidad, ante esta atrocidad deplorable e inmoral, no lanzó un grito de rabia, no predicó la rebeldía de conciencias, todo esto me afectó mucho.

La mayor parte de los gobiernos del mundo y las Naciones Unidas guardó silencio y se mantuvo impasible en medio de toda esta crueldad; no expresaron ni una sola palabra de queja ni de condena contra Nuestros verdugos mientras se desataba el crimen genocida más horrendo, su credibilidad está en juego y se diluye con cada lágrima que vierte un mayor aterrorizado y con cada nueva tumba que se cava para otro inocente de la humanidad, lo que autoriza a preguntarse si estos olvidos lo son realmente y si estas autoridades gubernativas y organizaciones son verdaderamente sinceras cuando hablan de proteger los derechos humanos.

Hace 12 meses, el mundo entero temblaba horrorizado ante uno de los peores ataques lanzados contra nuestra civilización occidental y nuestros ideales compartidos de democracia, derechos humanos, libertad y paz, un ataque que no fue dirigido únicamente contra la humanidad, fue dirigido al corazón de la propia democracia. Un ejército invisible con millones de enemigos o infiltrados sin autorización y sin ser invitados cruzaron libremente nuestras fronteras, comprometiendo de esa forma la soberanía, nuestra seguridad y dignidad y nos ha declarado una guerra mundial cruel y desigual a través de métodos nada usuales, sangrienta e intransigente. Podemos decir que ya no es un delito invisible, sino que produce un rechazo colectivo.

Se trata de un ataque contra nuestros valores comunes, contra el estado de derecho y contra las normas modernas de la decencia humana, contra las bases que fundamentan nuestra civilización. Esto confirma la fragilidad histórica de los fundamentos de nuestra civilización humanista y tecnológica frente a los ataques combinados de armas bacteriológicas (biológicas) y del materialismo. La hecatombe causada por ese virus constituye el mayor holocausto de la historia del siglo XXI y quizás el mayor ejemplo de la perversión del poder económico y político y cultural dominante contra la vasta mayoría de la población. Esto creado por la mente enferma de los científicos sin escrúpulos, los gobiernos cínicos o miopes, los tecnócratas con piel de piadosos y los burócratas. Amén.

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