Estados Unidos se creía ganador de la Guerra de Vietnam, en la radio sonó Blowin' In The Wind. Cayó el muro de Berlín, en la radio sonó Wind Of Change, parecía ser entonces el fin de la guerra fría, en la radio sonó un clásico inmortal de 1979, Another Brick in the Wall. La evolución de la humanidad ha traído sus consecuencias, la guerra y la destrucción, fieles acompañantes en cada paso que damos hacia el precipicio. En la radio sonó Do The Evolution…
Una vez encendí la radio, aún sin comprender cuan largo sería el viaje que iniciaba esa tarde del año 93, supe por alguna extraña razón que era un boleto sin regreso. Era una emisora de radio pública, no sabía quiénes eran los sujetos que interpretaban aquel tema hermoso, yo tenía 12 años y sin embargo mi espíritu cabalgó hacia la nostalgia de una época que no viví. Quise cantarlo, me emocioné, supe que había encontrado una trinchera llamada Rock and Roll y la melodía de aquella canción se quedó conmigo. Años más tarde vine a enterarme cuando de nuevo la escuché, que fueron ellos dos, Simon and Garfunkel con Mrs. Robinson, mis anfitriones a ese mundo extraordinario, inimaginable, diverso y tan extenso que podía viajar desde Argentina con Serú Girán, para luego aterrizar en Inglaterra con Pink Floyd y no dejarse de llamar Rock and Roll.
Aquella tarde del 93 comenzaría la banda sonora que me ha acompañado desde entonces y ha puesto música a mis recuerdos, dejándolos perennes en mi memoria, haciéndolos inmortales.
Un viaje intenso
Dos o tres años después llegaron a mi vida dos extremos opuestos entre sí, Metallica con su Albúm Negro y dos sencillos en disco de 45 RPM de los españoles Hombres G con dos de sus títulos, quizás, los más popularizados en los Clásicos del Rock en Español: Devuélveme a mi Chica y Venecia. La gestora de este regalo maravilloso: Mi mamá, quien, como parafrasearía en una de sus canciones Fito Paez: nunca escuchó los Rolling Stones, se acercaba a mi mundo -uno que no conocía y que de seguro consideraba efímero y adolescente- con dos gratos obsequios.
Unforgiven, fue ese primer acercamiento al nivel pesado del Rock y la que sembraría una pasión, vigente desde aquella época, por la banda de Hetfield, Ulrich, Hammett y Newsted (reemplazado hoy por Trujillo).
Cómo no decir que el rock ha permeado mi vida, si fue él el telonero de mi primer dolor, él invitó a Saúl Hernández mientras ella me decía adiós. En la radio sonó Detrás de los Cerros. Él se convirtió en amigo de mis amigos también, nos acompañó a beber, nos vio llorar, nos vio reír, nos vio pelear, nos vio reconciliar, caminó con nosotros tardes enteras hasta el anochecer, estuvo presente cuando creíamos que nuestros sueños tomaban rumbos opuestos a la realidad. En la radio sonó Yo no Quiero Volverme tan Loco.
Él nos inspiró, nos hizo pensar y creer que éramos la mejor banda pesada de la historia moderna de la música, éramos realmente buenos con nuestros instrumentos imaginarios, fuimos rebeldes y la vida se nos pasó entre el vino, el cigarrillo y el rock and roll. El tiempo pasó, dejó su huella y los años maravillosos dijeron adiós, pero nos dejó un manojo de recuerdos que evocamos de cuando en cuando y que por un instante nos hace callar. En la radio sonó With a Little Help my Friends.
Cómo no amar el rock, si cuando partí de casa no me dejó solo. Él, mis valijas y yo, salimos en busca de nuevos caminos, mientras mi mamá, atrás se quedaba con su mano extendida diciéndome adiós. En la radio sonó Mama Said. Esa tarde de aquella Semana Santa del 2012, dejé al que en otrora había sido mi hogar, salí en busca del cuerpo de una mujer. En la radio sonó Cuando Comenzamos a Nacer.
Dos años más tarde en la radio sonó Love Will Tear Us Apart. Apaleado y adolorido, un poco más viejo, un poco vuelto mierda, regresaba al que -según mi mamá- siempre había sido mi hogar. En la radio sonó Hey You. Fue un septiembre o quizás un noviembre, qué sé yo, qué importa, en la radio sonó Father and Son, y por fin puede hacerme una figura mental de aquél demente que entregó su vida al alcohol y me dejó en el mundo sin sus consejos.
Hace dos semanas volví en mi mente a su lado, la recordé, fantaseé con su aparición, deseé una vez más que estuviera aquí conmigo, encendí un cigarrillo… En la radio sonó, Wish You Were Here.
Indescifrable y rebelde como el amor, impredecible y furioso, el rock ha dejado su huella latente en el mundo, década tras década, mutación tras mutación. Llegó para quedarse y desde su aparición la juventud no volvió a ser la misma, yo no volví a ser el mismo. Él aprendió a hablar en el mismo idioma de los adolescentes y quien se deja cautivar por su sonido no es capaz de abandonarlo luego, mucho menos de dejar atrás su espíritu joven. Lo digo por experiencia propia, que atrás de un escritorio he visto pasar ocho años de mi vida, y a decir en verdad cuando la rutina cierra sus cerrojos, enciendo la radio y oigo Aquí estaré.
Quizás en algunos años y ojalá sean muchos, sentado en mi sofá, daré un último soplo de cigarrillo, cerraré mis ojos… En la radio -con algo de suerte- sonará Canción para mi muerte.
