Ni el Pacto será “histórico”, ni el centro “esperanza”

Ni el Pacto será “histórico”, ni el centro “esperanza”

Ningún candidato será el cambio que Colombia necesita. Ninguno nos volverá Noruega, Uruguay o Venezuela. Ojalá que lo que triunfe sea la democracia

Por: Andrés Segovia Cuéllar
diciembre 13, 2021
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Ni el Pacto será “histórico”, ni el centro “esperanza”
Foto: Pixabay

Ante el fracaso del gobierno del candidato de Uribe, quien esta vez no tuvo cómo inventarse que lo habían traicionado, el nuevo candidato del Centro Democrático, Oscar Iván Zuluaga, comenzó su campaña presidencial diciendo que había llegado la hora de un cambio para Colombia.

La desvergüenza de los políticos en Colombia es tal que el candidato oficialista reconoce que el gobierno de su partido ha sido un desastre y que él mismo representa un cambio frente a esta desdicha. No hay derecho a semejante descaro. Pocas veces la desvergüenza de los políticos en Colombia llega a niveles tan lamentables.

Sin embargo, este nivel de cinismo y de politiquería no es algo que no conozcan los colombianos como parte del ADN del Uribismo. Lo que sí es alarmante es que la carrera por la presidencia en el 2022 esté destapando las mismas actitudes por parte de las figuras que se presentan como alternativa desde la oposición, comprobando a la gente que en Colombia NO hay formas diferentes de hacer política.

La verdad es que faltando seis meses para la primera vuelta presidencial, es razonable afirmar que ni el pacto histórico representa una alternativa histórica determinante para lograr los cambios que necesita Colombia, ni la coalición de centro es esperanza alguna para el país. Y esta triste conclusión no se debe a que haya iniciativas valiosas dentro de los dos movimientos, sino al hecho de que ninguna agrupación política es capaz de separarse realmente de las viejas mañas para obtener el poder.

Por un lado está la Coalición Centro Esperanza, que hace unos días tuvo su tercera fundación como movimiento. Todo un espectáculo mediático para mostrar como refundación la simple adhesión de Alejandro Gaviria como miembro.

Este movimiento, se caracteriza fundamentalmente por reunir a todos los actores políticos que defendieron el proceso de paz durante el gobierno de Santos, y se mostraron como una alternativa de poder ante el país en el 2014, cuando Juan Manuel Santos derrotó a Oscar Iván Zuluaga. Para comenzar con las desilusiones, solo hay que pensar entonces qué hace alguien como Jorge Enrique Robledo con ellos.

Pero en fin. Todos los miembros de esta coalición han sido parte integral de los gobiernos de Colombia en los últimos 30 años, siendo ministros, alcaldes, gobernadores y senadores.

Si bien varios han adelantado iniciativas favorables para Colombia, su poder político siempre ha venido de la mano de los partidos políticos tradicionales, y es muy difícil creer que de llegar a ser gobierno, puedan cambiar las viejas formas de hacer politiquería en este país. Ahora bien, la alcaldesa de Bogotá Claudia López ya le ha mostrado al país lo que sería un gobierno de la Coalición de la Esperanza.

Para no detenernos en este detalle, solo hay que anotar que si algo ha caracterizado al gobierno de López en Bogotá ha sido una descarada y agresiva traición a la confianza de una ciudadanía que creyó en el proyecto de López como una alternativa al modelo de Peñalosa, y terminó siendo la continuación de este.

Claudia López ha incumplido todas las promesas que hizo para ser elegida por los votos del progresismo en Bogotá, y nada garantiza que la Coalición de la Esperanza no termine siendo una versión light de la Coalición de la Experiencia.

Por otro lado, hay que decir que el Pacto Histórico cumple con la expectativa de ser una iniciativa popular, que recoge el sentir de las minorías excluidas y las personas de a pie. Incluye además entre su abanico de candidatos a una pluralidad de perfiles entre los cuales se encuentra una mujer negra que reivindica el ecofeminismo. Ahora bien, el candidato seguro de esta coalición será Gustavo Petro, líder natural de todo el movimiento.

Petro es a los ojos de muchos el mejor candidato posible para gobernar a Colombia. Sin embargo, que Petro pueda ser el mejor candidato a la presidencia de Colombia dice más del nivel de atraso en el que se encuentra el país que de sus propias capacidades, pues es un individuo que prefiere siempre decirle a la gente lo que quiere escuchar y no lo que necesita saber. Es indelicado, superficial y mediocre en muchas de las cosas que dice. Lo peor de todo son sus tradicionales salidas en falso.

Petro no solo fue descrito por Carlos Gaviria hace más de 10 años como alguien que “daba muchas concesiones al establecimiento”, sino que ha cometido errores como votar por Alejandro Ordoñez para procurador, defender los TLC, y últimamente buscar los votos que le faltan para ser presidente aceptando alianzas con Roy Barreras, Armando Benedetti, Alfredo Saade y Luis Perez.

El problema con todo esto no es meramente estético ni superficial. El problema es que la política en Colombia se rige por naturaleza por la máxima del todo vale y aún hay ciudadanos que por convicciones ideológicas se niegan a reconocer los errores de los líderes a los que siguen, mientras apuntan con el dedo las salidas en falso de todos a los que dicen oponerse.

Están los de centro que critican las alianzas del pacto histórico, pero no pronuncian ni una sola palabra cuando Alejandro Gaviria expresa públicamente que de no pasar a segunda vuelta apoyaría Federico Gutiérrez o Alejandro Char.

Así mismo están los fanáticos irracionales de Gustavo Petro, incapaces de reconocer la incoherencia con la que su candidato busca desesperadamente los votos para ser presidente.

Su pretensión de buscar alianzas con Luís Pérez para ganar con los votos que le faltan en Antioquía, no es una mera concesión democrática. Es la muestra de una voluntad politiquera que lo llevaría a negociar y comprometerse políticamente con todo aquello a lo que su programa se opone.

Quizás la salida a toda esta novela es reconocer que ni el pacto de Petro será histórico ni el centro será esperanza. A fin de cuentas, el problema de los colombianos siempre ha sido creer en los políticos y las expectativas sobredimensionadas que inventan acerca de su capacidad de acción y gobernabilidad.

Ningún candidato de la actual contienda será el cambio que Colombia necesita. Ninguno nos volverá Noruega, Uruguay o Venezuela. Ojalá que lo que triunfe sea la democracia, y que la sociedad colombiana en conjunto entienda que el progreso del país vendrá de la mano del trabajo coordinado de todos los sectores sociales y los movimientos políticos que nos componen como nación.

Eso sí, rogando que la transparencia nos lo permita.

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