No quiero ser pesimista pero…
Opinión

No quiero ser pesimista pero…

Cómo no serlo en un país sin nadie con autoridad para dar orientación alguna y próximo a una escalada de la polarización hasta la confrontación entre extremismos de derecha e izquierda

Por:
marzo 07, 2018
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Aparentemente la situación antes de elecciones al Congreso no produce tanto interés como las presidenciales… y parece correcto pues no se espera ni que el Congreso cambie mucho, ni que tenga mucha incidencia en cómo se desarrollarán los comicios para presidente.

Hay hasta cierto punto más expectativa sobre los resultados de las consultas… aunque no sobre quienes saldrán escogidos -Petro es absolutamente seguro y Duque parece lo mismo (lo contrario sería una derrota prematura del uribismo, pero la campaña que podría motivar a los electores de otros partidos para votar para que ganara Marta Lucía no se concretó). Lo que ahora se pesa es cuál de las dos consultas conseguirá más participantes.

Así las cosas es difícil no ser pesimista ante lo que traerá la próxima presidencia.

Por un lado, parece cada vez menos probable que la tercera opción -la de Fajardo- ‘cuaje’.

La estratega del ¨ni- ni¨ (como él mismo se definió), lleva a no representar nada. Ni con Uribe, ni con Santos; ni con el Acuerdo de Paz, ni contra él; ni de izquierda, ni de derecha; etc… termina en que no llama la atención a nadie. Como lo dijera Maria Fernanda  Cabal, ‘sí es lindo, pero no es ‘sexi’ porque políticamente es descolorido’.

El otro mencionado y aún más descartado -Humberto de la Calle- carga con ser el  pupilo de Gaviria – el padre del neoliberalismo y de los caminos ilegales y tortuosos para manipular la política-, y como tal el candidato del oficialismo liberal -hoy el símbolo mismo de la desaparición de los partidos-. La más alta probabilidad es que en las encuestas apenas se acerque al 4 %, y aunque de no lograrlo no pierde la personería el partido, sí es poco probable que terminen esperando hasta consolidar ese triste resultado. Su expectativa sería adherir a Fajardo, pero éste ya ha afirmado que no quiere tener nada que ver con lo que hoy el Partido Liberal significa (y razones tiene).

Así las cosas, Petro es el gran ganador de esta etapa preelectoral pues salga o no elegido (y parece poco probable que lo sea) es el personaje alrededor del cual gira la decisión que se tome, y ese rol lo tendrá gane o pierda. En ese sentido es conveniente un esfuerzo por entender el cómo se llegó a eso, dada la imagen de peligro y de mal administrador que hasta cierto punto se ha logrado proyectar de él.

 

Petro es el gran ganador de esta etapa preelectoral
pues salga o no elegido (y parece poco probable que lo sea)
sobre él gira la decisión que se tome, y ese rol lo tendrá gane o pierda

 

Lo que sucede es que el respaldo que recibe no es por su persona ni por sus programas, sino porque coincide con el ambiente que flota en el país. Es el candidato de la desesperanza, en el sentido de que es el único que dice que acabará con lo que tenemos en un momento en que la gente piensa en esa forma: cualquier cosa menos seguir en lo mismo; que hunda al país o que lo saque adelante, pero que no sigamos en lo mismo.

Y lo que augura en caso de su triunfo es una guerra, no en el campo militar pero si en el político y social; una propuesta de cambio que no sería por las buenas -y que es difícil saber si para bien o para mal- y que tendría sobre todo una oposición que sería aún menos ‘por las buenas’, y contra todos los poderes incluyendo el del Congreso del cual depende la llamada ‘gobernabilidad’.

Sin propuesta coherente o viable de una izquierda democrática, de una izquierda liberal, la alternativa es la derecha en cabeza de Duque o de Vargas Lleras.

Ambos con mano dura desde el establecimiento, es decir más guerra -esa sí armada- contra ex Farc, contra Eln, contra ‘la droga’.

Lo que es peor, más continuidad del mismo modelo: más minería, menos impuestos a empresas, igual desatención a lo social, etc. Y aunque se teme que habría un Gobierno con Uribe detrás (ya está concretado el acuerdo que el que no pase a segunda vuelta apoyará all que lo logre), lo que el expresidente espera no es tanto gobernar sino ser protegido -él y sus aúlicos- de la cantidad de cuentas que están pendientes en la Justicia.

A Santos le queda difícil inclinarse por alguno. Además de la experiencia de lo que son las lealtades en la política (experiencia propia y experiencia de Vargas Lleras), sabe bien que su respaldo puede traer algo más negativo que positivo.

Hoy el ser nobel de Paz entregado por Oslo no cuenta para la Paz de la nación; Noruega siendo quien garantizaba el proceso y quien para ello financió todo el equipo de las Farc y subvencionó el evento que operó en Cuba, lo que hizo no fue reconocer el liderazgo de Santos sino ‘autopremiarse’ para, por esa vía, rescatar y justificar lo que había sido su participación.

En un país sin nadie con autoridad para dar orientación alguna, donde lo único seguro es que se llegará a una escalada de la polarización hasta niveles de franca confrontación entre extremismos de derecha e izquierda, es difícil no ser pesimista…

 

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