Millonarios, el club que se queda sin plata y sin equipo

Millonarios, el club que se queda sin plata y sin equipo

'No supieron o no quisieron atajar a tiempo la peor de las deshonras que puede sufrir un hincha: el descenso'

Por: Carlos Fernando Márquez M.
noviembre 13, 2015
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Millonarios, el club que se queda sin plata y sin equipo
Foto: tomada de futbolred.com

Millonarios, hasta hace poco el club más representativo y ganador del fútbol colombiano, vive hoy una de sus épocas más oscuras por cuenta de los desaciertos de los directivos, los errores de aprendiz en asuntos tácticos y técnicos de los entrenadores y una notoria falta de calidad en algunos de sus jugadores. No es que se nieguen a jugar bien, es que no pueden porque no tienen ni mentalidad de ganadores ni condiciones deportivas suficientes o porque les sobran años para competir a alto nivel. La gran fortaleza, la única de Millonarios hoy, está en el número de hinchas, varios millones que lo siguen por todo el país y el mundo, y lo que ellos representan en términos económicos. Pero eso está por cambiar.

Lo primero que deberían entender quienes manejan el equipo, unos señores muy entendidos en asuntos financieros, según dicen -pero completamente ignorantes en asuntos deportivos, a juzgar por lo visto- es que si organizan un equipo competitivo, que gane campeonatos locales y torneos internacionales, van a ganar mucho dinero, muchísimo más que si arman un equipito mediocre, de los que sufren para empatar un partido o hacer un gol; de los que se trasnochan defendiendo un punto ante el último de la tabla. El producto, lo que quieren los hinchas, o clientes si prefieren verlos así, es por las estrellas en el escudo, nada más.

El grueso de los ingresos de un equipo de fútbol profesional como Millonarios proviene de los patrocinadores, que pagan muchos millones por estampar sus marcas en las camisetas de los jugadores y en las vallas del estadio, como Águila, Servientrega, Cafam, Pepsi y Hyundai, entre otros, más lo que pagan los operadores por los derechos de transmisión, como Directv, y, en menor escala, por las taquillas.

Aquí es donde un amplio sector de los hinchas de Millonarios, liderados por algunos exjugadores, como Mario Vanemerack y Bonner Mosquera, descubrió que pueden cambiar la fortaleza que representa la enorme cantidad de hinchas en una debilidad insuperable para los directivos azules. Si esa masa de personas, varios millones en todo el país, dejara de sintonizar los partidos que transmite Directv, de tomar Águila o Pepsi, de afiliarse a Cafam, de enviar encomiendas o giros por Servientrega o se negara a comprarle alguna cosa a Hyundai, los expertos en finanzas que tan mal administran el club tendrían serios motivos para preocuparse. Con seguridad ninguna de estas empresas invertiría un centavo en un equipo que espanta los clientes en lugar de atraerlos.

No es ciencia ficción ni está muy lejano el día, es un asunto que se ha venido discutiendo y que ha tenido gran acogida entre la hinchada de Bogotá, por ahora, después vendrán los de otras ciudades, que también son muchos, como mecanismo para forzar los cambios que se tienen que dar para que Millonarios vuelva a ser lo que fue. La diferencia está en que esta vez hay personas que saben mucho de fútbol y exjugadores que fueron ejemplo de lo que quiere la afición: profesionalismo y respeto por sus colores; son gente muy apreciada, que tiene el poder de aglutinar y canalizar el descontento de la hinchada. Aquí los directivos de Millonarios son soldados advertidos.

Hay más. Cualquiera que haya jugado fútbol en un estadio vacío, que es una de las formas más dolorosas del desprecio, sabrá que el amor por una divisa se construye en años, con mucho sudor y esfuerzo, y se destruye perdiendo sin luchar hasta la muerte el partido que tocaba ganar. Los hinchas pierden la sonrisa y los directivos muchos pesos en abonos y boletas. Por eso hay directivos tan queridos por la afición, como don Alfonso Senior, Alberto Gómez, Ignacio y Harry Klein, y Álvaro Gutiérrez, para los que la alegría del hincha justificaba cualquier esfuerzo económico y deportivo. Nunca ahorraron un peso para contratar los mejores jugadores, aunque costaran mucho, de ahí el nació el nombre de Los Millonarios. Que se sepa, nunca perdieron plata, la recuperaron toda, y de paso crearon la más numerosa y fiel hinchada del país.

