No es más que un vulgar carnaval
Opinión

No es más que un vulgar carnaval

En el carnaval de la contratación pública campean la corrupción privada y pública, el chantaje, los porcentajes, la politiquería, y la hipocresía

Por:
diciembre 10, 2015
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No encontré mejor figura que el carnaval para describir con mayor precisión la vergonzosa realidad de la contratación pública en Colombia.

Como un carnaval, mientras se celebra se presiente alegría y satisfacción. Mientras se elige a los contratistas a dedo o por licitaciones irregulares (sin que sepamos claramente), quienes vemos desde afuera el proceso nos llenamos de ilusiones. Aparentemente todo es motivo de alegría y los gobernantes, contratistas, prometen eficiencia y excelencia en el cumplimiento de lo pactado. Puentes, doble calzadas, aeropuertos, rellenos sanitarios, entre otros, se pactan en un contrato que al ser firmado es anunciado en los medios mientras la opinión pública se enorgullece de sus “magníficos” gobernantes de “visión global”.

Sin embargo, y también como en un carnaval de Barranquilla o como en las Ferias de Cali, Medellín, Manizales, detrás de la algarabía de las fiestas y la celebración, toda clase de sucesos lamentables suceden. En los carnavales de verdad, las riñas, los conductores borrachos  y el desorden ciudadano, parecen consecuencias inevitables y desafortunadas. En el carnaval de la contratación pública de Colombia la corrupción pública y privada, el chantaje, los porcentajes, la politiquería, y la hipocresía resultan características comunes para gran parte de las administraciones públicas.

Las últimas experiencias de doce años pusieron en tela de juicio la contratación distrital en la capital del país. Un presunto carrusel, una rosca de pocos, el pago a políticos por parte de los contratistas y las ineficiencias en muchas obras fueron reportados por una comisión valiosa, bajo el liderazgo de Gustavo Petro, hoy el alcalde  de salida, quien en una especie de arrepentimiento político (hace unos años, no menos de cinco, abrazaba a los Moreno) nos contó a los Bogotanos y a los colombianos que el agua mojaba: es decir que la contratación en el país, no solo  aquí, en Bogotá, no es más que un vulgar carnaval controlado por la codicia donde se negocian los recursos públicos de los colombianos para enriquecer a unos cuantos politiqueros y a otros pocos empresarios que, detrás del disfraz de la decencia, no dudan mucho a la hora de pagar comisiones a funcionarios públicos.

En el odioso carnaval de los contratos públicos
las obras quedan a medias y la ciudad
en medio del caos total derivado de la corrupción política

Y así, en medio del anterior panorama oscuro, el carnaval de verdad y el de la contratación no difieren en su triste final. Mientras después de las celebraciones de un carnaval de ciudad, calles quedan sucias y el “guayabo” ciudadano abunda, en el odioso carnaval de los contratos públicos las obras quedan a medias y la ciudad en medios de un caos total derivado de la corrupción política.

En fin, hay algo que cambiar. Así como se necesita más cultura ciudadana en los carnavales normales, para transformar el de la contratación necesitamos funcionarios públicos excelentes, contratistas decentes y para ello necesitamos inteligencia y conciencia a la hora de elegir nuestros gobernantes, sobre todo en los meses que se vienen, cuando se dispara el ambiente contractual.

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