La ultraderecha ineludiblemente es muy sucia. No me refiero, quede ojalá lo suficientemente claro, a los conservadores de todas partes, ni a los católicos, a religiosos de cualquier credo, ni a los militares. Digo la ultraderecha, esa línea de pensamiento (si es que tal palabra tiene lugar en su rastro de brutalidad), que a lo largo de la historia se ha consagrado, y más acertadamente, se ha deleitado marcando con hierros candentes la conciencia de la humanidad.
Es que hay que ser ruin sin remedio como para apuntar lo del partido Vox estos días en España, acerca de la caída del Imperio azteca en 1521 y el posterior genocidio de ese y otros pueblos en México: “Tal día como hoy hace 500 años, una tropa de españoles encabezada por Hernán Cortés y aliados nativos consiguieron la rendición de Tenochtitlan. España logró liberar a millones de personas del régimen sanguinario y de terror de los aztecas. Orgullosos de nuestra historia”.
No hay ni que decir, porque no es a eso a lo que viene este escrito, que a partir de tal momento que el fascista partido Vox reivindica como un acto de solidaridad humanitaria, de los cerca de 25 millones de habitantes que tenía México, la población se redujo bajo el genocidio, las torturas extremas y el trabajo forzado, a menos de un millón. Tampoco es esta la ocasión apropiada para repetir como un sinfín que los soldados españoles, a la manera de sicópatas asesinos en serie que serían capaces de aterrorizar al mismo Hannibal Lecter, al Carnicero de Lyon o a los hermanos Castaño con sus paramilitares, exterminaron con sevicia durante la Conquista (nombre que ya es tiempo de cambiar en toda la academia por el de Invasión) a casi 100 millones de indígenas, los que estaban, como los que iban naciendo para su deleite sanguinario.
________________________________________________________________________________
López Obrador, presidente de México, demanda a España perdón por hechos criminales durante la Invasión y hasta la Colonia
________________________________________________________________________________
Lo demás lo sabe en parte o lo calla en mayor parte la historia. Por eso López Obrador, presidente de México, mediante un acto que podría resultar ingenuo o inoportuno a ojos de la llamada corrección política y diplomática, demanda a España que pida perdón por hechos criminales durante la Invasión y hasta el tiempo de la Colonia. No es mucho pedir, en realidad, pues ni siquiera alcanza a ser una solicitud de reparación o de indemnización. Incluso, bien descrito, el reclamo del mexicano se da en un momento en el que es la empobrecida América Latina la que sigue ofrendando a España, ya no por la fuerza de las espadas y los crucifijos, sino mediante contratos esmeradamente elaborados de carreteras, infraestructuras, telecomunicaciones, negocios financieros y toda una gama de comercio contemporáneo que los gobiernos y los grupos económicos latinoamericanos cuidan con devoción, cosa que hace ver como pálida anécdota la riqueza robada o destruida en otro tiempo.
Parece cursi hablar del pasado con ojos de hoy, pero digamos la verdad: el pasado nunca pasa, y menos cuando sencillamente trata de metérsele un buldózer por encima.
Prueba de ello es que nazis, fascistas, falangistas o renovadas huestes del Ku Klux Klan sigan ahí, haciendo y diciendo de las suyas; con otros nombres, con celulares y tecnología de punta, pero con los mismos hierros candentes, igual sexismo, racismo, la doble faz moral, todo ese bagaje supremacista y nacionalista de los sobresalientes idólatras de Goebbels. Prueba de ello es que el partido Vox en España exista tan retorcido y que sea representativo.
Estos de Vox y los que se les parecen por allá y por esta tierra son una verdadera bomba de tiempo al hígado de una humanidad que se ha tardado mucho para llegar, más o menos, a aceptar que no está bien cobrar las deudas cortándole una libra de carne al deudor.
Y quede claro, ojalá también lo suficiente, que citar bestialidades de la extrema derecha, no significa justificar los de la extrema izquierda. Tan lejos, tan cerca.