Por eso hay también jugadores tan recordados en la historia azul como Alonso “Pocillo” López, Euclides “Tizón” González, Q.E.P.D., El Maestro Senén Mosquera, Otoniel Quintana, Alejandro Brand, Willington Ortiz, Miguel Ángel Converti, Arturo Segovia, Jaime Morón, Q.E.P.D., Álvaro Duarte, Germán Gutiérrez de Piñeres, Eduardo Texeira Lima, Héctor Burguez y otros que entendieron bien que su razón de ser era la de darle muchas alegrías a sus hinchas y trabajaban durísimo para lograrlo, todos los días, con el respeto y profesionalismo que hoy brilla por su ausencia. No es porque los de ahora no quieran, es porque no pueden, por eso tienen que darle espacio a los que sí saben y pueden.

Pero hay esperanza, ya hay un largo camino recorrido al que se debe volver. Por allá en los años 60 llegó a Millonarios, de la mano del médico Gabriel Ochoa, el mejor buscador y formador de talentos que ha tenido el fútbol colombiano: Don Jaime Arroyave Rendón, “El Loco”, que llevó 118 jugadores de primer nivel, hechos en casa, al equipo profesional. La búsqueda y formación de jugadores, fútbol base, divisiones inferiores o como quieran llamarlos, debe ocupar un lugar principal en la lista de prioridades de los dueños del equipo. Los extranjeros que se contraten tienen que ser mejores que cualquier jugador colombiano en su puesto, para que enseñen, para que hagan diferencia jugando bien al fútbol y no solamente porque cobran en muchos dólares.

Otro loco, el “Ringo” Converti, todavía goleador histórico de los clásicos capitalinos, pasa su tiempo formando promesas del fútbol en Barranquilla por puro amor al país y al deporte. Álvaro Duarte entrena equipos universitarios; Gutiérrez de Piñeres comenta, cuando lo dejan, los partidos en alguna emisora. Senén Mosquera, formador de estupendos arqueros como José Fernando Cuadrado, ve pasar los días en un modesto apartamento en el sur de Bogotá. Arturo Segovia entrena equipos de barrio. Ahí hay un capital humano respetuoso y comprometido con Millonarios al que los directivos deberían acudir para que les enseñen a ver el fútbol. No para que los pongan a correr, que los años no llegan solos, sino para que les ayuden y los orienten, para que les enseñen que detrás de la cara pintada y triste del hincha hay un también un cliente para el que la escasez de plata, los trancones, el frío y la lluvia son incomodidades menores cuando el equipo gana y una cosa muy trágica cuando pierde, especialmente si es contra el rival de patio o los equipos antioqueños. En fin, para que les enseñen que el fútbol y la pasión que produce pueden ser oro puro si su visión es de empresarios y no de hinchas, como dicen, o aserrín barato si no hacen lo que deben como deben y cuando deben.

Y si no les basta con lo dicho, señores directivos, recuerden que a esta situación no se llega de un día para otro, que es un proceso largo y sostenido que termina por allá abajo, en la B. Esa misma ineptitud ha llevado a la ruina económica y deportiva a equipos como América, Bucaramanga, Quindío, Cúcuta, Unión Magdalena, y Pereira, en Colombia. Independiente y River Plate, en Argentina, Cagliari y Parma en Italia, más otros, que no supieron o no quisieron atajar a tiempo la peor de las deshonras que puede sufrir un hincha: el descenso de su equipo. Si no se corrige el rumbo hoy, si no se invierte en la conformación de un equipo decente, competitivo, en un par de años los pobres Millonarios de hoy serán los pobres Billonarios de mañana. Esa es su responsabilidad, señores directivos, de nadie más.

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