¡No hay que volver a la normalidad!

¡No hay que volver a la normalidad!

Después de esto tendremos que retomar la conversación que empezó el 21 de noviembre, pero ya no con multitudes en las calles. Habrá que ser creativos

Por: Jorge Luis Solano
abril 27, 2020
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¡No hay que volver a la normalidad!
Foto: Las2orillas / Leonel Cordero

Si bien es claro que el coronavirus está afectando a todo el planeta, también es cierto que mientras unos vislumbramos la distopía, otros la están viviendo; que mientras algunos incluso disfrutamos de la cuarentena, muchos otros están pasando el confinamiento en condiciones de precariedad. Sin embargo, sean cuales sean las condiciones en las que estamos viviendo esta crisis, quienes pisamos el planeta en estos tiempos tenemos un deber moral con toda la raza humana, con los que pasaron y aún más con los que vienen: es repensar nuestra existencia, cuestionarnos si vivimos y nos relacionamos de la mejor forma posible, y ver cómo al superar esta prueba de supervivencia. Somos mejores.

Aun así, hay muchos que solo quieren volver a la llana normalidad, sin darse cuenta de que esa contagiosa forma de entender la vida es más peligrosa que cualquier virus.

En estas circunstancias, un ejercicio de reflexión, podría, con la fuerza de una cachetada, ayudarnos a entender de una vez por todas a los colombianos los vicios de nuestro sistema político, el gran problema que es la desigualdad, o qué es lo que es la empatía.

Una frase que escuchamos repetidamente es que todo se trata de política, y sí, nada mejor que una situación de emergencia para darnos cuenta de que la ideología de un gobernante o los intereses que lo llevaron a ganar unas elecciones determinan las decisiones que toma desde su escritorio. En esta coyuntura sería perfecto decidir sobre la economía o la vida sin sacrificar nada, sin embargo, cuando como en nuestro país, se realizan tan pocas pruebas, los resultados se demoran hasta dos semanas en regiones alejadas de la capital, y no se ha superado el pico de contagio, la vida prima por encima de la economía, en ningún lugar del mundo se ha pensado en distender las restricciones sin haber pasado por el peor momento de la crisis, pero vamos hacia eso según sugiere el gobierno nacional, siguiendo modelos de países en los que el testeo ha sido masivo y los sistemas de salud tienen mayor capacidad.

De otro lado, ninguna decisión debería ser tomada pensando en Colombia como una sola a sabiendas de que el Estado no hace la misma presencia en Bogotá y La Guajira, por ejemplo; a sabiendas de que la desigualdad en nuestro país nos lleva a morirnos más dignamente dependiendo del lugar en el que nos enfermamos.

Los efectos de esta pandemia tuvieron su propio prólogo en nuestro país con las protestas que empezaron el 21 de noviembre del año pasado y en las que el lema fue: “Que el privilegio no te nuble la empatía”. Un prólogo de esta historia que apenas empieza a escribir el mundo y que demanda de nosotros nuestro lado más solidario, que como no pasaba en muchos años, reclama una reflexión que trascienda a lo colectivo, no solo dándonos la mano en medio de la crisis, sino reconfigurando las prioridades de lo que somos en conjunto.

Después de esto tendremos que retomar la conversación que empezó el 21 de noviembre, ya no con multitudes en las calles, habrá que ser creativos, pero el pliego de peticiones de ese entonces es ahora más vigente, incluso tiene varias adiciones.

En cuestión de días la humanidad pasó de sentir que tenía todo bajo control, a sentirse completamente vulnerable, y es frente a esta nuevo panorama y con un planeta agradecido por este break que le estamos dando, que la ciudadanía tiene que seguir de pie, exigiéndole a nuestros dirigentes dejar de privilegiar a los menos vulnerables, a pesar de que sea por su apoyo que lleguen al poder.

Vamos a hablar claro, poniendo sobre la mesa los intereses a los que respondieron decisiones como no querer cerrar los aeropuertos a tiempo o relajar las restricciones sin superar el pico de contagio; lo ineficientes que son nuestros congresistas, incapaces de ponerse de acuerdo para sesionar; la avaricia de los banqueros que recibieron chorros de dinero del Estado al tiempo que se repartieron millonarios dividendos; tendremos que hablar de lo urgente que es mejorar las condiciones en las que trabaja el personal médico, sobre la bomba de tiempo que viene siendo el hacinamiento carcelario y lo apremiante que es una reforma al sistema penitenciario.

En todo caso será una conversación larga, nada fácil, el interlocutor es terco, se siente cómodo, pero seguramente saldrán cosas buenas. Después de esto vamos a ser mejores, desde lo individual, seguro estamos dándole un vuelco a nuestras prioridades, el reto es que seamos persistentes en lo colectivo, porque si después del coronavirus volvemos a esa macabra normalidad, no serán muchas otras las oportunidades que tengamos para revaluar nuestro paso por el mundo y nuestra capacidad de construir juntos desde la empatía.

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