"No entiendo por qué los colombianos son tan atentos"

"No entiendo por qué los colombianos son tan atentos"

El relato de unos venezolanos que visitaron Cúcuta

Por: Juan Diego "Cachastan"
noviembre 27, 2014
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patines.co

“¿Qué, como así?, ¿cómo así?, ¿qué, cómo fue?...Ras tas tas…”

Las luces fluorescentes de colores fríos parpadeaban al son de los cuerpos sudorosos que se contorsionaban. La canción de moda en Colombia retumbaba en sus oídos. Las botellas de Aguardiente Antioqueño desfilaban de mano en mano; las gargantas absorbían sin parar. La chiva, con lentitud, internaba a los jóvenes a través de los populosos barrios de la ciudad de Cúcuta…

Sin embargo, un día antes...

En medio de un silencio atronador, los muchachos llegaron encorvados y letargos. Sus ojos reflejaban anhelo, fisgoneaban cada elemento que los rodeaba, era un mundo nuevo. Las chicas, por su parte, reparaban en su atuendo, se hacían retoques de último minuto, digitaban con emoción en sus dispositivos móviles la nueva ubicación, Colombia.

El encuentro binacional de comunicación y cultura se llevó a cabo los días 7 y 8 de noviembre de este año en la ciudad de Cúcuta. Reunió a los colectivos de comunicación de la zona de frontera. En este caso, de San Cristóbal, Venezuela, un grupo de estudiantes de la Universidad de Los Andes y de Colombia los comunicadores de Norte de Santander.

El tema central del encuentro sería la frontera y la creación de contenidos culturales. Por un lado, los colombianos se quejaban de la tensa situación que vivía el vecino país y la falta de garantías para ejercer el periodismo. Los venezolanos, en medio de su timidez, lo reconocieron, pero hicieron hincapié en los privilegios de los colombianos. Hablaron sobre la libertad que sentían en su territorio: podían caminar tranquilos por las calles sin que los señalasen de ser opositores u escuálidos, no tenían la presión de la Guardia Nacional, no había colas en los supermercados, ni en los almacenes. Decían que las calles estaban limpias y aseadas. Recalcaron que el estudiante colombiano recién graduado esperaba laborar en su país; en Venezuela, ellos querían irse.

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El profesor David Virguez intervino en medio del debate. Mostró su frustración por los bajos recursos que manejaba su universidad, el poco emprendimiento por parte de las instituciones del estado en Venezuela y el ejemplo a seguir: la Universidad de Pamplona la cual admiraban.

Para Nataly Carvajal, estudiante de cuarto año de comunicación social de la Universidad de los Andes, era la primera vez que se quedaba en la capital de Norte de Santander y resaltó la atención “tan hermosa que nos dan los colombianos, siempre. Eso es típico, muy característico. De verdad que nos hemos sentido como reyes y estamos sumamente agradecidos por: la comida, el hospedaje, el cariño; eso se agradece”.

Al día siguiente, comida tras comida, sonrisas tras sonrisas. La fuerza sobrenatural del pastel de garbanzo, las arepas con huevo frito, el cafecito, los chocorramos, les fue llenando de confianza. Ahora, se mostraban enérgicos, parloteaban, refutaban, caminaban erguidos dentro de las instalaciones de la Biblioteca Julio Pérez Ferrero. “¡Vale, chamo, nosotros somos alegres!”, exclamó una chica cuando cenaban.

Ese día, cuando la polvareda iluminaba de colores cálidos las fachadas viejas del centro de Cúcuta, los venezolanos salieron a dar una caminata. Curiosos ante la abundancia de alimentos, la generosidad y la hospitalidad que ofrecía la gente. “No entiendo por qué los colombianos son tan atentos”, decía una muchacha en aquella ocasión.

Al caer la noche, montados en chiva luego de dar un paseo por la ciudad, a su derecha los acompañaba el sigiloso río Pamplonita. La brisa se costeaba por un extenso sistema peatonal. Destellos de luz brotaban de bares y locales de comida, aquí y allá. Los chicos bebían y se tomaban fotos. Con torpeza tiraban pasos de salsa…
Así acaba la noche, en medio de llantos y sentimientos encontrados, en lo que para ellos era uno hermoso lugar de Colombia.

 

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