No habrá dignidad mientras la educación superior pública y gratuita no sea un derecho real

No habrá dignidad mientras la educación superior pública y gratuita no sea un derecho real

"Precisamos de una universidad donde quepamos todas y todos"

Por: Semillero de Investigación en Seguridad Humana, Universidad de Antioquia
octubre 10, 2018
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No habrá dignidad mientras la educación superior pública y gratuita no sea un derecho real
Foto: Twitter @MisionCiudadCol

A la comunidad académica y a la sociedad civil: reflexiones en torno a la seguridad humana y su relación con la educación como derecho humano y fundamental.

Aunque la seguridad humana es un concepto amplio y complejo, se constituye bajo una premisa fundamental: deslocalizar el foco de atención del Estado para centrarlo en los seres humanos. Con esa máxima, la seguridad humana se compone de siete dimensiones que son transversales a todos los sujetos: i) alimentaria, ii) económica, iii) personal, iv) política, v) comunitaria, vi) ambiental y vii) de salud.

Asimismo, conlleva la libertad para vivir sin amenazas, sin necesidades ni miseria, y en condiciones dignas. De allí se desprende su estrecha relación con los derechos humanos, en la medida en que ambos buscan materializar la dignidad humana de todas y todos sin excepción alguna.

Si bien la educación no representa una dimensión en sí misma dentro del concepto tradicional de seguridad humana, como semillero tenemos claro que no basta con que la educación sea considerada como un derecho en términos formales, pues todos los derechos que hoy son catalogados como tales son el resultado de diversas movilizaciones y luchas sociales que libran los sujetos tanto para el reconocimiento de nuevos derechos como para ampliar el margen de interpretación, acción y garantía de los que hoy existen.

La educación además de comprenderse como derecho fundamental dentro de nuestra sociedad para el alcance de los ideales económicos y políticos, es la apuesta por el reconocimiento del relato de lo que nos ha configurado como sujetos pertenecientes a un territorio lleno de lugares: Colombia. Por lo tanto negar, disminuir, recortar o sustraer los factores y elementos que permiten a los habitantes del país acceder a la educación como forma de relacionamiento social, es negar la posibilidad de formar ciudadanos, no solamente activos, sino pacientes y frágiles ante las condiciones que nos han humanizado históricamente. Estamos ante un Gobierno y un Estado que pasa por la educación como mera extensión del sistema y no como un fenómeno complejo que debe heredar a sus partícipes la posibilidad de actuar y narrar en contexto de la guerra, la vida, la muerte, el amor, la felicidad y la paz.

Cabe anotar que la Educación en un país diverso en sus colores, olores, sabores, colores y texturas, tiene que estar encaminada hacia la comprensión histórica de lo que nos ha configurado para darle sentido a nuestro accionar. Durante años hemos dicho que la educación no debe ser un privilegio, pero hoy cambiamos la premisa y decimos que la educación nos debe acoger a todos porque hace parte de la construcción de nuestras historias de vida personales y locales, historias inconclusas y abiertas. De allí que sea un proceso formativo a lo largo de toda la vida: muere cuando muere el narrador.

En el contexto colombiano de desigualdad histórica y estructural en el que los derechos se convierten en privilegios de unos pocos en detrimento de las posibilidades de los que son más, como reza el adagio popular “unos nacen con estrella y otros estrellados”. Así la educación se convierte en el puente para disminuir las brechas sociales y para desarrollarnos como sujetos políticos libres, pensantes, con capacidad de agencia, y que puedan contribuir a la transformación de las complejas realidades que como sociedad debemos sortear a diario.

La educación no es el mero hecho de adquirir conocimiento científico, es la transformación de la consciencia social y personal, es la herramienta por excelencia para empoderarnos  y luchar por aquello que creemos vale la pena y la dicha. Una sociedad educada es capaz de desarrollarse y trascender más allá de sus necesidades básicas, se constituye como una comunidad consciente de sus derechos  y responsabilidades, donde todos somos reconocidos y valorados en nuestras libertades para lograr una vida digna.

Por eso el Semillero de Seguridad Humana invita a estudiantes de todos los niveles educativos, a egresados, a profesores, a investigadores y a la sociedad civil en general a movilizarse por una educación superior pública de calidad y con suficientes recursos para seguir formando sujetos críticos que contribuyan a la construcción de un mejor país.

No habrá dignidad humana, ni seguridad humana, ni derechos humanos en un Estado en el que la educación superior, pública y gratuita sin excepción alguna, no sea un derecho en lo formal y en lo real, precisamos de una universidad donde quepamos todas y todos.

Salgamos a las calles este de 10 de octubre. ¡La educación debe ser de todos y para todos!

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