A un año del cuestionado resultado del plebiscito del 2 de octubre del 2016, el Congreso de la Republica después de varias discusiones ha aprobado casi la mayoría de los temas de los acuerdos de la Habana. Sin embargo, hay un ambiente fatídico que se desbordó después de los hechos acontecidos en nuestro sufrido Nariño.
Nuestra Colombia ha sido un territorio masacrado, ultrajado desde los tiempos de la colonia e incluso historiadores hablan de los crudos enfrentamientos que se dieron en el sur del país contra el imperio inca que buscaba en nuestra comarca engrandecer su territorio. En ese sentido, en la historia colombiana no han habido momentos de paz, incluso lo mas paradójico es que cuando se firman acuerdos de paz como con el M-19 el monstruo del rencor y el sectarismo político sale y acaba con la vida de quienes se decidieron por la paz, como le pasó a Carlos Pizarro. Igualmente, sucedió con el baile rojo, perpetrado por miembros de la fuerza pública y sectores narcoparamilitares que acabaron con la vida de más de 3 mil personas pertenecientes a esta corriente política, que en su momento llegó a conquistar por las vías democráticas varias curules en el Senado, concejos, gobernaciones, y alcaldías. De este modo han transcurrido nuestras líneas fidedignas, la muerte se ha hecho parte de la esencia de los colombianos, aquí hay muertos incluso cuando la selección de fútbol consigue algún triunfo.
Ahora bien, en el actual proceso de paz donde las Farc ya están forjando el futuro político de su partido, el panorama de la paz de ensueños se está nublando de la peor manera. Se está oscureciendo porque en los últimos días la violencia ha tenido una racha inconmensurable e incluso, al parecer, las autoridades políticas y militares han coadyuvado para que el monstruo que destroza familias haga de las suyas de forma cómoda. Se dice que fueron más 8 campesinos muertos en Tandil, una vereda cercana y a la vez lejana de Tumaco. Estos campesinos se oponían de forma bravía a la erradicación de los cultivos ilícitos. Hay que recordar que en los acuerdos de la Habana no se habla de erradicación, sino de sustitución voluntaria y que incluso ya habían acuerdos para transformar los cultivos. Sin embargo, en dicha supresión de cultivos también erradicaron la vida de 8 personas.
Tumaco y en general el departamento de Nariño tiene todos los problemas de Colombia. Aquí tenemos corrupción, el 20 % de cultivos ilícitos de toda Colombia y la zona con más cultivos ilícitos en una sola región de todo el mundo. También, tenemos un índice bastante alto de suicidios en menores de edad. Aquí el pequeño contrabandista es detenido y judicializado, mientras que los grandes contrabandistas desfalcan la nación en complicidad con la policía aduanera. Además, tenemos drogadicción en menores, mal estado de vías. Aquí la violencia nos ha castigado de forma indescriptible, por eso con ilusión muchos movimientos sociales defendieron y defienden la paz como una esperanza a tanto mal.
No obstante, la realidad nos golpea de sorpresa y nos hace pensar con angustia y nerviosismo que la paz está más lejos de lo pensado. Han sido más de 15 exguerrilleros los que han sido asesinados en todo el país, aun estando en procesos de reincorporación según lo acordado en la Habana. Además, en los últimos días, un excombatiente fue capturado dentro de la antigua zona veredal Ariel Aldana porque según la policía tenía vínculos con el narcotráfico. Sin embargo, la pregunta que se nos ocurre es que acaso ¿ese no era tema de la jurisdicción especial para la paz?
Lo concreto es que después de este hecho varios integrantes del nuevo partido de las FARC han abandonado la zona veredal de Tumaco y la de la Paloma. Incluso, la ONU manifestó que el tema de la reincorporación es un tema muy preocupante, debido a que los excombatientes de las Farc no tienen las garantías mínimas de supervivencia, ya que han visto morir a sus compañeros y a cientos de líderes sociales como ha sido costumbre en nuestro país. Además, hay que decir que en las amnistías pactadas, en su mayoría, no han sido cumplidas por parte del gobierno. Todo esto ha sido un panorama difícil, no solo para las personas que están en reintegración, sino también para la gente del común que duda de sus autoridades cuando son señaladas de disparar contra su pueblo, que aunque siempre lo han hecho, tampoco podemos permitir que este tipo de hechos pasen a ser costumbre.
En conclusión, el tiempo se acaba, la paciencia y la credibilidad se agota. La verdad es que muchos se han retirado de las zonas veredales, a otros ya los mataron. Los acuerdos no llevan el nivel de implementación deseado, las fuerzas de extrema derecha realizan todo lo que tienen a su alcance por entorpecer la paz. Sueñan con destruir la paz para consolidar su proyecto político, pero el pueblo aún no se adueña de la paz, tal vez no ha vivido la podredumbre de la muerte, de la angustia. No vamos por buen camino, al colombiano ya poco lo indigna, ha vivido tanta maldad que un muerto más no nos afecta. Desde que inició el proceso de paz se han salvado muchas vidas, estamos en un momento clave: o nos apoderamos de la vida o seguimos nadando entre las amarguras de la violencia.
