Las recientes declaraciones del canciller de Colombia Carlos Holmes Trujillo respecto a la posición del gobierno de hacer caso omiso de los protocolos de “ruptura del diálogo” con el ELN, y con esto desconocer la postura de las terceras partes del diálogo (Cuba y Noruega), trae de nuevo a colación un debate de larga data entre politólogos, internacionalistas y analistas políticos acerca de la falta de “políticas de Estado” en nuestro país, en especial, en materia de política exterior.
Es importante, antes de seguir, hacer entonces unos breves ejemplos y explicaciones.
Primero cabe mencionar que Estado no es gobierno (y viceversa) y que el escenario ideal de esta relación debería ser muy similar a la manera en que se pilotea un avión. El avión (el Estado) tiene una ruta predefinida; el piloto (el gobierno) debe conducir la aeronave de manera que esta llegue de la forma más segura y cómoda, en ese camino debe tomar decisiones dependiendo la situación que se presente; para definir mejor esa manera “segura” debe apoyarse en los controladores aéreos (otras ramas del poder).
Entonces, si el “Estado” debe tener una ruta predefinida (un proyecto como nación en parte contemplado en la constitución), ¿qué papel jugarían los gobiernos? Como respuesta sugeriría que estos están para que desde su criterio, gusto y experiencia tomen las decisiones acertadas que mantenga o recupere la ruta, de igual manera, para que realicen aportes que permitan la consecución de este proyecto.
Continuando con el ejemplo, ese “avión” que llamamos Estado tiene pasajeros (la ciudadanía), y es aquí donde las políticas, ahora sí de gobierno, entran al ruedo. Paralelamente se traza la ruta, la tripulación del avión (ministerios, agencias, y la misma presidencia) definen el tipo de relación que tendrán con sus pasajeros, así como el papel y la manera de garantizar el bienestar de estos. Como pasa en la vida real, esos elementos SÍ varían de tripulación en tripulación, de aerolínea en aerolínea, e incluso, entre clases y pasajeros.
Dejando entonces las explicaciones y ejemplos a un lado, nos encontramos entonces con que lo que hemos vivido en Colombia son gobiernos que cada cuatro años definen su propia ruta y le dan poca o nula continuidad a lo realizado por gobiernos anteriores; el Estado y su política se han convertido en las primeras víctimas de las disputas políticas, y ese “proyecto de nación” es interpretado y definido cada cuatro años por el gobierno de turno.
En adición a lo anterior, algunas de las políticas de Estado (o lo que se le parecen) han sido apropiadas con fines electorales y clientelistas. Tengamos como ejemplo la política de vivienda gratis la cual sirvió de trampolín para la última campaña de Germán Vargas Lleras, o componentes de las políticas de seguridad que han afectado de manera directa a movimientos cívicos, sociales, y de oposición.
En ese sentido, las declaraciones de Holmes Trujillo, además de evidenciar un absoluto desconocimiento de política exterior, son un ejemplo más para la larga lista de hechos que han demostrado que Colombia carece (principalmente en política exterior) de una identidad como “Estado”. Como efecto, evidenciamos que las posturas del país en materia de relaciones internacionales y organismos multilaterales dependen en alto grado de quién está en la cabeza del ejecutivo. En este punto es menester aclarar que, si bien hay cosas que sí deberían depender del gobierno de turno, el problema radica cuando son pocas o nulas las que se mantienen como Estado a lo largo del tiempo.
Profundizando en las declaraciones de Holmes Trujillo y el gobierno. La decisión de suspender/romper los diálogos con el ELN puede o no disgustar, sin embargo los protocolos comprometen a Colombia como Estado y la decisión de cumplirlos no está condicionada al parecer del gobierno actual. En ese orden de ideas, su cumplimiento, pues, además de ser responsabilidad de los países garantes, asegura que sin importar quién esté a la cabeza se cumplan; estos tienen un carácter vinculante y están para mantener las reglas del juego “a pesar de…”. Compromisos de esa naturaleza establecen un punto común entre las reglas nacionales e internacionales, por tal motivo, estos dejan de ser una cuestión de “dos” (ELN-gobierno) para convertirse en un asunto con compromisos internacionales.
Mucho más se podría agregar de las declaraciones del canciller y del tema que nos convocó hoy, pero, en esta oportunidad, resuelvo por sentenciar que como dice el título de esta entrada hay mucho gobierno y poco Estado. Producto de esto, tenemos personas en cargos públicos sin experiencia y conocimientos necesarios que permitan invertir esta situación y empezar a hablar de unas políticas de Estado fuertes y claras; mismas que permitan proteger de los gobiernos ese “proyecto común como nación”, así como garantizar reducir el número de casos de “escogencia” a dedo de los representantes de Colombia en el exterior.
Finalizo afirmando que, conjuntamente a la preocupación que me genera la posición del gobierno frente al diálogo con el ELN y los países garantes, es importante llamar la atención de que lo de Trujillo es uno de los muchos casos donde las designaciones del cuerpo diplomático de Colombia van a dar de qué hablar. Ya contamos con Ordóñez en la OEA, el mismo Trujillo, y un puñado de familiares y amigos que conforman los vínculos entre nuestro Estado y el mundo.
